Capítulo 69 por Bianca Winston.

1.7K 101 0
                                    

Llegamos al estacionamiento y juntos subimos en el ascensor, me jala a sus brazos y me besa apasionadamente, luego acaricia mi cara y me dice.

—La vez pasada que estuviste aquí, te subí en mis brazos, ¡quedas perfecta en ellos! —comenta viéndome de forma lasciva.

—Puedes llevarme si quieres, pero ya sabes que no podremos tener sexo.

—Esa vez tampoco tuvimos —me recuerda.

—¡Por lo ebria que yo andaba! De lo contrario, hubieras terminado desflorándome ese mismo día —le aseguro.

—Moría de ganas por hacerte mía, tu vestido me traía loco y no quería que nadie te viera con él, ¡revelabas mucha piel para mi gusto!

—¡A mí me gustó mucho!, por cierto, ¿qué hiciste con él?

—Por ahí debe de estar guardado, ¿qué tienes que me enloqueces, y me haces perder la razón? —me pregunta acariciando mi cuello con sus labios.

—No sabría decirte, me considero una chica común, quizá solo estés encaprichado con la novedad de haber sido el primero para mí —le sugiero.

—No, eres mucho más que eso, aunque debo de aceptar que sí eres una novedad, pero no solo por el hecho de haber sido el primero para ti. —me comenta con cierta sonrisa, si fueras alguien más, no habría entrado en tu cama, sin antes tener el contrato firmado, tú me has hecho volver a creer, ¡y sería una enorme desilusión volver a equivocarme!

—No voy a desilusionarte, pero tienes que confiar en mí, sinceramente, no solo del labio para afuera, ya te dije, si algo no te gusta o tienes dudas, preguntas, no asumes —le digo recordándole su principio.

Ya es casi la una de la madrugada, así que muero de sueño, además el vientre ha comenzado a dolerme un poco.

—Me hubieras llevado a mi apartamento, necesito dormir, mañana tendré que conducir mucho —le recuerdo.

—Puede llevarte Wilson si quieres, podrías dormir durante todo el viaje —me ofrece.

—¡No!, le respondo riendo, además no podremos estar juntos esta noche.

—Te equivocas, no tendremos sexo, ¡querrás decir!, pero si podemos dormir juntos —dice conduciéndome a su habitación—. Y llegados a ese punto es un avance para mi cama, porque la vez pasada ni siquiera eso pudimos hacer, tuve que irme a la otra habitación, para poder controlarme y no terminar follándote mientras dormías.

—Te agradezco que no lo hayas hecho, no me hubiese gustado perder la virginidad, ¡y no acordarme como pasó! —le comento.

Agradecida de verdad, otro en su lugar no hubiese perdido oportunidad, mucho menos después de que me desnudara y me le sirviera en bandeja de plata.

—En ese instante, no tenía ni idea de que iba a ser el primero para ti, pero me alegra haberme contenido, y espero que tus recuerdos sean memorables —me dice atrayéndome a él y besándome en los labios.

Nuestro beso comienza lindo, tierno, pero poco a poco, vamos acelerando el ritmo y con él la temperatura, sin embargo, estoy consciente de mi sistema en rojo y le digo.

—Estoy en rojo, ¿recuerdas?

—Solo quería besarte —me responde, pasando su lengua por mis labios—. Todo el día he tenido que contenerme para no hacerlo en la oficina.

—Eso es bueno, me gusta que estés aprendiendo a contenerte —le respondo riendo y haciendo referencia a que así se tiene que contener también con los celos.

—¡Lo siento!, este sentimiento de quererme lanzar sobre la cabeza, de cualquier tipo que se te acerque más de la cuenta, es totalmente nuevo para mí; y siendo honesto me cabrea, pero ahora que ya tenemos las cosas claras entre los dos, me siento mejor, —me comenta acariciando mi hombro—. Aunque eso no significa, que no se me retuerza el hígado, cuando te me sueltas y vas a besar y a abrazar a otro, en mi nariz.

—No es otro, ¡era Julio!, y él no cuenta como hombre para ninguna de nosotras —le aclaro, para que deje de sentir celos de mi amigo.

—A menos que no le gusten las mujeres, mi sistema de protección, lo detecta como un peligro, si se acerca mucho a ti —me comenta serio.

—Entonces dile a tu sistema de protección, ¡o más bien dicho a tus testosteronas alborotadas!, que aunque a él le gusten las mujeres, mis amigas y yo, no estamos dentro de su radar.

—Al menos no le rompí las manos cuando te abrazó —me responde.

—Control, recuerdas, ¡control!, con quien quiero estar, es contigo, no con él, a él llevo de conocerlo todo el tiempo que tengo de estar en la universidad, y nunca nos hemos relacionado como algo más que amigos, en cambio, tú me flechaste desde la primera vez que te vi —le confieso.

—Yo no sé cómo llamar a lo que tú hiciste conmigo, lo único que puedo decir, es que aquí me tienes, dispuesto a meterte a mi cama y sin que follemos —responde riendo.

—Muy romántico de su parte, señor Brown, creo que ganarías un premio por tu romanticismo —le digo con sarcasmo.

—¡Es cierto!, he de confesarte, que nunca antes he traído a ninguna mujer a mi apartamento, y mucho menos la he metido en mi cama, y por supuesto que no he visitado a ninguna, solo para ir a dormir con ella.

—¿En serio no ha venido ninguna de tus exs a tu apartamento? —le pregunto sorprendida con lo que me acaba de confesar.

—No, mis relaciones anteriores, eran muy diferente a lo que está surgiendo entre nosotros —me comenta pensativo.

—Bueno, ahorita, vamos a dormir y no se me antoja, que estés pensando en ninguna de tus relaciones anteriores, así que pincha ese globo —le digo simulando que pincho un globo, arriba de su cabeza.

Él se pone a reír y me dice.

—No podría pensar en nadie más teniéndote cerca, ¡me tienes hechizado, mujer! —dice atrayéndome hacia él en el sofá.

—Eso me gusta —le respondo, y luego recito un trozo de una canción—. ¡Puse un hechizo en ti, porque tú eres mío!

—No lo dudo, señorita Winston, pero si el hechizo viene de tus labios, con gusto, me someteré a él.

—Ya bájale una rayitas a tanta miel, ando en rojo, recuerda y no puedo demostrarte que tanto me has hechizado tú a mí —le digo levantándome del sofá—. Vas a prestarme ropa para dormir o pretendes que duerma así —le pregunto.

—Por mi feliz de que duermas desnuda —me responde.

—No estaba dentro de las opciones —le respondo riendo.

—Qué aburrida, uno se pone romántico y lo cortan, ¿qué quieres pants o un bóxer? —me pregunta levantándose él también, y yendo a un cajón a buscar ropa.

—Pienso que para evitarte la tentación, un pants estaría bien —le respondo—. Y me encanta que seas romántico—. Le comento abrazándolo por la espalda.

Él sonríe y mostrándome un pants me dice.

—Como si esto, pudiera ser una barrera si quisiera hacerte mía.

Se los agarro y le respondo.

—Ya sé que no, pero así como ando, no quiero hacer nada, me da cosa dejar todo sucio.

—Es algo natural, solo es cuestión de que ambos queramos y estemos de acuerdo, no tienes por qué avergonzarte.

—No sé, por el momento no, quizá más adelante me sienta con más confianza como para experimentar, ahorita me lo imagino, ¡y me da cosita! —le comento, haciendo cara de asco, al imaginarme el desastre.

—No te presionaré, será cuando tú quieras, no voy a morirme por unos días sin sexo, además siempre podemos hacer otras cosas —sugiere riendo.

—Tengo que dormir —lo corto antes de que se ponga a inventar.

Se pone a reír y me dice.

—¡A qué aburrida!, voy a darme una ducha fría, para lograr dormir junto a ti —comenta dándome un beso y dirigiéndose al baño.

Mientras tanto, yo me cambio de ropa y me meto en la cama, con cierta excitación, pero convencida de que no quiero ocasionar un desastre con la ropa de cama, al verlo salir, entro en el baño y me aseo para dormir; luego vuelvo a la cama y él ya se ha puesto un pants, y por cómo se mira que le cae en las caderas, podría jurar que no se puso ropa interior.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora