Capítulo 38 - Por Bianca Winston.

1.8K 123 0
                                    

Sentado como está termina de desnudarse y saca un envoltorio de su pantalón, lo rompe y se coloca un preservativo, veo todo eso anonadada y cada vez más excitada, me atrae más hacia él, vuelve a besarme y a acariciar mis pechos.

—Siéntate a horcajadas sobre mí —me pide.

Hago lo que me dice y casi arrodillada coloco una pierna a cada lado de sus caderas, su miembro roza mi sexo y me rozo contra él, sintiendo la excitación creciendo en mi interior, y el corazón comienza a martillarme a mil por hora y pareciera que va a salirse.

Los nervios se apoderan de mí, por lo que está por ocurrir, y quiero que ocurra, Stefan me gusta lo suficiente y me ha hecho sentir y desear cosas que antes ni me cruzaban por la mente; «¿Y si es solo esto lo que quiere de ti?, y si mañana dejas de interesarle», me pregunto dudando por un segundo. «¿Podre lidiar con eso?», me pregunto.

«¡No sé!», es mi respuesta, mi mente ahora mismo, no está en condiciones de mandar por encima de lo que mi cuerpo está requiriendo, solo quiero sentir y disfrutar lo que por primera vez estoy por hacer, ¡ya veremos mañana que tan fuerte es la pasión que se ha despertado entre nosotros y a donde nos lleva!

Me coloco sobre su erección y presiono levemente queriendo ensartarme en ella, una punzada de dolor hace mella en mí y me detengo, tomo sus labios con los míos y con mi cuerpo temblando por completo, comienzo a frotarme de tal forma que la excitación es mayor al dolor.

—Estás tan apretada nena, que me vuelves loco —comenta presionando mis caderas contra él y ensartándome de una sola vez.

—¡Ay...! —grito por el dolor.

Y él se queda estático, presionando con mayor fuerza mis nalgas con sus manos, yo también lo aprieto a él dándome cuenta de que enterré mis uñas en sus hombros, el dolor, el ardor, en mi parte íntima es espantosa, pero él no se mueve en absoluto, solo siento el latir de su corazón tan fuerte como late el mío.

—¡Oh por Dios nena!, porque no me dijiste que era tu primera vez —me pregunta viéndome con intensa mirada a los ojos.

El brillo ahora en su mirada es más intenso y sus ojos se han vuelto un océano completo, e incluso juraría que hay ternura en ellos.

—Lo siento, pero duele mucho —le comento escondiendo mi rostro contra su cuello.

—Por eso mismo debiste de decírmelo, jamás hubiese sido brusco, hubiera dejado que llevaras tu propio ritmo —me comenta levantando mi rostro con sus dedos, limpia una lágrima que sin permiso va bajando por mi mejilla, y deposita un suave beso en mis labios—. ¿Quieres que paremos, quieres que me salga? —pregunta moviéndose suavemente y en forma circular dentro de mí, la sensación que me hace sentir es mayor que el dolor que va menguando.

—No, el dolor va pasando, solo dame tiempo —le pido.

—Ok, será a tu ritmo, muévete tú, porque si lo hago yo me volveré loco, te deseo tanto y estoy tan feliz porque por fin estoy adentro de ti, que creo que no podré contenerme. —me comenta, haciendo círculos en mi interior.

Hago lo que me pide y comienzo a moverme lentamente, el dolor aún es fuerte, pero ciertas sensaciones comienzan a incrementar en mi adolorido sexo, al tiempo que él me acompaña con más movimientos que no me hacen ningún daño y al contrario incrementan mi placer.

Seguimos así, besándonos y acariciándonos, sus manos recorren mi espalda, mis pechos y mis nalgas, mientras las mías se agarran con fuerza a sus hombros, pareciera que si me suelto podría caer a un enorme precipicio. El placer finalmente gana al dolor y comenzamos una danza de pasión.

En la que sin darme cuenta, nuestras partes íntimas comenzaron a friccionarse y las sensaciones que ahora tengo, no se parecen en nada a lo que antes haya experimentado, su boca y sus dedos allá abajo son exquisitos, pero tenerlo adentro de mí es indescriptible. De pronto la habitación reboza en gemidos de placer, tanto de él como míos, ¿o seré solo yo?

—Oh nena, vente conmigo —me pide, apretando mis caderas contra su erección.

Y como si sus palabras fuesen órdenes para mí, me dejo llevar por una explosión de sensaciones, que no se igualan en nada a los orgasmos que haya tenido antes, una estela de luz, estalla en mi mente y se convierte en infinidad de lucecitas de colores que galopan a nuestro alrededor.

Mi boca pegada a la suya como si de eso dependieran nuestras vidas, como que si nos soltáramos el aire ya no fuese capaz de llegar hasta nuestros pulmones, a lo lejos logro escuchar unos sexis gemidos envolventes, que se quedan ahogados y poco a poco me voy dando cuenta de que son míos, y que Stefan se ha bebido prácticamente cada uno de ellos.

Poco a poco vuelvo a la tierra y me pierdo en su mirada que pareciera que me ve con amor y adoración, siento su miembro palpitar adentro de mí, y mi sexo le responde de igual manera, la sensación es increíble.

—Estás bien —me pregunta besando suavemente mis labios.

—Todo lo bien, que se puede estar después de haber sido desflorada —le comento haciendo un intento de risa, mientras me muevo lentamente e intento recuperar por completo el aliento.

—Um... —gime él—. Vas a matarme nena —me comenta riendo y besando tiernamente mis hombros, mientras me aprieta contra él—. Me encantaría vivir para siempre adentro de ti, pero tengo que salirme para evitar un accidente, ¿estás preparada? —me pregunta.

—Ajá —le respondo, haciendo presión con mis rodillas sobre la cama para impulsarme hacia arriba.

En la medida lo voy sacando de mí, voy sintiendo un leve ardor, pero es soportable, con su ayuda termino de ponerme de pie y siento una cascada de líquido caliente, bajar por mis piernas, vuelvo a verme y me avergüenza ver que está teñido con algo de sangre.

Él también me observa y lleva su mano hacia mí y me limpia una parte, observa el líquido viscoso entre sus dedos y pareciera impactado, ¡como si por primera vez viera telitas de sangre!, se lleva la mano a la nariz y lo huele, como un relámpago cierra los ojos y me pregunta.

—¿Estás bien, no te lastimé? —pronuncia acariciando mi cadera y viéndome como perrito regañado.

—¿De verdad me estás preguntando eso? —le respondo divertida al ver su reacción tan exagerada, su cara es todo un poema, parece afligido.

—Sí, disculpa —comenta intentando reír él también—. Es que nunca antes estuve con alguien así, ¡también ha sido mi primera vez!

Me atrae nuevamente hacia él y mis pechos quedan a la altura de sus labios, me besa en medio de ellos y luego se levanta, y besa mis labios.

—Debiste decírmelo —me dice acunando mi rostro entre sus manos.

—No habrías querido estar conmigo si lo hubieras sabido —le respondo.

—¡Ay, nena!, no tienes idea de cuánto te deseo, y no me hubiese importado, incluso si hubieras sido la más puta del barrio —comenta besándome nuevamente.

—¡Me alegra saberlo!, eso significa que no valgo solo por un tapón que tenía.

—¡Cada mujer tiene su propio valor! Y es ella quien se lo da, pero te mentiría si te digo que no significa nada para mí que me hayas permitido quitarte ese tapón, como tú le llamas —comenta mordisqueando mi oreja—. Ven, vamos a limpiarte, a donde está tu baño —me pregunta.

—Ahí le respondo —siguiéndolo.

Entra en la ducha y adecúa el agua para que caiga a una temperatura agradable al cuerpo, luego regresa por mí y nos metemos debajo de ella para que nos empape a los dos, pasa sus suaves manos por todo mi cuerpo y enjuaga con especial atención entre mis piernas, se agacha y revisa el trabajo que está haciendo.

Después se levanta y tomando el jabón entre sus manos, hace una buena cantidad de espuma y luego comienza a enjabonarme con una gran delicadeza, ¡más parecieran caricias las que me está haciendo!, se vuelve a agachar y enjabona mis piernas, luego me lava con jabón en medio de ellas, el agua que continúa cayendo sobre nosotros va aclarando el jabón que él va aplicando.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Where stories live. Discover now