Draco Malfoy se lleva la hostia de su vida

2 0 0
                                    

A pesar de los acontecimientos de la noche anterior las clases siguieron su curso, lo que significaba susurros y rumores allá donde iba Andrea. A mí no me importaba, siempre me ha gustado la atención, pero mi amiga era más introvertida. Que no tímida, porque la cara de mala hostia que llevaba era una prueba constante de lo contrario.

—Como llegue tarde a clase te juro que al siguiente pesao le meto una hostia.

Nos separamos en el pasillo y por poco me tropecé con una armadura. Supongo que estaba nervioso, al día siguiente eran las pruebas para el equipo de quidditch y quería hacer algo que nunca en toda la historia de mi casa se había hecho: entrar sin gastarme ni una libra. Una simple tradición pija no me iba a detener. O eso quería pensar.

Pasé por encantamientos sin enterarme de una mierda y cuando vi a Belén en la doble hora de transformaciones me presentó a sus compañeras de cuarto, con las cuales parecía que empezaba a congeniar. Se presentaron como Ari, Hannah, Megan, Susan y Ainhoa. Me llamó la atención la primera, que casi se estampó de morros porque tropezó con sus propios pies y recibió una mirada cauta de la profesora McGonnagall.

Nos sentamos en el mismo pupitre junto a la tejón patosilla, y por fortuna pude concentrarme un poco más. Aún así, debía de haber estado algo rare, porque mi amiga no tardó en preguntarme al respecto en cuanto terminó la clase.

—¿Estás nervioso por lo de mañana?

Resoplé con fuerza y hundí mi cabeza contra la mesa.

—Creo que voy a enloquecer. Entre que todo el mundo está flipando con Andrea, las pruebas al equipo de quidditch, los deberes... Que alguien me lance un avada kedavra.

—Oh, ¿quieres entrar en el equipo de Slytherin? —preguntó Ari con curiosidad. Sus ojos castaños brillaban con curiosidad y se apartó unos mechones ondulados del mismo color que caían por sus hombros—. Pues no te ralles, dejan entrar a cualquiera con sobornos.

—Eso es lo que me preocupa: voy a intentar entrar de una forma diferente. He mirado el reglamento y usaré una norma bastante antigua pero que sigue vigente a día de hoy.

—Pase lo que pase —declaró Belén, que cogió mi mano y la estrechó con seguridad, pero sin apretarla. Se acercó y aunque miraba nuestras manos yo sabía que era como si sus ojos estuvieran apuntando a los míos— estaré allí y te animaré.

—Me apunto —dijo Ari mientras nos levantábamos con una sonrisa decidida—. No tengo nada que hacer a esa hora de todas formas.

—Gracias, chicas —declaré con un abrazo de oso a ambas—. Y oíd, siempre podemos repasar mi plan durante la doble hora de Historia de Magia que compartimos mañana.

Mi ocurrencia desató una carcajada general, todo el mundo detestaba al profesor Binns y con razón. Nos fuimos a comer y el resto del día pasó en un suspiro demasiado rápido para mi gusto. Andrea no sabía nada del torneo y su orientación empezaba el sábado, por lo que no tenía ninguna excusa para distraerme de mis estudios y las pruebas. Ni siquiera fui al club de estudio, y en la cena Andrea me hizo un gesto para comprobar si estaba bien. Le respondí con la mano en un movimiento deprimente.

La noche fue muchísimo peor.

Siempre que me pongo nervioso o va a pasar algo emocionante en mi vida mi estómago hace reflejo de ello. Pues ahí estaba yo, a la una de la madrugada, sentado en un taburete de ébano y echando la pota en el váter de nuestro dormitorio. Unas manos cálidas me apartaron el flequillo de la frente y me acariciaron la nuca, pero estaba demasiado ocupado regurgitando las patatas con sal y pimentón dulce de la cena como para distinguir quién era. Tampoco me importaba mucho.

Tú a Hogwarts y yo a BeauxbatonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora