Hacia el lugar sin límites

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Es menester, para entender esta historia, viajar hacia delante y luego hacia atrás, como meciéndose sobre el filoso péndulo del tiempo mismo. O, mejor dicho, como enredándose en los hilos que confeccionan a la memoria. Porque los paisajes del recuerdo están desprovistos de estructuras conocidas, y aquel que recuerda lo hace armando un rompecabezas desconocido a partir de una historia conocida. ¿Sí? La memoria no es un río, sino un océano, turbio y hermoso. Por allá marejadas, por allá una sinfonía. Por acá una tormenta, por aquí los rayos del sol cayendo como cuerdas de harpa. Hacia acá Nadir, Geo y Vrilinvor en el bosque de Toru, hacia allá Lither se convierte en cuervo para encontrar la extraña piedra que el rey Lafred ha hallado en el antiguo reino de Dhoust, cuya existencia es tan peligrosa como los mismos ópalos de fuego.

Allá, desde la ventana más alta del castillo Yutenfraim, desde la torre más roja de todas las torres saltaba Lither exhibiendo su negro plumaje. Más abajo echaron a volar los cuervos de la reina Eco, eran bastantes, aunque solo espiaban los asuntos referentes a ciudad Brújula, mientras que Lither y sus compañeros debían estar atentos a todo el país de San Marino. No saltaban de tan alto por una cosa de jerarquía, rey y reina son igual de importantes en este tablero de ajedrez. No. La altura era dada por los vientos y sus susurros. Así la torre del cuervo tardó cientos de años en perfeccionarse en manos de los marintencionados y los vienintencionados, es decir, los expertos en cosas del viento y su comportamiento. Poco a poco, con mucha precisión, las ventanas de la torre fueron dispuestas con un razonamiento más bien simple: a mayor altura más información, pero más información suponía mayor complejidad a la hora de entender al viento. De hecho, los mar y vienintencionados llegaron a la conclusión de que es imposible comprender su idioma si es que es un idioma, los seres humanos son biológicamente incapaces de tener siquiera una noción de este lenguaje, solo las aves y las hojas y el mar y la arena y el polvo y todo lo que se eleva con él y se deja llevar por él lo entenderá.

Los cuervos eran humanos, sí, aunque por milenios estuvieron desterrados por su condición de transcorpóreos. Por milenios sus transformaciones fueron múltiples animales, pero la adaptabilidad los sentó en cuervos. Viajaban más lejos, escapaban con más facilidad, atacaban todos con fiereza. Un buen día para ellos, nació Vafrain en San Marino, princesa de los humanos, y por ello estaba bajo la tutela del dios Dada. Esta mujer se transformaba en águila, viajó por decenas de países uniendo conocimiento y aliados, incluso fue acogida en las tierras de los elfos oscuros cuando Bruma no pensaba en nacer, y su país se hallaba en la tierra. Cuando esta mujer fue reina envió a crear la torre del cuervo, y vivió una larga vida. Tan extensa es, que los cuervos se encomiendan a ella al saltar de la torre.

-¡Que Vafrain, reina águila, salvadora de los cuervos, guíe al viento hacia mi cuerpo, que cante a mi oído, que agite mis alas y predique la verdad! - gritó Lither mientras caía girando en picada, alzó las alas, ubicó la corriente que lo llevaba a Dhoust y surcó a ella. Notó que ningún cuervo se encaminaba en dirección suya. Planeó unos minutos, algo no se sentía bien. Se quedó contemplando la torre del cuervo, luego admiró la totalidad de Yutenfraim, el castillo de torres rojas, algunos le decían las lanzas de sangre. Entonces Lither sacudió su pequeña cabeza de cuervo, quitándose de encima las ideas de reinos antiguos- Que los reyes anteriores hayan sido sanguinarios no significa que Lafred lo sea- dijo eso para darse un empujón a la nueva misión- Quiero decir, pudo haber matado a Ghazar.

Debajo de Lither salió el príncipe Nadir, el viento le dijo que llevaba al ópalo de fuego y una piedra única, cuya portadora era la reina Eco.

-¿Mi señora Eco le ha dado el crucero al príncipe? - Lither aleteó, intentó antelar los pasos de Nadir estudiando el polvo que elevaba el viento, por primera vez se encontró con una respuesta nula. El polvo se arremolinaba en todas direcciones, como si quisiese perder a los cuervos. Ahí cayó en cuenta de que la importancia que le dio al ópalo no era más que un fino hilo parte de un gran tejido que él no había sido capaz de ver. Luego de las puertas del castillo salió el príncipe Cenit, aquel que vigila la tierra. El polvo que vibraba alrededor de su cuerpo era indicio de malicia. Lither pensó en seguir a Nadir, entonces una de sus plumas captó los pasos de Ghazar, que solitario se encaminaba a Dhoust. Echó a volar, al fin, con la punzante mirada de Cenit detrás de él.

Ópalos de fuegoWhere stories live. Discover now