cap 2

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La mañana del lunes, Marión caminaba rumbo a la universidad con audífonos en los oídos. Disfrutando de aquella hermosa y agradable mañana fría, sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta de jean por el frío.

Por alguna razón había despertando de buen humor, -cosa bastante rara- y quería que todo el resto del día siguiera así, sin problemas.

A lo lejos, divisó la universidad repleta de chicos jóvenes caminando de aquí para allá con sus amigos haciendo chistes, y planeado seguramente la siguiente fiesta a la que irían, nada raro en los universitarios.

Con una sonrisa, se quitó los auriculares para saludar a sus amigos, quienes hablaban sentados en uno de los bancos de la plaza de la universidad.

—¡Buenos días Mimi!— saludó Zayn con un libro en manos.

—¿Mimi? ¿Qué se supone que es eso?— preguntó Marión abrazando a Tabata.

—Se me acaba de ocurrir justo cuando venías hacia nosotros.— contestó.

—Es un tonto, no le prestes atención.— habló Tabata rodando los ojos divertida.

Con risas, la castaña se sentó para acompañar a los chicos y hablar de cosas triviales, hasta el momento en que ya era hora de entrar a clases.

Mientras caminaba por los pasillos, no pudo evitar recibir comentarios como "¡Que buena transmisión la de anoche Marión!" O "muy ciertas tus teorías, yo te apoyo".

Comentarios como esos recibía cada que transmitía el podcast, claramente también habían comentarios negativos a los que trataba de ignorar, aunque resultara un poco difícil.

Después de un par de clases, -algunas más aburridas que otras- fue directo a su casillero para guardar un par de libros que ya no necesitaría.

La chica se sobresalto al sentir la vibración de su teléfono en su bolsillo del pantalón, al encenderlo notó que era un mensaje de su madre, disculpándose por no avisar que no llegaría la noche anterior, y que lo compensaría, seguramente con algo material, pensó Marión.

Ya se había acostumbrado a estar sola en casa, a los mensajes de disculpas, y a las cenas sin compañía. Ya era simple costumbre en la chica, cosa que llegaba a deprimirla bastante, hasta el punto de querer...

No, no podía pensar en cosas como esas. Simplemente no se podía.

Pensaba que estaba loca y necesitaba ayuda psiquiátrica por tener pensamientos suicidas, pero ¿Cómo le hacía para no tenerlos si siempre estaba sola? Era como si a nadie le importara, y por más que tuviera a sus dos amigos, ellos tenían vida social que no cambiarían por estar con ella en casa.

Al final solo respondió un "está bien no te preocupes, te quiero" para solo recibir las dos palomitas azules y ser dejada en visto por su propia madre.

Que más se podía esperar de las personas, si hasta a su propia madre ni le importaba.

Con ojos llorosos se dirigió al baño para lavarse la cara y quitar cualquier rastro de lágrima, ésto para evitar preguntas por parte de sus amigos.

Se miró al espejo, directo a los ojos, preguntándose, que hacía ahí, cual era su propósito de vida, porque a pesar de estudiar algo que le encantaba, sentía que no era suficiente.

Veía a aquellas chicas frente al espejo, colocándose pintura de labios roja para impresionar a los chicos, otras con aquellos cuerpos de infarto que desearía tener, y ella... simplemente era ella; delgada, estatura promedio, quizás 1,70, cabello castaño hasta un poco más abajo de sus hombros, ojos grandes y marrones rasgados, labios delgados y pálidos, algunas pecas casi invisibles, pechos pequeños, cintura pequeña, y ya lo demás era...normal en una chica, suponía.

Él Te Escucha Where stories live. Discover now