Cuando Akaza calculó mal cuánto tiempo le quedaba antes de que saliera el sol durante su pelea con el Pilar de la Llama, se vio obligado a retirarse antes de que pudiera convertirlo en un demonio, o matarlo. Kyojuro quedó gravemente herido y el cami...
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Akaza estiró los brazos y reprimió un bostezo. El día estaba brillante y soleado afuera y los rayos calentaban su piel de una manera que lo volvía letárgico.
Todavía era una sensación extraña, tenerlos vagando sobre él en una suave caricia en lugar de las dolorosas quemaduras que aún podía recordar con tanta claridad. Cuando se quedaba afuera todo el día, disfrutando del calor, Kyojuro a veces bromeaba diciendo que estaba tratando de compensar todos esos años pasados en la oscuridad.
Aun así, se sumergió en el interior de la residencia de los Rengoku, alejándose del sol y adentrándose en las frescas sombras dentro de las paredes. Era el único presente en este momento, regresó de sus mandados antes de lo que había pensado. Kyojuro estaba almorzando en casa de los Ubuyashiki, donde los Pilares se reunían una vez cada pocos meses, para mantenerse en contacto entre ellos y con Kiriya y sus hermanas. Por lo general, regresaba con suficientes chismes como para mantenerlo hablando durante horas, lo que nunca dejaba de parecerle divertido. No podía esperar a escuchar lo que le contaría esta vez, cuando regresara a última hora de la tarde, como solía hacerlo.
Por eso retrocedió cuando vio a Kyojuro yendo a su habitación, mucho antes de lo que esperaba.
También notó algo diferente en él. Estaba seguro de que la capa que vislumbró envuelta alrededor de sus hombros no estaba allí cuando se había ido.
Curioso, caminó en silencio tras él. La puerta de su habitación estaba abierta y se apoyó en el marco mientras observaba a Kyojuro buscar algo en un cajón. Tenía razón—no conocía esta capa.
Era similar a la que había usado como Pilar de la Llama, la mitad superior era blanca y tenía un degradado que iba de amarillo a rojo en la parte inferior donde la tela se curvaba en formas llameantes. Sin embargo, a diferencia de su capa de Pilar, esta tenía grandes líneas azules que pasaban por la amplia extensión de la tela blanca. Una verticalmente en el medio, bajando por la mitad de su longitud y tres líneas horizontales a cada lado, envolviéndose hasta el frente por lo que parecía. Había menos llamas en la parte de abajo y sus formas eran más grandes. Entre cada una, colgaban borlas de un color familiar.
Sintió como el calor se extendió por su pecho—fuera lo que fuera, era algo en lo que había pensado mucho, fusionaba sus propios patrones con los que Kyojuro había usado con orgullo como cazador de demonios.
"Te ves bien con eso."
Kyojuro se dio la vuelta.
"¡Akaza, ya estás en casa! Pensé que regresarías más tarde," sonrió, antes de agarrar el costado de la capa y mostrársela. "¡Es un regalo de Tamayo! Shinobu lo llevó. ¿No es genial? ¿Qué opinas?"
Akaza sonrió con picardía.
"Que se vería aún mejor en el piso."
Kyojuro abrió mucho su ojo, confundido por un segundo, antes de soltar una carcajada.
