♞ Traición

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—¿Ava? Ava, ¿estás aquí? —llamé su nombre, deteniéndome abruptamente en la entrada del corral de Daphne

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—¿Ava? Ava, ¿estás aquí? —llamé su nombre, deteniéndome abruptamente en la entrada del corral de Daphne.

Un penetrante aroma a madera ingresó por mi nariz, más presente que otras veces debido a que habían baldeado el piso y retirado todo el heno que antes ensuciaba en espacio.

Solo había un par de bloques de alfalfa, el equipo de montar acomodado con meticulosidad sobre uno de ellos y, al lado de este, Ava sentada con su cabeza hundida entre sus manos.

—Linda... —la llamé con cariño y fui hacia ella, quien levantó su mirada brillosa y se encontró con la mía a la distancia.

—Daphne vivirá —anunció sin un ápice de emoción, y voz gutural y ahogada—. Aunque no saben en qué estado.

Me arrodillé entre sus piernas y froté sus muslos con cuidado. Ella tembló bajo mi toque y yo, sin saber muy bien cómo empezar, la observé.

Lucía terrible.

Ya no quedaban restos del maquillaje que ocultaba el moretón bajo su ojo, el corte de su labio se veía inflamado, quizás porque lo había mordisqueado durante un ataque de nervios. Su cabello negro era un lío, manchas de barro y tierra ensuciaban su chaqueta.

Ava pendía de un hilo y yo no tenía idea cómo explicarle lo que había escuchado en el audio que Eli me había enviado minutos atrás, ni lo que me había entregado una vez que la hallé con el rostro cubierto de lágrimas.


—Má... —sollozó Eli en cuanto me vio entrar al corral. Con presteza, se puso de pie, corrió hacia mí y enroscó sus bracitos alrededor de mi cintura.

Me aseguré de estar serena antes de ir a verla, de llorar en silencio y sacar toda la ira contenida para encontrar a Eli e intentar consolarla. Sin embargo, en cuanto me estrechó en un fuerte abrazo, el corazón se apretó en mi pecho y latió acelerado al escuchar el miedo en la voz de mi niña.

—Hija... —La sujeté fuerte, recibiendo su dolor e intentando quitárselo de alguna forma—. Está bien, mi amor. Estás bien, no paso nada...

Froté su espalda, acomodé su cabello. Despacio, la sostuve por los hombros y me separé de ella. De sus ojos, iguales a los de Nat, se derramaban lágrimas sin parar.

—¿Cómo te sientes?

—Frank... Es un hijo de puta, Blake —hipó con una mezcla de furia y tristeza, ignorando mi pregunta—. Nos mintió... Nos mintió a todos... Y Daphne...

Inspiré fuerte, aunque eso no evitó que un llanto de impotencia también se hiciera presente en mí. Al menos eso me impedía ir a buscar a Frank y partirle una silla en la cara.

—Lo sé. Fuiste muy valiente, Elinor... Tan valiente, hijita.

No era el momento de decirle que no debía volver a ponerse en esa situación, que había estado en peligro. Porque lo cierto era que Elinor no eligió nada de eso. Simplemente le sucedió.

El arte de ceder (o La indómita naturaleza de Ava) © - GirlsloveWhere stories live. Discover now