10: Hogar dulce hogar

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Karina

—Llegaremos a tierra en unos minutos. Vas a tener que ponerte la ropa que llevabas cuando te recogimos, tendrás que ir a la zona de atrás del pueblo y llegar desde allí a casa. En cuanto te vea la guardia iran a socorrerte, no ocurrirá nada.

Escuchaba sus palabras a la vez que me moría de los nervios. Ella decía que no pasaría nada, pero me aterraba que no fuera así. A la mínima cosa que no salga como esperaba... Todo se torcería.

—Tengo miedo —susurré.

Ella se acercó a mí y me agarró de las manos de manera inesperada.

—Si no estas lista podemos dejarlo para otro momento.

—No, no. Ya estamos aquí —ella asintió—. ¿Y si me encierran?

Noté como fruncía el ceño.

—Lo dices como si no fuera la primera vez.

Entonces me mantuve en silencio y eso fue suficiente.

—¡¿Ese imbécil te ha encerrado más veces?! —exclamó alterada.

Aumenté el agarré en su mano y entrelacé los dedos con los suyos tranquilizandola.

—Hey, tranquila, no es reciente. Fue hace meses.

De nuevo esa distancia volvía a hacerse corta.

—Si no estas aquí a media noche iré a buscarte, como si tengo que sacarte con mis propias manos.

Esbocé una sonrisa.

—Le preocupo a una pirata —bromeé.

—Más te vale volver de una pieza —me dijo, asentí.

—Ten cuidado tu también, son peligrosos.

Ella rodó los ojos y se ajustó la cinta roja del pelo.

—No te preocupes por mí, siempre lo tengo.

Noté como seguía ajustándose la cinta así que me acerqué mas a ella.

—Déjame a mí —musité casi sobre sus labios.

Ella bajó las manos y se quedó quieta mirándome. Yo alcé los brazos alrededor de su cuello para ponerle la cinta bien en el cabello. Nos observamos a los ojos unos segundos, cada detalle de su rostro era precioso. Tragué saliva.

—Ya está... —susurré sobre sus labios.

—Vale...

Mis ojos bajaban de los suyos a sus labios. Me moría por besarla, por agarrarla del rostro y...

Un carraspeó nos hizo separarnos de golpe, como si estuviéramos haciendo el acto mas atroz.

—Chicas, siento interrumpir pero estamos apunto de llegar a tierra, tenemos minutos para empezar el plan —dijo Giselle.

—Claro, vamos, debes cambiarte —me miró—. ¿Lista?

Suspiré.

—Lista.

****

Winter y las chicas me dejaron donde acordamos, nadie nos vio. Ella se despidió de mí guiñandome el ojo y creo que ese simple acto me hizo sentir mas cosas que todos estos años con Nicholas.

Me puse manos a la obra y fui hasta la parte de mi casa desde atrás. Llevaba el mismo camisón solo que iba descalza, me quité los zapatos para darle más realismo. Además, entre los incidentes en el barco y las marcas en la muñeca y cuello... Seria bastante evidente que he forcejeado.

Dahlia | winrinaWhere stories live. Discover now