Capitulo 39. Un perro que mordio a su dueño y no sabe de lealtad.

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Palideció al instante, él poco o casi nulo color de sus mejillas se los arrebato el miedo. Ver a ese monstruo allí, parado frente a él, a escasos metros, le provocó uno de los miedos más terribles en su vida.

Enmudeció, las palabras no salían de su boca, parecían estar atrapadas muy en lo profundo de su estómago, revolviéndose, amenazando con vomitarlas, junto a lo único que había en su estómago; bilis.

No pensaba encontrarse con el justo ahora.
Sabía que le volvería a ver, pero no creyó que fuera tan rápido. No pensó que Vaegan aparecería justo ahora, a por él. A darle caza en persona.

Es un movimiento que no tenía contemplado. Pensó que Vaegan había regresado a la mansión Raxton, pero no… Él se había quedado a esperar.

Se le ve impaciente, molesto, con ganas de gritar a los cuatro vientos, cuantas porquerías le haría una vez lo que le atrapé.

—¿De verdad pensabas escapar? —Pregunto a la distancia, con una voz que demanda una respuesta. —¡Te di la oportunidad de volver por las buenas! —Grito, acercándose un par de pasos, solo un par de pasos…

La distancia que los separa es enorme, hablamos de metros, varios metros, pero lo que para Vaegan fueron pasos, para Scott fueron metros. Sintió que al siguiente paso lo tendría, por un lado.

Fue inevitable sentir escalofríos recorrerle la espalda.

Respiro profundo, trato de no dejarse intimidar, de verdad que lo intentó…

—Mírame. —Ordeno con furia, quería que le viera a los ojos para decirle claramente cuanto le haría sufrir… —¡Que me mires! —Pero Scott no obedeció. Contrario a esto, desvío la mirada y retrocedió, agarrándose la zona del pecho, apretándola, sintiendo fatiga e incomodidad.

Le duele, le duele mucho. Siente que sus pulmones no son capaces de tomar suficiente aire para llenarse. Le falta el aire, le duele la garganta, su boca está seca.
¡Es asfixiante!

Tener a Vaegan justo enfrente hace que la sensación de opresión lo invadan. Se siente inseguro, pequeño, inestable.

Siente que el piso tiembla. ¿O quizá son sus piernas las que tiemblan? No lo sabe, solo sabe que no puede mantener bien el equilibrio.

Solo quiere darse la vuelta y emprender huida. Alejarse de ese maldito monstruo.

Sintió que podía pelar contra cualquiera que se le pusiera enfrente. Estaba listo, de verdad que lo estaba. Solo que, no pensó que vería a Vaegan…

Tenerlo enfrente es desagradable, es aterrador. La hace recordar todo lo que le hizo. Cierra los ojos y se escucha a sí mismo llorando y gritando por piedad.

Si cierra los ojos puede sentir como si volviera al pasado y estuviese en el infierno. Puede sentir el olor a sangre y putrefacción, explotarle la nariz, puede sentir el asqueroso toque de todos aquellos que se aprovecharon de él. Siente que le quema la piel. Es incómodo, como si hubiese una sensación de claustrofobia en su cuerpo.

Está asustado, teme ser empujado al suelo y forzado. Vaegan es capaz de hacerlo, él lo sabe, todos lo sabemos. Si tuvo el descaro de hacerlo enfrente a una bebé, podría hacerlo en el suelo, en el bosque, frente a una multitud.

Podría incluso compartirlo con todos los que le acompañaron…

Después de todo, si él quisiera hacerlo ¿Qué, o quien podría impedírselo?

Está solo contra esa bestia desquiciada.

—Te di la oportunidad de volver por las buenas. ¿Por qué desperdiciar una oportunidad por intentar ayudarlos a escapar? ¿Una bola de omegas valen más que tu madre? —Pero al ver qué el más joven no decía nada y solo se hacía bolita del miedo, enfureció —¡Contesta!

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