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Una mañana en la que regaba las flores de mi jardín, me di cuenta de que el clima era ligeramente más frío de lo habitual. Supuse que eso tenía que ver con la tristeza de Deméter o la ausencia de Perséfone.

Espero que esto no empeore, pensé, viendo cómo la piel de mis brazos se erizaba. Me dirigí al manzano plateado y vi que Iria y Eleni estaban ahí, esperándome.

—Las ninfas de Apolo nos pusieron al tanto de lo que ha ocurrido en el Olimpo—dijo mi tatarabuela.

Me estremecí.

—¿Y qué ha pasado?

Ambas intercambiaron una mirada triste.

—Perséfone fue raptada por Hades—dijo Eleni—. Le pidió permiso a Zeus para desposarla y él se lo concedió.

—¿Q-Qué?

—Hades ha estado enamorado de Perséfone desde hace muchos años, solía espiarla cuando ella estaba en los campos. Él adoptaba la forma de un pájaro o un venado para pasar desapercibido.

Sentí cómo se me helaba la sangre. El rey del inframundo estuvo cerca de nosotros todo este tiempo. Pudo matarme si así lo hubiera querido.

—Hades dijo que quería acercarse a ella de una manera menos violenta—dijo Iria—. Pero vio que Perséfone y tú eran cada vez más cercanos, y no pudo soportarlo. Actuó por impulso.

—No…no puede ser—musité—. Él no tenía derecho a hacerlo. ¿Por qué…?

Apreté los labios. Creí que a estas alturas ya no me quedaban lágrimas, pero no era así. Abracé a mi tatarabuela y sollocé como cuando era niño.

—Hades dijo que Perséfone está bien—dijo Eleni—. Vive rodeada de lujos en su reino.

—No, ella no está bien—espeté—. Perséfone es un alma libre, ama la naturaleza. Se  marchitará si continúa allá abajo. Y todo será mi culpa… Hades la secuestró porque la vio conmigo…

—Nada de esto es tu culpa—me aseguró Iria, pasando una mano por mi cabello—. Él igual se la hubiera llevado si ustedes nunca se hubieran conocido.

Había oído historias sobre Hades a lo largo de mi vida. Él es un dios tranquilo que se limitaba a cumplir con su labor en el inframundo, y no molestaba a nadie. ¿Por qué decidió llevarse a Perséfone así, sin importarle que ella le suplicó una y otra vez que la dejara ir? ¿Tan profunda y amarga era su soledad? ¿Sus celos a lo que ella y yo teníamos?

—Persérone ha de estar sufriendo mucho—dije en un hilo de voz—. Y yo no puedo hacer nada al respecto…

—Su madre encontrará la manera de traerla de vuelta—dijo Eleni—. Sé que lo hará.

Pasé otra noche sin dormir. En la madrugada mi tatarabuela y yo atravesamos la cascada más grande y nos sentamos junto a las margaritas.

—Hola a todas—dije, acariciándolas con mucho cuidado—. Lamento mucho que hayan terminado así.

Iria rodeó mis hombros con su brazo.

—No tienen nada de qué preocuparse—le dijo a las flores—. Varias familias en la aldea acogieron a sus hijos y nietos. Ellos están muy bien. Aún se sienten muy tristes y por eso no han venido a visitarlas, pero lo harán muy pronto.

Nos quedamos en silencio un momento. Suspiré. Sabía que nunca íbamos a acostumbrarnos a su ausencia.

Una voz femenina detrás de nosotros dijo mi nombre. Volteamos al mismo tiempo, y nos encontramos con la mirada triste de Deméter. Iria, sin pensarlo dos veces, se levantó y se puso en medio de la diosa y yo con los brazos extendidos. Temblaba de miedo, pero estaba decidida a protegerme.

El primer inviernoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ