quince.

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Ante las palabras de Hyunjin, los aplausos y gritos no se hicieron esperar. Yongbok apretó las manos del príncipe, conteniéndose para no besarlo en público, y sólo sonrió con felicidad, volteándose a saludar el público.

No pudo encontrar el rostro de Gaeul o las otras Cortesanas, apenas siendo capaz de enfocar la vista por la emoción. Sin embargo, pudo sentir algunas miradas de molestia y, sobre todo, desconcierto, y sabía que no era para menos. ¿Quién iba a esperar que un simple muchacho, nacido en la pobreza y miseria, fuera a casarse con el futuro Emperador? Él jamás lo pensó durante gran parte de su vida.

Hyunjin indicó que la fiesta continuara, por lo que la música no tardó en sonar, y los bailes y conversaciones a retomarse. Aunque todavía estaban algunos ojos puestos en él.

—Mi Señor... —barboteó Yongbok, conmocionado—, lo hizo.

—Claro que sí —Hyunjin se volteó a verlo, sorprendido, y le agarró la barbilla—. Te lo prometí, amor mío.

—Sí —otra vez tuvo que contenerse para no besarlo y abrazarlo. Sabía que no sería bien visto, no en público—. Me ha hecho la persona más feliz de la noche.

—Todavía no acaba la noche —recordó Hyunjin—, todavía me falta hacerte más feliz.

Yongbok se rio, encantado, y el príncipe tiró de él para sentarlo a su lado, en una nueva silla que acababan de acomodar. El corazón del doncel no dejaba de latir, acelerado y lleno de alegría, y ahora ya no pudo contenerlo: agarró unas uvas que se encontraban en el plato más cercano, extendiendo su mano para alimentar a Hyunjin. Complacido, el mayor lo aceptó.

Desde allí, en su nueva posición, Yongbok apreció el resto de la fiesta. El estrado era alto y, no pudo evitarlo, pero allí la gente parecía verse mucho más pequeña. Ansió durante unos minutos poder volver a la multitud para bailar, sentía como si la música lo llamara. Sin embargo, tenía más que claro que no sería bien visto y podía provocar algunos problemas, más con su reciente nombramiento como prometido del Príncipe Heredero. Lo que menos quería era dejar mal parado a su futuro esposo.

—¿Te aburre esto? —preguntó de pronto Hyunjin, sacándolo de sus pensamientos.

Lo miró, sonriendo con un poco de vergüenza.

—¿Tanto se me nota? —respondió—. No estoy acostumbrado a quedarme quieto, mi Señor.

—Puedes llamarme por mi nombre —recordó Hyunjin.

—¿Incluso frente a toda esta gente? —consultó Yongbok, apenado—. No quiero lucir...

—Eres mi prometido, Yongbok —la voz del mayor era firme, aunque con un toque de cariño—, mi futuro esposo y Emperatriz. Una Emperatriz está a la altura de su Emperador.

Yongbok no lo resistió más y se inclinó, besando con suavidad a Hyunjin en la boca. Sabía a carne y vino, y quiso ir más profundo, mas logró darse cuenta a tiempo y se alejó con timidez.

Los ojos del príncipe brillaban.

—Que atrevido, Joya —comentó Hyunjin, y eso fue todo. Yongbok sólo le abrazó por el brazo, suspirando con cariño.

El resto de la fiesta trascurrió con relativa normalidad, con la música resonando y la gente bailando. Yongbok se dedicó a conversar con las princesas y el príncipe menor, probando los nuevos platos que les llevaron y parecían mucho más deliciosos de los que estaban con el resto de los comensales. Además, algunos funcionarios del gobierno se acercaron y felicitaron al Emperador por la ceremonia, junto con darle sus respetos al muchacho.

—Mañana te presentaré al resto de funcionarios —le dijo Hyunjin, poco después de que los príncipes menores se hubieran retirado para ir a la cama. Sólo quedaban Haewon y Hyunjin, además del Emperador—. Es burocracia, será muy aburrido, pero tendrás que poner tu mejor cara.

jewel › hyunlixWhere stories live. Discover now