♞ Decisiones

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Mantuve mi palabra y permanecí en Nomansland durante dos días más después del episodio de Augusto

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Mantuve mi palabra y permanecí en Nomansland durante dos días más después del episodio de Augusto. Estaba bastante claro que Ava me culpaba por lo sucedido y a pesar del desprecio que vi en sus ojos, no podía irme.

Yo no era responsable de las decisiones del señor Huxley, pero eso no significaba que mi presencia en la yeguada no hubiera desencadenado esta situación.

Por eso me quedé. Porque estaba segura de que podía ayudarlos, al menos un poco. Y porque sentí que se lo debía al señor Huxley. ¿Por qué? No tenía ni puta idea.

A la mañana siguiente, antes de que saliera el sol y con el silencio cayendo en la casa, me levanté y me di una ducha rápida con la intención de comenzar mi día adelantando parte de mi trabajo de la editorial.

De puntillas, con mi notebook bajo el brazo, bajé las escaleras y caminé por el pasillo hacia la cocina, entrecerrando los ojos para no chocar con ningún mueble. Una vez allí, preparé un poco de café y llené la taza más grande que pude encontrar. Iba a necesitar algo de combustible si quería sobrevivir el día.

Por suerte, logré avanzar bastante rápido. Tenía algunos artículos que aprobar antes de enviarlos a la imprenta; también quedaron algunos temas de diseño por resolver con Geoffrey, mi director creativo y mejor amigo, y por supuesto estaba el emprendimiento de rediseño que pretendía liderar el próximo año.

Muy poco tiempo para llevar adelante cosas tan importantes.

Pasó casi una hora. La tenue luz del sol atravesó las cortinas y algunos pájaros cantaron débilmente en la distancia.

El sol también dio la bienvenida a alguien más.

Pasos resonaron por las escaleras y luego a través del corredor en mi dirección.

—Buenos días —dije en voz baja sin levantar la vista de la computadora y suponiendo que era ella. ¿Quién más se levantaría tan temprano sino Ava?

—Estás despierta —observó con voz ronca mientras se acercaba a mí, lo que me obligó a mirar hacia arriba. No había dormido nada, me di cuenta por los círculos oscuros debajo de sus ojos.

—Tenía trabajo que hacer —expliqué mientras terminaba de escribir el último correo electrónico y por fin le dediqué toda mi atención.

Ya estaba completamente vestida, preparada para comenzar con sus quehaceres diarios. Las tareas no se detienen en una estancia, ni siquiera cuando claramente se necesita un descanso.

—Ya veo.

La vi verter café en una taza y buscar varios artículos en la alacena para hacer el desayuno. Cortó unas cuantas rebanadas de pan y luego puso la mantequilla y un tarro de mermelada delante de mí. Debo admitir que el gesto me sorprendió un poco. Esperaba que me ladrara y luego desapareciera en la fría mañana.

—¿Cómo está tu padre? —pregunté con curiosidad, puesto que no había participado en la conversación entre ella y el Dr. Foster.

—Podría contraer neumonía si no se recupera de este episodio —dijo, sin complacerme con una mirada. Ese simple gesto me dijo todo lo que necesitaba saber: había hablado con su padre, eso explicaría por qué se comportaba civilizadamente conmigo ahora; pero Ava estaba furiosa y yo era la causante de ello—. Debo llevarlo a la ciudad en un par de días. Iré a buscar sus medicinas y regresaré más tarde.

El arte de ceder (o La indómita naturaleza de Ava) © - GirlsloveOnde histórias criam vida. Descubra agora