jewel › hyunlix

treinta y uno.

A pesar de que la ceremonia no era extravagante ni había demasiada alegría en el aire, a Yongbok le sorprendió lo atractivo que podía verse Hyunjin en sus ropas doradas, con el cabello negro atado en una coleta alta y el rostro inclinado mientras era ungido por el Sumo Sacerdote en la entrada del pabellón Geunjeongjeon, el edificio principal que servía como centro de los asuntos del Estado.

Le habría gustado estar en otra posición, una más cercana, pero sabía que no correspondía dado su nuevo lugar. Hyunjin había rabiado como un niño pequeño cuando le comentó dónde se ubicaría, por detrás de Jinsol y sus hermanas, sin embargo, Yongbok sólo asumió eso con calma. Si era sincero, eso pareció enojar más a Hyunjin, que discutió largamente con Haewon sobre el lugar que le correspondía a Yongbok. Al final, no tuvo más que ceder, considerando además que había muchos nobles invitados. El patio se encontraba lleno de personas observando la entronización en silencio expectante.

A pesar de ello, Yongbok tampoco pasó por alto que su hanbok parecía ser más exquisito que el de Jinsol. Hyunjin había encargado aquella prenda, de seda y brocados de oro y plata. El jeogori era de un fuerte color rojo, tan parecido a la sangre, con hermosos y brillantes detalles dorados, el más precioso, un dragón bordado en la zona de su pecho. La chima, por otro lado, poseía un brillante color azul mar, aunque con el borde de rojo, y con un diseño de color plateado a lo largo de la tela. Hyunjin le había regalado el día anterior unos aretes largos de oro y zafiro, junto con un collar con esos mismos materiales. Por último, su cabello se encontraba peinado y enganchado en un tocado de oro y rubíes, con una pequeña cadena que caía en su frente y otras más en sus orejas.

Yongbok no le había visto el problema a su atuendo, hasta que se encontró con Jinsol y notó la forma en que apretó su mandíbula, con sus ojos cubiertos de odio y, probablemente, a punto de echar espuma por su boca. Si lo comparaba, el atuendo de la muchacha era menos bonito y mucho más sobrio: el jeogori era blanco y la chima rosada, y la joyería eran unos aretes que combinaban con el collar, además de un tocado sencillo.

—¿No te da vergüenza? —le espetó ella, como si no pudiera evitarlo —Ir así, luciéndote frente a tu Emperatriz...

—Mi Emperador me ordenó venir con esto —contestó Yongbok con suavidad—. Si tiene alguna queja, futura Emperatriz, puede decírsela a él.

Más odio por parte de Jinsol. Según lo que Yongbok sabía, Hyunjin no había vuelto a llamarla y todas las noches, él estaba con el mayor. A Hyunjin parecía encantarle ser atendido por Yongbok, y el menor disfrutaba cuidar de él.

Jinsol sólo hizo un gesto despectivo antes de pasar de largo. Yongbok habría preferido no tener ese encontrón con ella, pues, al fin y al cabo, sabía que eso sólo provocaba que la muchacha se desquitara con Chaewon. Yongbok sabía que su pobre amiga estaba sufriendo al ser doncella de Jinsol, y tenía más que claro que la princesa iba contra ella como una manera de vengarse de Yongbok.

Hyunjin, en lo alto de las escaleras, recibió la corona de oro sobre su cabeza. Hasta donde sabía, por las clases de historia, medía cerca de diecisiete pulgadas, con la base de la corona teniendo un tallado de alas de pájaros en la zona interior. De ahí, la ornamentación se elevaba en cinco columnas con formas de T, decoradas con diamantes y piezas de oro en formas de corazón y escamas de pescado. Un último adorno decoraba la corona, dos alas extendidas, como si fuera un pájaro a punto de volar, y por dentro de estas, había grabado un patrón de dragón.

Una vez la corona fue acomodada, Hyunjin levantó la cabeza con gesto solemne. Los funcionarios principales del palacio entonaron un canto de felicitación por la entronización del Emperador mientras Hyunjin recibía el sello imperial y el Sumo Sacerdote entonaba las Tres Llamadas Solemnes.