♞ Extraño

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Estaba aquí

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Estaba aquí.

El hijo de Alfred estaba aquí y toda la situación me parecía tan surrealista que por poco tengo que pellizcarme para cerciorarme que no se trataba de un sueño.

Las palmas de las manos me sudaban, un ligero zumbido se había instalado en mis oídos mientras lo único que podía hacer era aguardar al instante en que nuestras vidas cambiarían para siempre. No sería un cambio bueno, era de lo único de lo que estaba segura. Pues nada bueno resultaba de un secreto y eso era precisamente lo que ese tal Blake Harlowe era para mi.

Los pasos de Riley regresando al living me sacaron de mi ensimismamiento y, enfocando mi atención, me di cuenta de que en vez de verse acompañado por un hombre, era una mujer quien lo seguía.

Lo primero que pensé fue que Blake había traído a su esposa a Devon.

Sin embargo, ella caminó en línea recta a través del living en dirección a mi padre, se detuvo frente a él y le regaló una sutilísima sonrisa.

—Señor Huxley, lamento no haber llegado para la hora del té —se disculpó ofreciéndo una mano que papá estrechó en menos de un santiamén.

¿Blake era una mujer? ¿Cómo era posible? ¿Y por qué nadie se molestó en aclararlo?

Supuse que para papá aquel era un detalle insignificante, pero para mi no lo era. ¿Cómo iba a enfocarme en lo que era importante si delante de mí la mujer se veía increíble con ese traje negro entallado y hablaba como si fuera una conductora de la BBC?

Maldita citadina con su estilo urbano y su cabello oscuro y brilloso cayendo lacio sobre su espalda.

—Oh, no es problema, en serio. El tráfico a esta hora debe ser terrible —replicó papá con su típica amabilidad causando que la foránea mantuviera la cortesía en su rostro.

Me descubrí observándola con más atención de debida, notando su cuerpo delgado llegando apenas unos centímetros por debajo de papá (no es que él fuera un hombre excepcionalmente alto, pero ella estaba por encima del promedio); sus hombros estrechos y piernas largas. La luz y mi ángulo de visión no me permitían discernir por completo la expresión en su rostro, solo su nariz pequeña y las facciones marcadas de sus mejillas y mandíbula.

Me lleva el diablo.

Era preciosa.

Inmediatamente, me detuve. Mis pensamientos estaban yendo por terrenos peligrosos.

Alfred estaba muerto y esta mujer, esta extraña, era dueña del 40% de la propiedad, de la casa donde papá y yo vivíamos. Este era el momento menos oportuno para mirar mujeres.

—Es bastante espantoso, sí.

Un sutil matiz en la forma en que hablaba llamó mi atención, un ligero acento rótico se filtraba a través de sus palabras. Estaba ahí, apenas perceptible, pero lo escuché. Quizás la tal Blake no era londinense después de todo.

El arte de ceder (o La indómita naturaleza de Ava) © - GirlsloveWhere stories live. Discover now