Sky...

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Los demás ya estaban comiendo su comida china, ya que la habían pedido antes, mientras que Roier y Cellbit seguían esperando, el repartidor ya venía en camino.

– Tengo hambre...

– Calma, ya está a unas cuantas cuadras de que llegue.

El de bandana suelta un suspiro, carga su peso en sus manos y se echa ligeramente para atrás, cerrando los ojos debido al sol que le llegaba directamente al rostro. Cellbit notó esto y levantó su mano, tapándole el sol para que pudiera descansar tranquilo.

– ¿Y el sol? – Roier abre los ojos un poco confundido al ya no tener la molesta luz directamente en los ojos, y ve que la mano de Cellbit lo estaba tapando, además de que le estaba dedicando una dulce sonrisa que logró que su corazón diera un vuelco.

»¿Acaso es normal en Brasil ser así de amable y lindo?« Inevitablemente pensó el castaño, se miraron por unos cuántos segundos, pero Roier cortó el contacto visual por la vergüenza que sintió y volvió a cerrar los ojos, soltando un bajito "gracias".

Si bien a Cellbit se le estaba empezando a acalambrar el brazo, lo ignoró y siguió tapándole el sol al contrario, se le veía bastante relajado y no quería que el sol alterara su paz.

Lamentablemente no pudo mantener la paz del castaño intacta porque el celular de este sonó, indicando que el repartidor ya había llegado, por lo que ambos se levantaron, avisándole a los demás que irían a buscar su comida.

Vieron al repartidor de lejos, por lo que se dirigieron a su dirección, Roier confirmó que sí era su orden y tomaron su pedido para así volver donde sus amigos. Cellbit se ofreció de llevar la bolsa de papel, pero el de bandana se negó.

– Es sólo llevar la bolsa, Roier.

– Por eso, no es tan difícil para mí llevarla, ¿o me crees débil acaso?

– No, no, solamente quería ayudarte un poco.

– Ya me has ayudado suficiente pagando doblemente hoy. ¿Acaso todos en Brasil son súper amables? – El comentario hizo reír a Cellbit. – Hablo en serio.

– Bueno, me gustaría creer que sí, pero no tanto como yo.

Siguieron conversando hasta que llegaron al grupo, sentándose en los mismos lugares que antes, esta vez con más distancia. Sacaron la caja de sushi de la bolsa de papel junto con los palillos y salsas.

– ¿Qué salsa quieres? – Pregunta Roier mientras que tomaba un sobre de salsa teriyaki y de soya.

– De teriyaki, por favor. – El castaño mira ligeramente extrañado al rubio por sus gustos, cosa que hace reír a este, pero igualmente le pasa el sobre de salsa. – ¿Qué tiene que me guste la salsa teriyaki?

– No, nada, nada.

– Dime. – Arrastra un poco la palabra, curioso de la opinión del contrario.

– Pues es que sabe raro, Cellbit. Un día la probé y casi que me muero de tan mala que era.

Y Cellbit se preguntó por un segundo "¿Cómo es que no puedo dejar de reír con este chico?". Toda palabra, frase o comentario que decía el castaño le causaba gracia, lo encontraba tan interesante, tan cautivante y agradable en todas las maneras posibles. Cada minuto que pasaba al lado de Roier confirmaba que era totalmente encantador.

– Que exagerado, pero yo podría decir lo mismo de la soya, es demasiado salada.

– Pero es rica.

Tradúceme, corazón - GuapoduoWhere stories live. Discover now