Capítulo cuatro

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     Era la tercera vez que la joven se encontraba en esa situación: dormida, acostada en una cama que no estaba destinada al descanso y quizás, solo quizás, culpable de otra catástrofe nacida de sus impulsos. Aunque, en realidad, su cuerpo no permanecía sobre un colchón, ni tampoco estaba en una habitación cualquiera.

     Lara, quien en un primer instante trata de estirar sus brazos, no puede hacerlo, y luego de fracasar en el intento de abrir los ojos, su corazón se acelera debido al pánico que empieza a embargarla. ¿Por qué no podía moverse?,¿Cuál era la causa de la humedad de su cabello? Sin poder controlarlo, su pierna se mueve debido a un reflejo repentino, y es ahí, en tal segundo, cuando una pesadez extraña le invade el resto de las extremidades. Al final. Ella vuelve a realizar la misma acción de antes, aunque en está ocasión, su ceño se frunce más de la cuenta, sus pestañas se baten y su vista, un poco borrosa, se encuentra con el obstáculo más raro en esa prisión: agua, y además de eso, lo que la rodeaba.

     Una especie de máscara de oxígeno le cubría las fosas nasales y la boca, y pese a que un cable largo y grueso estaba unido a esta, eso no le impedía girar el cuello a ambos lados. Al parecer, y según lo que su mirada podía analizar, estaba dentro de un enorme tubo de metal con un liquido que hacia que unos cuantos mechones se separaran de su cráneo, que su anatomía flotara y que su poder, por alguna razón, estuviera en paz. Lara se palpa la piel de las manos, después la tela del traje que, muy probablemente, le habían puesto, y por ultimo, sus puños golpean el cristal que la mantiene ahí, prisionera.

     ¿Qué clase de lugar era ese? Una vez más, la chica arremete contra su cárcel, y aunque no rompió nada, si que supo como llamar la atención. De nuevo la puerta se abre dejando entrar al soldado de la Luna Azul, y este, junto al grupo de post-humanoides, se encarga de vaciar el contenido de aquel cilindro para después sacarla con cuidado.

­­­—­¿Qué hice ahora?­— inquiere ella cuando tuvo la oportunidad de hablar.

—Creo que explicarlo es un poco difícil— opina Julia cubriéndola con una toalla grande.

—Eso y el detalle de que también está fuera del conocimiento extraterrestre.

     Por unos segundos, las palabras de Alex la desconciertan, y mordiéndose los labios, trata de secarse las gotas que resbalan por su clavícula, pecho y espalda. Peter le escurre la melena blanca reiteradas veces; Mérida la sostiene durante un buen rato y Chelsea, sin tener todavia esa confianza con su hermana, solo se queda quieta a un costado suyo. Thomas y Joen no figuraban por ninguna parte, y eso, además de generarle curiosidad, también le provocaba un presentimiento negativo.

—Maldición— susurra Lara con un leve temblor en la voz.

—Vaya, me quitaste las palabras de la boca. En fin, tus niveles salieron estables, aunque no sé si eso dure mucho tiempo.

—Que animo tan refrescante.

—Gracias, gatita.

—¿Qué quieres decir, Alex?— interrumpe la blanquecina con preocupación.

     Dicha interrogante le cayó como un balde de agua fría al joven, y es que en realidad, ni el mismo sabía como responderla. Por lo tanto, expulsa un suspiro contenido poco a poc, y arrastrando una silla para Lara, la sienta en ella y le resume la poca información que tenía a la mano:

—Bienvenida al cuarto de análisis.

—Sin ofender, pero ya se está volviendo fastidioso el causar revuelo y que me envuelvan con cables al final.

—Lo comprendo, de verdad lo hago, y créeme, lo positivo de todo esto, aun cuando suene mal, es que tales impulsos son normales en los extraterrestres. Pero por alguna razón, los tuyos son como dos bombas atómicas.

Luna de Fuego [Saga Moons #3] {➖}Where stories live. Discover now