1: Canino en peligro

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—Alguien llamó, al parecer está en peligro.

—¿¡Y lo dices así de tranquila!?

Escucha a lo lejos la conversación entre Arlet y Ryan, intenta ser lo mas silencioso posible mientras empieza a recoger sus pertenencias, y así poder irse lo antes posible.

—Puede que sea una broma, la chica que llamó estaba llorando, intenté calmarla y que me explicara que sucedía, pero solo decía que estaba en grave peligro y que necesita ayuda, luego solo colgó.

—Pero no te especificó que era ese grave peligro. —Termina de empacar su ropa y se cuelga el bolso al hombro, observa su reloj, y de solo darse cuenta de que aún le quedan veinte minutos para que termine su turno le ocasiona jaqueca. —Sea una broma o no, lo mejor será que al menos uno de nosotros vaya a inspeccionar.

—¿Y tú a donde crees que vas? —Cierra los ojos con fuerza cuando escucha a sus espaldas la irritante voz de su amiga y jefa. Da media vuelta sobre sus talones y pone su mejor sonrisa, ambos lo miraban con desaprobación. —Ve a ver qué sucede con la chica.

—¡Mi turno está por terminar! —Reprocha, sabe que no tiene ningún derecho a hacer algo como eso, y que probablemente la vida de alguien se encuentre en riesgo justo en ese instante. Pero él lleva más de veinticuatro horas sin dormir, sus piernas están entumecidas y sus ojos amenazan con cerrarse en cualquier instante. —¿Por qué tengo que ir yo solo? Ryan apenas inició su turno hace unas horas.

—Te estoy dando una orden, Elían. Además, aún faltan diecinueve minutos para que termine tu turno, los suficientes para que vayas y te des cuenta si en verdad alguien está en peligro, o solo es otra broma, que dudo sea la primera opción, razón por la cual irás tú solo, si necesitas refuerzos solo llama, estaremos al pendiente.

—Si es una broma, juro que voy a matar a esa persona. —De mala gana deja su maleta de nuevo en la mesa y toma las llaves del camión. —¿Dónde es?

—Rinville Park.

Escucha las risas de su jefa y compañero mientas se dirige a la parte delantera de la estación, sus pisadas son firmes y furiosas, no puede evitar sentirse irritado, sabe de antemano que no será nada grave, pero aun así intenta apresurar el paso. Se sube al camión y arranca, otro compañero lo saluda desde la salida, pero lo ignora.

Las calles se encuentran solas, y con toda la razón, ya tan solo faltan unos minutos para que se hagan las doce de la noche. Observa el panorama con pereza, las luces de los semáforos se le hacen insoportables y el frío que entra por la ventanilla es helado, aunque su uniforme hace un buen trabajo para abrigarlo. Intenta concentrarse en el camino, ve a su alrededor en busca de alguna señal que le indique peligro, la inmensidad del parque y la falta de iluminación hacen que su misión sea más difícil, aun así, sigue recorriendo las calles hasta que a la lejanía observa la figura de una mujer, haciéndole señas con los brazos.

No se preocupa por estacionarse bien, se orilla lo más posible y baja corriendo, la mujer se le acerca y de forma automática Elían busca señales de que esté herida o algo por el estilo. Su ceño se frunce cuando nota todo alrededor tranquilo, lo único que interrumpe el silencio es el llanto de ella.

—¡Menos mal llegó! ¿¡Por qué demoró tanto?! —Reclama la mujer entre lágrimas, está titiritando del frío y su rostro tiene manchas de lo que parece ser pintura amarilla.

—¿Cuál es la emergencia? —No espera que la pregunta salga de manera tan tosca y desganada, la mujer parece no notarlo porque solo lo agarra del brazo y empieza a arrástralo al centro del parque. —Necesito que me diga qué sucede o me iré, usted no parece estar en riesgo como indicó en la llamada.

El arte de pretenderWhere stories live. Discover now