Extraño del infinito

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Me encontraba en el suelo,
con la espalda sobre el césped,
con la mirada perdida, sin consuelo.
Bajo un cielo azul, a su merced.

Eso fue lo bonito,
también lo extraño.
Era una tarde en el infinito,
soleada, sin las nubes de antaño.

El aire era templado,
agradable, primaveral.
De pronto cambió de plano.
Al cielo vi encapotar.

Ahora un firmamento cubierto,
repleto de nubes grises.
El aire congelaba por cierto.
Las gotas en mi rostro formaban eses.

Gélida lluvia sin cesar caía,
sobre mi rostro, dolores sentía.
Eran intensos en todo mi cuerpo.
Mi corazón encayaba en su puerto.

Tuve deseos de llorar
como nunca, no lo iba a soportar.
Fueron deseos cargados de impotencia,
insostenibles, de profunda impaciencia.

El dolor me repercutía hasta el alma,
mientras el cielo volvía a ser azul.
Las nubes se disipaban, todo cambia.
La lluvia volvía a dejar paso a la luz.

El aire volvía a tornarse cálido.
Me envolvió una especie de alivio.
Demasiadas veces, demasiado,
hicieron sentirme como un niño.

Era una cadena de interminable suceso.
Lo vivía tan placentero como caótico,
tan hermoso como despótico,
tan pacífico, como turbulento y espeso.

El tiempo se estiró demasiado y en el acto.
Tanto que se tornó infinito.
No pude medirlo de ningún modo exacto.
Mi dolor fue mayor al que aquí explico.

Cuando menos lo esperé,
ante mí quedó una extraña figura.
Se mantuvo allí de pie,
arrojándome una sombra oscura.

Lo contemplé en eterno silencio,
con aire cálido bajo un cielo sin nubes.
Sol refulgente brillaba más de un tercio,
cuando por fin pude ver mi abdomen.

Pude ver allí una herida abierta,
me rajaba la piel de forma horizontal.
Era tan dolorosa como longitudinal.
Una herida infringida por manos expertas.

Para mi sorpresa este profundo corte,
se fue disipando poco a poco y sin cesar.
De algún modo ante mis ojos lo pude apreciar,
de testigos estaban las nubes presentes.

El extraño una mano me estiró,
cálida, suave y con la fuerza de un coloso.
Antes de nada con voz grave me habló,
amable, para decirme esto que expreso:

──Vamos hijo, ya nada más has de temer.
El camino ha sido largo, no lo dudes, lo sé.
Siente en tu corazón la luz penetrar.
Ahora lo mejor...créeme, ahora va a empezar.

Me envolvió entonces una cálida luz,
blanca, rigurosa, hermosa en forma de cruz.
Justo cuando olvidaba toda piedad,
justo entonces, me envolvió la más bella felicidad.

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