Comiendo pecados.

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Advertencia: En este capítulo se tocarán temas sensibles como el abandono, asesinatos desccriptivos, violación, maltrato infantil y la participación de la iglesia en ello. Cabe destacar que todo esto se hace dentro del marco de una crítica al respecto, no como una aprobación. 


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Somos serpientes. Serpientes que dejan su piel para continuar la vida con una piel más nueva y renovada. Un cambio de piel que trasciende en el tiempo, que burla los torcidos caminos del destino. ¿Es posible volver a estar en una piel anterior? ¿Es posible pisar el mismo suelo? 


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Mordisqueando la esquina de su labio inferior con absoluta concentración, TaeYong ignoró el dolor en sus manos debido al frío y continuó dándole forma al cúmulo de nieve que tenía de su lado de aquel ring de combate.

Se estaban comportando como unos pequeños niños de no más de cinco años, pero no le importaba en lo absoluto. No podía decir con exactitud cuántos años habían pasado desde la última vez que jugó así, de la última vez que sintió su corazón tan alborotado. Si es que había tenido su corazón así  de loco alguna vez. Y es que YoonOh le hacía sentir una infinidad de cosas que no sabía que podían estar ahí, en su interior.
Cada mirada, cada toque, cada beso lo llenaba de una densa oleada cálida que le recordaba el tintinear de las estrellas.

¿Sería normal? Quizás no, y le daba una vergüenza tremenda preguntarle a su hermano mayor o a su cuñado -que eran la pareja más estable que conocía- porque, bueno, el tema de por sí ya era vergonzoso y porque aún YoonOh y él no querían decir nada al respecto.

Ambos sabían que podían meterse en problemas.

Seguirían moviéndose en encuentros secretos por un tiempo más.

Satisfecho con su super luchador de nieve -el típico muñeco de nieve pero con "espadas" hechas por gruesas ramas de árbol- TaeYong se puso de pie. Con las manos en las caderas, miró de reojo en dirección a YoonOh.

El pelinegro seguía demasiado concentrado en la construcción de su propio "luchador" así que no notó su movimiento.

Un pensamiento travieso atravesó la mente de TaeYong, haciéndole sonreír.

Era su oportunidad.

Intentando ser lo más sigiloso posible, TaeYong avanzó de puntillas en dirección a YoonOh. Su expresión se arrugaba cada vez que el crujido en la nieve parecía estar a punto de delatarlo pero la esperanza de que YoonOh no estuviera atento a los ruidos sutiles de su entorno le hicieron seguir avanzando con largas zancadas.

Y estaba ahí, joder, casi rozando la espalda del pelinegro con la yema de sus dedos cuando, con un movimiento rápido, éste se dio media vuelta.

Aún agachado, YoonOh le enfrentó. Todo ceño fruncido y ojos entrecerrados en una exagerada señal de molestia.

TaeYong presionó sus labios en una sonrisa.

Ya qué. Era momento de atacar.

Sin decir nada ni mucho menos dar una señal al respecto, se abalanzó sobre el pelinegro.

Ambos terminaron en el suelo, rodando. Brazos, piernas y risas mezclándose entre sí mientras hacían los movimientos precisos para sumirse en una competencia de cosquillas que se tomó el protagonismo de su día en cuestión de segundos.

Las risas eran altas al no existir el miedo de que alguien les escuchara en medio del círculo de la Avaricia, donde el bosque tenía un clima único: nieve, sólo nieve. Zona donde muy pocos se atrevían a entrar por culpa de todas esas sombras que acechaban en la profunda oscuridad. Su mejor aliada.

A veces, no medían las consecuencias de sus actos.

Dando manotazos al aire para evitar que YoonOh siguiera enterrándole los dedos en las costillas, TaeYong entrelazó sus piernas alrededor de las caderas del pelinegro, ejerciendo la fuerza suficiente para evitar que se alejara de él.

—¡Paraaaa! —Chilló TaeYong, intentando sostener las manos de YoonOh, sin éxito—. ¡Te voy a morder!

La risa de YoonOh fue alta, sonando mucho más grave de lo que recordaba. En los meses que llevaban juntos, YoonOh había comenzado a tener los típicos cambios de la pubertad; entre ellos la voz y una torpeza adorable.

TaeYong sintió su corazón entibiarse en amor cada vez que se percataba de esos detalles, pero no lo diría en voz alta. No en medio de una pelea, no cuando aún no se sentía preparado para decir algo tan cursi.

—Inténtalo.

TaeYong alzó las cejas, indignado. YoonOh, mirándolo desde arriba, le guiñó un ojo.

Maldito.

Tomando el reto en esas palabras, TaeYong apretó aún más sus piernas en torno a las caderas de YoonOh. Le costó todo su esfuerzo y concentración el poder sostener una de las muñecas del pelinegro sin sufrir espasmos en el camino por todas aquellas cosquillas que le atacaban.

Rey del Infierno. [JaeYong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora