Capítulo 4 - Por Bianca Winston.

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—¡Me imagino!, ¡para las mujeres sus tacones son su orgullo! —me comenta, como si hubiese declarado una de las más grandes verdades del universo.

—Aunque mi vergüenza va más allá de un tacón roto —le respondo.

—Lo lamento de verdad, ¿puedo ofrecerle agua, té o café?

—No, estoy bien, gracias —le respondo.

—¿Conoce a Stefan Brown? —me pregunta.

—Realmente no, solo me auxilió cuando me resbalé.

—Interesante —dice más para él que para mí.

Tocan nuevamente a la puerta y entra una chica con cabello negro lacio, por las mujeres que he visto pareciera que requisito para trabajar aquí, es medir noventa, sesenta, noventa y tener una cabellera hermosa.

—Pasa Mariana, mira, te presento a la Señorita Winston —le dice a la recién llegada.

—Mucho gusto, Soy Mariana Zaldívar y estaré a cargo de realizar su entrevista —se presenta ella.

—Mucho gusto, soy Bianca Winston —le contesto presentándome.

—Siéntese Bianca por Favor.

—Muchas gracias —le respondo.

—Señoritas, las dejo, tengo otra reunión que atender, Mariana, por favor cuando terminen me avisas.

—Sí, Señor Suazo —le responde ella.

—Me comentó el Señor Suazo que tuviste un incidente en recepción, ¿estás bien? —me pregunta Mariana, en tono más amigable.

—Sí, gracias por preguntar, solo el tacón sufrió daño y mi dignidad —le digo riendo—. El Señor Brown me ayudó a levantarme del piso —le aclaro para que entienda.

—¡Uy, ya veo! —me comenta—. Con lo serio que se toma el Señor Brown la seguridad del personal, supongo que no ha de estar nada contento.

—Siento causar problemas —me disculpo.

—Descuida, no es tu culpa, el personal de limpieza se descuidó y gracias a Dios que solo sufrió daño tu tacón, ¡pudo haber sido peor! —comenta en forma condescendiente.

—Si eso sí, pero me da mucha pena que regañen a alguien por mí.

—Bueno, iniciemos con la entrevista, ¿te parece? —me pregunta.

Damos paso a una ronda de preguntas, en las que espero haber contestado bien, por alguna razón esta chica me inspira confianza y me sentí en libertad de hablar sin nerviosismo, luego me deja haciendo varias pruebas, entre ellas unas psicométricas, y así de entretenidas pasan cerca de dos horas antes de finalizar. Me informa que es posible que hagan una investigación domiciliar y le respondo que no hay problema.

—Esto sería todo por hoy Bianca, El Señor Suazo aún no termina su reunión, me pidió que te acompañara al estacionamiento y que me asegurara de que llegues con bien.

—No te preocupes, puedo ir sola, no quiero causar más molestias —le comento, tuteándola, ya que ella me pidió que lo hiciera en un inicio de la entrevista.

—No es molestia, además dice el Señor Suazo, que es petición del mismo Señor Brown, no quiero ni pensar que te pase algo en el camino por no haberte acompañado, ¡Pobre de mí! —dice riendo

—En el carro de mi amigo tengo un cambio de zapatos, si me permites puedo llamarle y pedirle que me los traiga —le digo.

—Me parece bien, pero más que todo para evitar que te hagas daño en un pie —dice medio en broma—. Gracias a Dios que no te torciste un tobillo, dile a tu amigo que te traiga los zapatos.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora