Una última vez

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Akaza miró la esquina del libro que acababa de terminar, jugando con las páginas, disfrutando del sonido que hacían al moverse

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Akaza miró la esquina del libro que acababa de terminar, jugando con las páginas, disfrutando del sonido que hacían al moverse.

Como Kyojuro había decidido regresar a la casa de su familia y quedarse allí por un tiempo, se había tomado el tiempo para encontrar un escondite apropiado que no lo hiciera sentir enjaulado dos días después. Era una casa pequeña, con muebles rotos y marcas de garras a lo largo del piso y las paredes. Habían manchas oscuras en algunos tablones. Quienquiera que haya vivido aquí, estaba muerto o se había ido hacía mucho tiempo después del ataque. Incluso con la puerta abierta, la luz del sol nunca llegaba a la mitad de la habitación—eso era todo lo que necesitaba.

La luz del sol se había convertido en un brillo anaranjado y trazó los contornos de los rayos dentro de la casa con sus ojos, esperando que se desvanecieran y que el mundo se volviera oscuro.

Reflexionó sobre sus planes para la noche. Kyojuro había estado ocupado con su hermano la noche anterior y había esperado frente a la habitación hasta que llegó la medianoche. Aún así, el cazador había pasado tiempo con él, mirando las estrellas, aunque estaba claro que apenas podía mantener su ojo abierto. Era el tipo de gesto que a Akaza le costaba entender, después de toda una vida pensando solo en sí mismo. Era... dulce.

Kyojuro se disculpó por su tardanza, pero descubrió que no le importaba la espera. La recompensa siempre valía la pena.

"Quédate con tu hermano todo el tiempo que quieras mañana," le había ofrecido. "No vendré."

Como era de esperar, primero se había negado. Pero lo había tenido solo para él durante semanas, e incluso si no podía imaginar cansarse de sus encuentros, Kyojuro era humano y los humanos amaban sus lazos con amigos y familiares. Era mejor que estuviera con ellos cuando se presentaba la oportunidad—Akaza podía esperar.

"Entonces compénsame la noche siguiente," emitió como un desafío.

A Kyojuro, a pesar de toda su charla sobre el deber y las obligaciones, le encantaba demostrar su valía. Sabía que no se sentiría decepcionado.

Entonces, cuando se puso el sol, se adentró en la noche y deambuló a un ritmo relajado sin ningún objetivo en mente. Pasaron unas horas antes de que algo captara su atención, la brillante chispa de una batalla que pudo sentir antes de que el sonido llegara a sus oídos.

Curioso, siguió el resplandor de las energías. Encontró a dos demonios inferiores gruñéndose el uno al otro, disputándose el derecho a una presa que gemía contra una pared unos metros más atrás. Era una mujer, pero le pareció algo extraña. Ella era, para el estándar de un demonio, vieja. Supuestamente, las mujeres estaban en su mejor momento cuando tenían la capacidad de engendrar bebés—lo había aprendido durante una conversación que a Douma le había entusiasmado demasiado y que él había soportado al pensar en todas las formas espantosas en las que podía hacer que la otra Luna Superior dejara de hablar. Antes de eso, se consideraba que eran demasiado jóvenes para ser nutritivas y después, solo eran iguales que los hombres.

Fleur de Lune ❍ RenkazaWhere stories live. Discover now