diecisiete.

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Los siguientes días pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Yongbok no sabía si se debía al hecho de que ahora parecía tener nuevas tareas, pero el día transcurría con demasiada rapidez para él.

Ahora, como prometido del Príncipe Heredero, poseía más actividades qué hacer: caligrafía, idiomas, historia y aprender a tocar instrumentos. A Yongbok no le gustaba particularmente ese último, le era muy difícil seguir el ritmo de la música y muchas veces desafinaba. Quizás, lo único bueno, era que, al ser el prometido imperial, si se equivocaba no le regañaban con dureza.

—Odio el gayageum —suspiró esa tarde, observando sus dedos enrojecidos—, ¿por qué es tan necesario?

—Porque es una tradición, Yongbokkie —Hyunjin estaba en su escritorio, haciendo quién sabe qué. Los últimos días se la había pasado así, al acabar con sus actividades durante el día, iba a sus aposentos privados, se sentaba en su escritorio y se ponía a trabajar. A veces, se quedaba hasta tarde y Yongbok se dormía en la cama—. Podrías intentar otro instrumento.

—Hyunjinnie... —Yongbok suspiró y se puso de pie. Hyunjin no le dirigió una mirada, concentrado en sus documentos. Sin embargo, estaba decidido a recuperar su atención, y tiró de los cordones de su camisón. La tela descubrió sus hombros—. Mi Emperador...

Esas palabras hicieron que Hyunjin, finalmente, levantara la vista y sus ojos se quedaron quietos en el doncel. Yongbok caminó hacia él, moviendo sus caderas con clara provocación, hasta que al final Hyunjin dejó su lápiz y echó la silla hacia atrás. El menor no tardó en sentarse en sus piernas, abrazándolo por el cuello y acariciándole el cabello.

—Me has estado ignorando mucho —comenzó a quejarse Yongbok—, ya ni me toca, Príncipe Heredero, ¿es que ya se aburrió de mí?

—Mmm... —Hyunjin le miró con ojos perezosos—, he tenido mucho trabajo, bebé. ¿Te sientes descuidado? Qué mal prometido he sido.

Yongbok le agarró de una de las mejillas y empujó su cabeza hacia atrás, inclinándose y comenzando a besarlo en el cuello. Pudo sentir la mano de Hyunjin agarrándolo de la cintura con fuerza, y a Yongbok le encantaba la forma firme en que le sostenía.

—Mi Emperador... —le susurró el menor entre cada beso que le daba, sus labios cerrándose y su lengua lamiendo la piel de Hyunjin—, ¿me dejará así, necesitado de usted?

—Que gran pecado —gimió Hyunjin, y ahora la otra mano del príncipe fue hacia el camisón, levantándoselo y colando sus manos por sus piernas—, que mal rey he sido para mi lindo chico...

Yongbok soltó unas risas divertidas que pronto se transformaron en un gemido tembloroso, y sólo dejó que Hyunjin levantara más el camisón, sin importarle si su culo quedaba al aire. Había algo muy excitante ante ese hecho, ante quedar con pocas prendas o totalmente desnudo mientras Hyunjin seguía con sus ropas.

—Hyunjin —Yongbok se estremeció cuando los dedos se deslizaron por entremedio de sus nalgas, hacia su pequeño agujero—, quiero que me folles, por favor, por favor...

—¿Cómo voy a negarte algo, mi amor? —las manos de Yongbok fueron al baji para tirar del pantalón hacia abajo junto con la ropa interior—. Mira cómo me tienes, ven a montar ahora tu pequeño trono.

Yongbok emitió un gemido tembloroso al observar la enorme polla goteante, dura y enrojecida ante él. Los testículos se hallaban hinchados y pesados, y el menor tuvo que contener las ganas de inclinarse para saborearlos en su boca. Aunque no pudo evitar el lamer sus labios, y de pronto, la mano de Hyunjin le agarró de la barbilla, apretándole las mejillas y levantándole el rostro.

—Me encanta verte así —le gruñó Hyunjin, y metió uno de sus dedos entre los labios abultados de Yongbok, que lo lamió con ganas—, tan necesitado, queriendo una gorda polla en tu culo goloso.

jewel › hyunlixWhere stories live. Discover now