Tito

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[Tito Hualpa convocó a su comunidad para reunirse alrededor del cálido fuego, con la intención de compartir una cautivadora historia. Mientras todos se acomodaban expectantes, su hijo Coco parecía distraído en otros asuntos. Al mismo tiempo, oculto entre las sombras, se encontraba Suntin, un misterioso profesor de una institución cercana, quien estaba intrigado y deseoso de escuchar la narración de Tito]

Tito: Se preguntarán qué nos distingue de cualquier otra tribu, qué nos hace especiales... Pero permitan decirles que esas preguntas no son las adecuadas. Porque nuestra existencia precede cualquier otra comunidad humana (pausa) desde tiempos inmemoriales, hemos sido guiados por una sabiduría ancestral que fluye en nuestras venas.

Les compartiré la historia ancestral que atesora el origen de nuestro vasto universo y la propia humanidad. En los albores del tiempo, cuando el eco del vacío se adueñaba del cosmos, un acontecimiento trascendental desplegó su magnificencia. Desde los confines más remotos, una semilla sagrada se desprendió y halló su destino en la tierra estéril. De ella emergió el majestuoso árbol de Ol, cuyas raíces penetraron con fervor las profundidades del suelo, mientras sus ramas se alzaban con determinación hacia los cielos, anhelando encontrar la luz y el aliento de la vida misma.

Fue de las frondosas hojas del árbol de Ol que surgieron criaturas de todas las formas y tamaños, seres asombrosos que encontraron su morada en este nuevo mundo. Sin embargo, en medio de todas las creaciones, los primeros seres humanos nacieron en un estado de inconsciencia, conocidos como los Chac Mol. Vagaban por la tierra, despojados de su propósito y sin la capacidad de aprehender el significado de su propia existencia.

No obstante, el destino guardaba una sorpresa para los Chac Mol. Un día, el embriagador aroma y la exquisita dulzura de los frutos que brotaban del árbol de Ol despertaron la curiosidad de una un grupo de estos seres. Con temor reverente y asombro sincero, probaron de aquel manjar divino y, en ese instante, la chispa de la conciencia se encendió en lo más profundo de sus almas. Los Chac Mol, bendecidos por la misma esencia de Ol, fueron dotados con el conocimiento de la verdad y la capacidad de discernir entre lo tangible y lo efímero.

A partir de aquel trascendental instante, surgió una humanidad la cual se elevó a nuevas alturas de comprensión. Surgió así una civilización, de la que se tejieron intrincadas historias y se erigió una sociedad. El árbol de Ol, convertido en faro de sabiduría y guía para nuestro pueblo, iluminó nuestro sendero con la verdad y nos conectó con lo divino, anclándonos en un propósito mayor.

Pero la historia de nuestra humanidad se expande más allá del despertar de la conciencia. En tiempos ancestrales, cuando la humanidad florecía y las sociedades se formaban, emergió una figura de singular importancia, Bachué, una mujer imbuida de un poder excepcional y una sed de superioridad sin parangón.

Bachué, emergió de las profundidades acuáticas sosteniendo en sus brazos a un niño. Este acto simbolizaba la creación de una nueva estirpe, un linaje destinado a portar la semilla de la excelencia. Sin embargo, Bachué no compartía su conocimiento y benevolencia con el resto de la humanidad. Creía fervientemente en la grandeza de su propia estirpe y en la superioridad de su pueblo por encima de todos los demás.

La tribu de Bachué, impregnada de un sentido de superioridad, menospreciaba a la otra humanidad y anhelaba erradicar a aquellos que consideraban inferiores. Sin embargo, en medio de ellos había alguien que se resistía a presenciar la extinción de su pueblo, Orto.

Orto comprendía que el auténtico poder reside en la unidad y la convivencia armoniosa con todas las tribus humanas. Convocó a Bachué para convencerla de no atacar a su pueblo, pero fue inútil, Bachué estaba convencida de eliminar a todo aquel que no posea su sangre.

En su anhelo de encontrar una solución, Orto reunió todas las frutas del árbol de Ol en un acto desesperado por huir junto a su pueblo. Sin embargo, las frutas fermentaron y se transformaron en un líquido poderoso, el etanOl. Sin advertir las consecuencias, Orto terminó derramó este líquido sobre el árbol de Ol, desencadenando una serie de acontecimientos que marcarían el rumbo de nuestra humanidad.

Cuando las raíces del árbol de Ol se encontraron con el etanOl, se extendieron por la tierra, impregnando el mundo y otorgando conciencia a los Chac Mol restantes. Al concluir este evento trascendental, el árbol se desvaneció, transfiriendo su poder a Orto, quien se transformó en un ojo gigante, un ser sabio y vigilante que poseía un conocimiento profundo y una visión inigualable del universo, conocido como, El noble cacique.

Con su nueva forma y el poder otorgado por el árbol de Ol, Orto se alzó como un ser imponente y temible. Su mirada penetrante traspasaba las sombras y alcanzaba horizontes lejanos.

Con una determinación feroz, Orto se enfrentó a la tribu de Bachué, ávido de proteger a su pueblo y llevar la verdad a sus adversarios. Con un solo gesto, su mirada inquebrantable paralizaba a sus enemigos, dejándolos vulnerables ante su ira. Sus rayos ardientes, cual fuego sagrado, consumían todo a su paso, haciendo temblar los cimientos del poderío arrogante de Bachué.

La tierra misma se estremecía bajo los estruendos de la batalla, mientras los cielos se teñían de oscuridad y los elementos se unían al conflicto. Los vientos aullaban con ferocidad y las llamas danzaban, portando consigo el clamor de la guerra y el rugido liberador.

Desesperada y presa del pánico, Bachué luchaba encarnizadamente por mantener su dominio. Lanzó lluvias torrenciales en un intento por aplacar a Orto, pero este no cedió. Al revelar su verdad, transformó a Bachué en serpientes, que retornaron a las profundidades abismales.

Hasta nuestros días, nuestra tribu ha prevalecido, traspasando el manto del noble cacique a cada nueva generación. Sin embargo, con el regreso de Bachué, nos enfrentamos a un dilema crucial. La humanidad nos ha apartado y rechazado, pero ahora ella se acerca con una propuesta de paz que podría traer el resurgir de nuestro pueblo.

Coco: (mientras mira su celular) Cállate papá estas interrumpiendo mi partida de este videojuego de monas chinas

Suntin: (surgiendo entre las sombras) Bachué no es el camino Tito

Tito:(transformándose en un ojo gigante) Suntin eres un traidor

Suntin: (serio) Tito es hora de que escuches la verdad.

Suntin: (serio) Tito es hora de que escuches la verdad

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