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ᝰ.ᐟ LUCERYS SE ARREPENTÍA de todo lo que había hecho pues el horrible dolor de la aguja y el hilo perforando su piel del cuello era insoportable pero eran las consecuencias de sus actos. El maestre guardaba silencio y –por órdenes y amenazas de Maerys– no había informado a la reina que aún se encontraba en Winterfell sobre el desafortunado accidente del príncipe de Driftmark.
Joffrey estaba a su lado y también la sirvienta Evangeline pero no había ni rastro de su amada Maerys y Luke era todo lo que quería, que ella estuviera ahí junto a él.
Pero no todo era malo, Evangeline resultó ser una muy dedicada sirvienta que todos los días y todas las noches curaba la herida del cuello del joven príncipe. Sus manos eran suaves y sus palabras reconfortantes siempre intentaban hacer sonreír a Lucerys pues en todo el tiempo que estuvo convaleciente Maerys no se mostró en la habitación.
Jacaerys siempre iba a la misma hora y repetía las mismas palabras a su hermano menor, le llenaba la cabeza de mentiras que decían que lo lamentaba y que nunca volvería a caer ante los encantos de su prometida pero Luke sabía que eso no era verdad.
El amorío entre sus hermanos mayores aún existía y –sin importarle la condición de su prometido– Maerys seguía acostándose con Jacaerys casi todas las noches.
Pero Evangeline siempre hacía que Luke pudiese olvidarse de aquello.
Evangeline le leía, le cantaba, le alimentaba e incluso charlaban mientras ella limpiaba su habitación y él se encontraba aún en su cama. Evangeline también era muy bonita, no tanto como Maerys pero al menos no era como el sapo amarillo de Dorne. Ella siempre vestía de los colores más claros y suaves del mundo.
Su piel era suave y tersa llena de pecas, sus ojos verdes y lo más importante: No era como Maerys.
Evangeline lo trataba bien, como una persona más y no solo como un príncipe. Escuchaba sus problemas y lo aconsejaba, las únicas dos cosas que a Lucerys no le gustaban de Evangeline era que no era de casa noble y su creciente odio hacia Maerys.
Evangeline no simpatizaba con Maerys, decía que era una princesa mimada y cruel sin embargo ella la admiraba en secreto por el simple hecho de ser una mujer influyente que a pesar de vivir en un mundo de hombres tenía más aliados que su propia madre y podría haber desatado una guerra desde hace mucho tiempo.
—Y cuando el gran dragón de Aegon el conquistador planeo sobre Harrenhal todos temblaron debajo de él —leía Evangeline sentada en la cama del príncipe—, Harren tenía razón, la piedra no arde —continuó con su lectura la joven sirvienta—, pero los hombres lo hacen —finalizó la pelirroja cerrando el libro y sonriendo para Lucerys.
