Capítulo 5

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Era imposible que fuese JungKook quien había intentado entrar en el dormitorio aquella tarde. Seguramente había sido uno de los criados, y al fin y al cabo lo que ellos hicieran resultaba indiferente. Los criados chinos siempre estaban al corriente de todo, pero se mordían la lengua.

El corazón se le aceleraba un poco cuando le venía a la mente la imagen del pomo de porcelana blanca girando lentamente. No debían volver a correr riesgos así. Más valía ir a la tienda de curiosidades. Nadie que lo viera entrar le concedería mayor importancia, y allí estaban completamente a salvo. El propietario de la tienda conocía a Jimin y no era tan necio como para jugarle una mala pasada al vicesecretario colonial. En realidad, si Jimin lo quería, ¿qué más daba todo lo demás?

Abandonó la galería y entró en su salita, se dejó caer en el sofá y, cuando tendía la mano para coger un cigarrillo, advirtió que encima de un libro había una nota. La abrió. Estaba escrita con lápiz.

Querido YoonGi,

Aquí tienes el libro que querías. Me disponía a enviártelo cuando me he tropezado con el doctor Jeon, quien se ha ofrecido a llevártelo, ya que iba a pasar por casa.

V. H.

Tocó la campanilla, y cuando se presentó el criado le preguntó quién había llevado el libro y cuándo.

—Lo ha traído el amo, señor, después del almuerzo —contestó él.

Así pues, había sido JungKook. YoonGi telefoneó de inmediato a las oficinas del secretario colonial y preguntó por Jimin. Le contó lo que acababa de averiguar y, como él tardaba en responder, añadió:

—¿Qué hago?

—Ahora mismo estoy en medio de una reunión importante —le informó—. Me temo que no puedo hablar contigo ahora. Te aconsejo que de momento permanezcas a la expectativa.

YoonGi colgó el auricular, consciente de que Jimin no estaba solo y de que su falta de disponibilidad lo impacientaba.

Se sentó de nuevo, frente al escritorio, apoyó la cara en las manos y procuró analizar la situación. Por supuesto, cabía la posibilidad de que JungKook hubiese creído que dormía: no había razón para que él no se encerrara en su habitación. Intentó recordar si estaban hablando en ese momento. En todo caso, no hablaban en voz muy alta. Y en cuanto al sombrero... Qué locura por parte de Jimin dejarlo en la planta baja, pero de nada servía culparlo por ello, era de lo más natural y no había indicios de que JungKook hubiese reparado en él. Lo más probable es que fuese con prisa y se limitara a dejar el libro y la nota de camino a alguna cita de trabajo. Lo extraño era que hubiese tratado de abrir la puerta y a continuación las dos ventanas. No era típico de él molestarlo cuando lo creía dormido.

¡Qué tonto había sido!

YoonGi se estremeció un poco y sintió aquella dulce punzada en el corazón que notaba siempre que pensaba en Jimin. Había merecido la pena. Él le había asegurado que estaría a su lado, y si la sangre llegaba al río, bueno... Que JungKook armara un escándalo, si quería. ¿Qué importaba, mientras tuviese a Jimin? Quizá lo mejor sería que JungKook se enterase. YoonGi nunca había llegado a encariñarse con él y, desde que se había enamorado de Park Jimin, soportar las caricias de su marido lo repugnaba y hastiaba. Ya no quería saber nada de él.

Dudaba mucho que él pudiera demostrar algo. Si lo acusaba, YoonGi lo negaría, y si se encontraba en una situación en que ya no fuese capaz de seguir negándolo, bueno, le arrojaría la verdad a la cara, y que él tomase la decisión que estimara más conveniente.

El velo pintado (KookGi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora