Capítulo siete

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      Trasladarse después de la pequeña condena los hizo tener una sensación agridulce, y es que el tiempo, en realidad, les había parecido un tanto contradictorio en los últimos meses: avanzaba rápido cuando crecían perderlo, y con lentitud, cuando deseaban que durará mucho más. Por tal razón, tanto Owen como Abel fruncen el ceño en cuanto cruzan el umbral del portal, pisan la tierra púrpura y, pese a que no estaban acostumbrados a dejarse guiar, esta vez no pusieron ninguna resistencia. El metal les pesaba en el cuerpo, la calma de sus poderes les provoca una ligereza extraña y, durante un buen rato, el cambio de aires logra que unos cuantos estremecimientos los sacudan, aunque se esfuerzan en hacer que estas sensaciones no se perciban por los otros,

      Como ya les habían advertido, dos guerreros del área senior los escoltan desde el exterior hasta el interior, y mientras atraviesan las puertas de los espacios correspondientes, los ojos de los demás aliens se posan sobre ambos: los juzgan, los evalúan y se preguntan que clase de errores debieron de haber cometido para estar en una situación tan humillante como esa. Minutos más tarde, unos robots se les unen al recorrido, y contemplando las paredes lisas, el techo alto y la inmensidad que no se notaba en las afueras, los dos chicos son escoltados hacía una de las oficinas reservadas para reuniones importantes. El cristal invade todos los rincones, los murmullos de los demás aliens también y los sonidos familiares de programación son producidos al momento en que se detienen frente a la entrada de la pieza. Cuando por fin terminan de colocar los números correspondientes y las huellas requeridas en un panel a la derecha, las puertas se abren de par en par, dándoles así la entrada al nuevo plan del que formarían parte.

      Una mesa en forma de "u" se exhibía frente a sus ojos, sillas de hierro con espaldares gigantes les servían de asientos y una pizarra de cristal táctil era la portadora de todo esos puntos a conversar. Thomas y Alex se encontraban ahí, de pie y con los brazos a la espalda, ambos esperando al tiempo que la vista desde el ventanal los distraía. Por un breve momento, ninguno de los dos se gira para recibirlos, pero después de oír el chasquido de los dedos de Julia y de observar las manos de Mérida irrumpir en el análisis del paisaje, se dan la vuelta y les piden a los autómatas que ayuden a sus huéspedes, lo cual se cumple en pocos segundos: con fuerza, los robots estiran sus brazos, luego tomas los hombros de Owen y Abel y, con ímpetu, los sientan para después arrastrarlos hacía la mesa.

—¿Esto es necesario?— pregunta el moreno con fastidio.

—Se llegó a la conclusión de que son una amenaza, además de que era la única manera de trasladarlos a esta luna— informa Thomas acercándose.

—Gracias por haber aceptado, aunque a decir verdad, no tienen muchas opciones.

—¿Siempre tiene algo que decir?— inquiere Abel refiriéndose a Alex.

—Te acostumbras en el proceso.

      El rubio, más que ofenderse, sonríe, y giñandole un ojo a Julia, se acerca a la pizarra, presiona uno de los tantos botones que esta tiene en una de las esquinas y deja que tanto Lara como Joen se presenten a través de una videollamada.

—Vaya, que interesante.

—Opino lo mismo que Owen. ¿Por qué no están aquí?— quiso saber el hermano de la blanquecina.

—Por ahora esto es lo más seguro que podemos hacer— les advierte Thomas con seriedad—. Chicos, para nadie de aquí es un secreto que Samuel huyó y que ustedes contribuyeron a muchos de sus planes.

—¿Saben? Detrás de esa primera impresión siempre habrán razones justificadas y versiones distintas.

—Pero, ¿a qué costo?

      Ante estas últimas palabras dichas por Alex, uno de los antiguos cómplices se queda en silencio, y mientras los segundos se convierten en minutos con rápidez, él no se cansa de pensar en eso: en lo que tuvo que haber hecho para, al final, no obtener nada de lo que le habían prometido. ¿Desde cuando era tan confiado? Una tos seca invade el lugar, y Owen, girando la cabeza, procura no inquietarse más de lo necesario al ver a Akira respirar con dificultad. Por inercia, el chico trata de levantarse, sin embargo, el robot no le concede la alternativa de poder auxiliar a la japonesa.

Luna de Fuego [Saga Moons #3] {➖}Where stories live. Discover now