Ali Seraphine Ollivanders decide creerse una Celestina mágica

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—¡Juanita! —exclamamos las dos al unísono.

—Qué callado te tenías lo del torneo —le pinché con falso enfado—, no nos habías dicho nada en ninguna de tus cartas.

—Qué va, si nadie lo sabía salvo la dire.

Albus Dumbledore hizo un gesto para calmar el gentío que se había creado y nos despedimos brevemente de nuestra colega valenciana para regresar a nuestros asientos. Allí, Daphne me susurró:

—¿Quién era esa?

—¿Es sangre limpia? —preguntó Malfoy con interés.

—Es Juanita, una amiga. Estábamos juntas en la Alianza Mediterránea.

Viendo los rostros de desconcierto pulular por mis compañeros de casa, decidí explicarme.

—Que no os engañen: la mayor parte de los alumnos no soportamos a los franceses, son unos pijos insoportables. Hay excepciones, como Fleur Delacour, pero el resto de países tenemos que hacer piña porque somos menos personas.

—No sabía que hubiera otros alumnos de fuera de Francia —opina un chico robusto de piel oscura al lado de Draco.

Yo evito poner los ojos en blanco. Guiris.

—Hogwarts es bastante exclusivo en cuanto a las geografías que acepta, pero el resto de escuelas no pueden permitirse ése lujo. ¿Habéis visto la cantidad de escuelas mágicas que hay repartidas por el mundo?

—Callad —chitó la rubia, Astoria creo que se llamaba—. Van a explicar algo sobre el torneo.

En efecto, el director esperó a que el ruido se desvaneciera en el aire y se colocó delante de su atrio.

—Tres escuelas participarán en el Torneo de los Tres Magos. De cada una, un campeón será escogido para representarla y ganar el trofeo de la gloria infinita. Para hablaros mejor de ello hemos invitado a un representante del ministerio: el director del departamento de Seguridad Mágica Bartemius Crouch.

Un hombre de mediana edad con la túnica y el cabello impolutos llegó desde la entrada de profesores llevando algo cubierto entre brazos. Su rostro de granito no desvelaba ninguna emoción salvo un brillo implacable en los ojos.

—¿Cómo creéis que elegirán a los campeones?

—Tranquile, Ali —dijo Malfoy con seguridad— seguramente sea algún alto cargo del Ministerio al cual podamos convencer. Mi padre también trabaja allí y tiene un puesto al lado del mismísimo Cornelius Fudge.

—Veo que el nepotismo lo tenemos bien arraigado —dije con guasa, a lo que Daphne, Blaise y Theodore se rieron del comentario.

Mientras tanto, el tal Bartemius Crouch había llegado al lado de Dumbledore y montaban una vitrina. Las últimas velas que quedaban encendidas se apagaron, pero un tinte azulado brillaba tras la tela. El funcionario la destapó, y vimos con expectación un gran cáliz que regurgitaba llamaradas azules.

—¡El Cáliz de Fuego! —exclamó el director—. Él será quién elija a cada campeón. A partir de ésta misma noche, todo aquel mayor de veintiún años podrá dirigirse aquí al Gran Comedor, escribir su nombre en un trozo de pergamino y echarlo a las llamas del cáliz. El plazo finalizará la próxima semana.

La sala se deshace en abucheos de inmediato, insultados por las condiciones de edad.

—¡Mierda! —grita Malfoy.

—Tened en cuenta —prosigue el señor Crouch— que este torneo contiene pruebas mortíferas y peligrosas: sólo los alumnos a partir de sexto con un conocimiento avanzado de la magia pueden aspirar a sobrevivir. Pensad muy bien si queréis hacerlo, pues el Cáliz de Fuego formará un contrato vinculante con cada campeón. No hay vuelta atrás.

Tú a Hogwarts y yo a BeauxbatonsWhere stories live. Discover now