El día comienza de putísima madre

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Me separé de Ali y fuimos con nuestras respectivas casas y a su primera optativa, Cuidado de Criaturas Mágicas. De todas las que escogí —Aritmancia y Runas Antiguas— era la que parecía menos compleja, pero aun así me picaba la curiosidad. Me reuní con las compañeras de dormitorio que conocí la noche anterior: Marietta Edgecombe, Luna Lovegood, Cho Chang y Padma Patil. Me parecieron majas y en aquel momento no me bastaba mucho más para hacer amigos. Caminamos hacia la cabaña de Hagrid —que al parecer también era profesor— y esperamos entre cuchicheos a que se presentase para dar comienzo a la clase.

—Me pregunto si por fin habrá escuchado las súplicas del consejo escolar para que enseñe animales menos peligrosos —dijo Padma.

—Al menos no nos trajo Nargles.

—Tú y tus nargles. Luna, ¡nos puso a volar con hipogrifos! Ya viste lo que le pasó a Malfoy.

—Malfoy es gilipollas —opinó Cho—. Mirad, ya viene.

En efecto, la puerta vallada que rodeaba el huerto de calabazas dejó pasar al hombretón gigante que nos recibió al llegar. Iba cargado con varias cajas tapadas con telas y resoplaba con cada paso.

—Muchachos, éste es el año en que os enseñaré a tener pasión por las criaturas. Me han hecho saber que... Bueno, mi concepto de adorable no es el mismo que el de los alumnos. Es por eso que empezaremos el curso con estos pequeñines.

Hagrid levantó las telas con efecto teatral y reveló a un verdadero ejército en miniatura.

—¡Son puffskeins! —exclamó Padma.

—¡Qué adorables! Siempre he querido uno de mascota —dijo Marietta con los ojillos brillantes.

En efecto, el resto del aula profanó diversos chillidos agudos de emoción. Yo opinaba que eran monos, pero tampoco sentía la necesidad de subirme por las paredes al ver sus caras peluditas. Eran cuquis y ya estaba.

—Ahora os pondré por parejas mixtas de casa y durante estos dos meses deberéis cuidarlos según sus necesidades. Tenéis todos sus hábitos en el tercer capítulo de vuestro libro, pero siempre podéis preguntarme.

Un suspiro de resignación colectivo expiró por el bosque. Nadie salvo ella quería abandonar a sus amigas de casa por una persona aleatoria que a lo mejor ni conocían, pero el profesor Hagrid las mandó a callar y la acabaron emparejando con una chica de aspecto dulce y un puffskein enorme. Su pelo rizado caía justo hasta los hombros y estaba teñido de un rojo oscuro que casi pasaba por castaño a la sombra. Esbozó una sonrisa dulce pero nerviosa.

—Hola, soy Andrea Black —me presenté con confianza, para empezar con buen pie.

—Belén Clawthorne. ¿También tienes ascendencia española? Tu nombre es muy bonito.

Valenciana, de hecho —revelé respondiéndole en castellano.

—Hala, ¡como yo!

Y aquella pequeña curiosidad que teníamos en común, por tonta que fuese, me hizo sentir nostalgia, como en casa. Sentía una conexión especial con Belén, como si hubiéramos estado destinadas a encontrarnos.

—¿Cómo llamamos al puffskein?

Belén sonrió y el gesto provocó que sus ojos azules echaran chispas con cada movimiento. Ojeó al animalillo que les había tocado.

—Es un bastante más grande que el resto, podríamos llamarlo King —sugirió su compañera.

—Pues King. Levanta, rey, que te vamos a dar de comer.

Pasaron el resto de la clase educando al animalillo, enseñándole trucos y juegos con los que se partían de risa. Al final de la clase ambas ya nos habíamos acostumbrado a la otra y lo interpreté como una buena señal.

Tú a Hogwarts y yo a BeauxbatonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora