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Mis manos sudaban de los nervios y la
desesperación. Lo poco que alcancé a mirar y lo mucho que escuché de las incubadoras, hicieron que mis músculos se tensaran de inmediato.

Volví las manos a la palanca enroscando los dedos y la levanté de inmediato.

—Sistema de eliminación acelerado, desactivado.

Con la respiración helada, me aparté. Envié la mirada a las primeras incubadoras, había sido demasiado tarde. El agua adquirió el mismo color carmín en la cuarta y quinta incubadora.

Torcí el rostro al otro lado, y cuando miré la sexta incubadora del mismo modo dejé de respirar nuevamente.

Azul09.

—No—susurré, caminando tenso.

Los órganos rebotaban en el interior de la
incubadora siete, pero el cuerpo de la octava se encontraba ileso, pero con tan solo unos minutos en su reloj.

Aceleré el paso rodeando la incubadora y
guiándome a la novena, solté el aliento cuando lo vi, intacto de la cabeza a los pies, cabizbajo, haciendo una lenta negación de cabeza.

Apenas sentí poco alivio, poco, porque me di cuenta que los dígitos en sus pantallas seguían retrocediendo, con un minuto de diferencia de la incubadora ocho.

Si esa palanca no los detenía, sería uno de los botones, pero antes de cometer otra estupidez tenía que confirmarlo.

Tenía que ayudarlos, ellos eran seres humanos. Aunque esas escamas y su capacidad para verme a travės de su mascara me hacían dudar, y ni siquiera sabía si eran peligrosos.

—¿Estás seguro que es la maquina?—mi voz salió alta, casi como un grito desesperado cuando me detuve delante de su incubadora—. Ya vi que la
palanca no es, pero hay dos botones, ¿sabes cuál es?.

Eché una mirada a la incubadora ocho, un
minuto con treinta segundos faltaba para que se encendieran.

—¿Azul?—pregunté, atento a su mascara.

Negó con un ligero movimiento y asentí.

—Entonces el azul... Es el azul, ¿cierto?.

A apenas lo vi inclinar su cabeza y salí disparado como flecha directo a la máquina. Las aspas de la incubadora ocho empezaron a sonar como propulsor de avión y el solo pensamiento de estar solo se morían, me retumbó el corazón en la boca y lancé la palma de la mano, apachurrando el botón colorido.

Un par de pititos y el sonido de las aspas
disminuyendo casi instantáneamente me
hicieron voltear, sintiendo los músculos del cuello tensionarse por la fuerza. El reloj de la ocho estaba en números ceros, pero el cuerpo en su interior intacto.

Por poco

—Se termin..

Pero la adrenalina seguía ahí, haciendo que mis extremidades me temblaran y el corazón siguiera excavándome el pecho.

Me di cuenta, y eso solo me petrificó más, que esta clase de situación me daba un deja Vu.

Era extraño sentir que antes también había tocado esta máquina, o al menos antes también la había visto. Estuve aquí, o en alguna otra parte muy parecida.

Me aparté de la máquina. El cuerpo de la incubadora ocho se sacudió, encorvándose y extendiendo sus brazos para sostenerse una de sus rodillas. Una delgada hilera de sangre salía de sus pies.

Lo hirió.

Alzó su rostro prestándome atención cuando me acerqué, solo entonces ver como un cumulo de escamas se habían desprendido de la cima de su pecho, mostrando ese par de bultos morenos, me
di cuenta de que difinitivamente no era una mujer.

Experiment JK.64Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz