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Max

Estaba sentado en el suelo de la habitación que Isabella  compartía con otras niñas. Llevaba unas cuantas semanas yendo a visitarlos.

Ella era una niña encantadora, me gustaba la forma en la que sus ojos brillaban  cada vez que me veía llegar. Al contrario de su hermano, que cada vez que me veía, soltaba alguna queja y se iba a la dirección opuesta.

Él me odiaba, estaba claro para mi, ojalá supiera el motivo exacto, aunque tenía mis sospechas.

— ¿Cómo ha estado Gian?

Ella dejó de mirar su dibujo para poner sus ojos al frente, encontrándose con los míos.

— Tiene malas notas en la escuela, me enoje con él.

— ¿Te hizo algo? — ella negó.

— No, le dije que si él  no tenía buenas notas nadie querría llevarnos a su casa. Me gusta aquí, pero yo quiero alguien  que me lea cuentos todas las noches, solo a mi. Algunas niñas prefieren las historias de terror y por las noches no puedo dormir. Pero si tuviera una casa propia y padres para mi, me leerían el cuento que yo quisiera. Y no tendria pesadillas.

Contuve  la respiración al ver sus ojos, ella lucia preocupada e ilusionada a la vez.

— Los niños suelen tener malas notas pero eso no quiere decir que sus padres los dejen de querer, Bella.

— No pueden abandonarte si son tus padres reales, pero si vienen y nos sacan de aquí, seguro pueden volver a traernos. Milla se fue hace tres meses con una familia que le regaló un vestido de princesa el día que vino y le dieron muchos cuentos. Yo estaría bien si me dieran solo uno, supongo que me gustaría escuchar siempre el mismo cuento con la misma voz si eso significa no tener que oír historias de terror.

En las últimas semanas, cada vez que venía, Isabella lanzaba algún comentario inocente que me dejaba pensando por las noches.

Gianna no lo sabía, no sabía que estaba viniendo a visitar con frecuencia a los niños. Mis supuestos viajes por compromiso de trabajo eran esto.

Sabía que ella iba a descubrirlo muy pronto, más ahora que decidió romper el contrato de su trabajo para dedicarse al cien porciento a otros proyectos.

Ella decidió que era lo mejor y la entendí.

Lo cierto era que estábamos saliendo, llevábamos unos tres meses teniendo citas, disfrutando el tiempo entre nosotros, pero aún no teniamos un título. En mi mente si, pero sentia que no debía seguir presionando.

Un tema que aún  no habíamos discutido era que hacer con los medios de comunicación. La gente no era idiota, sospechaban que estábamos juntos, pero para no alimentar al mundo decidimos silenciosamente no tener interacciones públicas.

No era tan complicado, después de todo era feliz teniéndola en mi vida. Lo que no quería decir que  no me sentiria complacido pudiendo hacer oficial para el resto que nosotros estábamos juntos.

No me molestaba en disimular que estaba enamorado, era absurdo intentarlo, aunque tampoco lo decía en voz alta. Una parte de mi tenía miedo de asustar a Gianna.

Por eso mismo tampoco mencione que venía a ver a los chicos y que tenía un  plan en mi mente. Quería adoptarlos, no ahora, pero si eventualmente. Una parte de mi creía que podía ser apresurado, la otra era consciente de que los niños estaban teniendo una infancia limitada y que yo podía hacer algo para cambiarlo.

Los quería conmigo, y no se trataba solo algo de Gianna ya. Por supuesto que deseaba que entre los dos nos hiciéramos cargo, pero quería que esos niños llevaran mi apellido.

Promesas * Max Verstappen *Donde viven las historias. Descúbrelo ahora