treinta y cinco.

4.7K 422 423
                                    

Hubo un pequeño movimiento en su hombro, ligero y suave, y Hyunjin creyó que no fue adrede. Eso era lo que se decía siempre ante el primer golpe, en un vano intento de seguir durmiendo, pues el segundo golpe era lo suficientemente fuerte como para despertarlo por completo, sin poder fingir que seguía durmiendo.

—¿Qué ocurre, Yongbokkie? —preguntó, volteándose y viendo, a través de la oscuridad, los ojos brillantes de Yongbok.

—Tengo antojos —habló el doncel, con la voz triste y llorosa—, tengo antojos de...

—Mochis. Sí, me lo imagino —Hyunjin se enderezó, un poco cansado—. ¿Te has despertado recién, amor?

—No —Yongbok se movió y Hyunjin pudo ver su abultado vientre de seis lunas gracias a la luz de la vela que había quedado prendida—, me duele un poco la espalda, Hyunjinnie.

—¿Sólo la espalda? —preguntó el Emperador con evidente tono de preocupación.

Hubo un momento de silencio, como si Yongbok lo estuviera pensando bien.

—Sí, sólo la espalda —le aseguró—, ahora sólo quiero mis mochis...

Hyunjin asintió con la cabeza, estirándose para darle un beso suave en la mejilla, antes de ponerse de pie e ir hacia las puertas. Abrió sólo para avisarle a uno de los guardias de turno que fuera a la cocina en busca de los mochis, seguro de que los cocineros habían dejado una guarnición en caso de emergencia. Desde que Yongbok comenzó con los antojos que solía comer aquellos pastelillos al menos tres veces al día. El mayor creyó que, con el paso del tiempo, esa necesidad iba a desaparecer, pero no había sido así hasta el momento.

Volvió a la cama, encendiendo ahora una lámpara para que el cuarto tuviera más luz. Yongbok estaba recostado otra vez, acariciando distraídamente su vientre, y Hyunjin se acostó a su lado.

—¿Ha estado inquieto nuestro bebé? —preguntó con cariño, recostándose de lado. Apoyó su cabeza en una mano, mientras que con la otra también le acarició la barriga —¿Quieres un masaje en tus pies o en la espalda?

—Ha pateado —suspiró Yongbok—, y patea muy fuerte.

—Mmm —Hyunjin se estiró a darle un beso en la boca, sonriendo cuando sintió una patada del bebé—, ahí está, ¿eh? Parece que no le gusta que papá toque a mamá.

Yongbok resopló, pero había una sonrisa en su rostro. Una sonrisa de felicidad y alivio, porque al menor le encantaba sentir cuando su bebé pateaba. Su bebé.

El pensamiento estuvo a punto de arrancarle lágrimas de emoción. Cuando el médico Choi le comunicó de su embarazo, Yongbok estuvo llorando largamente, con el corazón tan apretado por la felicidad y, aunque no quisiera admitirlo, tristeza también. Había algo de dolor en esa noticia, pues de manera inevitable, ese oscuro recuerdo se cernía sobre su cabeza como una nube negra. Estaba esa idea... "Puedo tener bebés, tendré otro bebé", que luego parecía ser aplastada por una creencia más fuerte: "lo perderé, como perdí a mi primer bebé". Yongbok sentía que, si lo perdía, iba a enloquecer.

Ante todo, su llanto, el médico le dijo a una de las doncellas que fuera en busca del Emperador. El pobre anciano se veía muy preocupado por la forma en que sollozaba, tratando de consolarlo de lo mejor posible.

—¿Y si lo pierdo? —le preguntó Yongbok, con los labios temblando y las mejillas encharcadas —¿Si también lo pierdo? Yo me moriría, médico Choi.

—¿Por qué lo perdería, mi Emperatriz? —exclamó el hombre con clara reprobación —La pérdida de su primer hijo se debió a circunstancias externas, no a su incapacidad o algún problema con usted.

jewel › hyunlixWhere stories live. Discover now