Dónde hay que firmar para salir de esta pesadilla

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Todo el mundo me estaba mirando, y con razón.

No sabía por qué narices el Cáliz de fuego había decidido que no era suficiente con un puto campeón defendiendo el título de Hogwarts, pero aquello era lo de menos. Avancé hacia Dumbledore con falsa confianza y seguí los pasos del resto de participantes hasta la sala de profesores. Cómo no, al llegar el profesor Snape me dirigió una mirada fulminante. Sólo consiguió que levantase aún más la barbilla en un gesto desafiante.

Los otros campeones me miraron, desconcertados. Pobrecillos, aún no sabían la que se ha liado ahí fuera. El mandamás del ministerio cuyo nombre ya olvidé entró hecho una furia junto con el director, que lo calmó todo lo que podía antes de dirigirse a mí.

—Señorita Black, ¿puso usted su nombre en el Cáliz de Fuego?

—No, señor —dije con seriedad.

—¡Es obvio que miente! —gruñó el director de Durmstrang a mi derecha.

—Silencio, Karkarov. Andrea, ¿le pediste a algún alumno mayor o otra persona que lo pusiera por ti?

—Tampoco, señor.

El ambiente cada vez estaba más caldeado. Cedric y Krum, que parecían saber por donde iban los tiros, escuchaban con atención mientras Fleur susurraba al oído de Madame Maxime. No me gustaba nada tener toda ésta atención indeseada, y empezaba a sentirme incómoda de verdad. Era Ali quien disfrutaba de ser la protagonista, no yo. Siempre preferí ir a mi bola.

—Yo digo que descorchemos el veritaserum de hace tres días —propuso Severus Snape—. No tendrá nada que ocultar.

—No hará falta. Sea como sea, ahora has entrado en un contrato vinculante con el Cáliz. Estás obligada a participar en el torneo, hayas querido hacerlo o no.

—¡Pero si es una cría! —protestó McGonnagall, que hasta entonces no se había pronunciado—. Bartemius, pon fin a ésta locura.

El señor Crouch negó con la cabeza en un gesto que no auguraba nada bueno en su futuro más cercano.

—Sabes tan bien como yo, Minerva, que una magia así es imposible de anular —tras lo cual, se acercó a mí—. Eres la cuarta campeona del Torneo de los Tres Magos.

Hubo un silencio colectivo, y tragué saliva.

Estaba de mierda hasta las cejas.

Cuando por fin me dejaron salir del aula Ali, Belén y Tere me esperaban a la salida del Gran Comedor, cada cual con un rostro aún peor que el anterior.

—¿Qué cojones ha pasado?

—Ésa era mi frase, Tere —se quejó mi amigue—. Ahora cuenta, ¿¡cómo ha terminado tu nombre en el cáliz!?

—Y no te van a dejar participar ¿verdad? —preguntó Belén con temor en la voz.

Suspiré hondo. Aún no me acostumbraba a ésta nueva situación.

—No tienen ni puta idea de cómo, pero al parecer da igual. Estoy obligada a participar en el torneíto de las narices.

Por supuesto que había querido participar antes, pero ya me había hecho a la idea de que no iba a pasar cuando pusieron las restricciones de edad. ¿Pero ahora? Joder, no tenía ninguna gracia. Quien fuera que hubiera puesto mi nombre se iba a llevar una hostia de mi parte para agradecerle el regalito.

—Te ayudaremos.

—Ali tiene razón —dijo Belén, acercándose un poco a mí en consuelo—. Creo que sé quiénes podrían ayudarte. He estado intentando hacer amigas, empezando por mis compañeras de dormitorio, y ambas tienen parejas en último año y saben magia súper avanzada.

Tú a Hogwarts y yo a BeauxbatonsWhere stories live. Discover now