En la canoa

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El aborigen abrió los ojos,
se mecía y se mecía.
Es que estaba en su canoa o eso decía,
sobre un río como espejo.

Dormido se había quedado,
estaba cansado, lo merecía,
aunque algo lo había rodeado,
algo que perplejo lo tenía.

La Luna allí estaba, en los cielos de los cielos,
aunque sus ojos verla, de ninguna manera podían.
Lo alcanzó la noche, estaba perdido, sin consuelo,
mientras esa espesa niebla todo lo cubría.

Se aferraba a su canoa, ver la ribera intentaba,
pero la niebla densa y terca, sus ojos le nublaban.
Es que ahora ya su tribu muy lejos de allí quedaba,
ya ni siquiera sabía hacia donde ésta se encontraba.

Era niebla, era blanca, inmersa en la noche oscura,
no sabía qué tipo de luz de esa forma iluminaba.
Puso en cuestionamiento toda su cordura,
cuando notó que algo vivo entre la niebla caminaba.

Vio brazos, vio rostros, a la vez no vio nada.
Las figuras se mezclaban, algunas eran aladas,
se escondían, desde allí no se apreciaban,
al mismo tiempo que se mostraban.

¿Intentaba hablar con él?
¿Era una especie de hadas?
Era magia, quizás era magia,
pero algo vivo allí se encontraba.

Como si sus ojos se apagaran,
la niebla desapareció.
La noche volvió a ser oscura,
pudo recuperar la visión.

Reencontró el camino entre tinieblas,
así que a su tribu por fin volvió.
Jamás vió de nuevo esa niebla,
ni a nadie de ella jamás le habló.

Poemas para pensar, reír, llorar y amarWhere stories live. Discover now