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A Gemini no le hizo gracia este giro de los acontecimientos.

—¿Cómo es posible? —Gruñó, entrando en la sala de seguridad del Ministerio. —¿No había nadie protegiéndola?

Fourth lo siguió al interior de la habitación, tocándole levemente la muñeca con la punta de los dedos. El toque lo calmó instantáneamente, aliviando su frustración.

—La hubo, Su Majestad, —dijo un oficial, inclinándose ante ellos. —Soy el Oficial Marrat, a cargo de la investigación. El prisionero contó con ayuda externa. Mira. —Volviendo a las numerosas pantallas, reprodujo uno de los videos, ampliándolo.

En el video, dos hombres con capas encapuchadas ingresaron al corredor fuera de la celda de Dalatteya. Los tres hombres que custodiaban la celda se giraron bruscamente, buscando sus armas, pero se detuvieron, emitiendo ruidos estrangulados y agarrándose la garganta frenéticamente, como si se estuvieran ahogando.

Parecía ser el más alto de los dos hombres: dio un paso adelante, con la mano apretada. Los guardias estaban perdiendo el conocimiento uno por uno.

Gemini frunció el ceño, observando la escena. Algo tiró de su memoria, y le tomó un momento recordar por qué esto le parecía familiar. Nanon también tenía ese talento: el talento de ahogar a la gente con su voluntad cuando estaba enojado. Era un don telepático extremadamente raro, pero el hombre que lo hacía definitivamente no era Nanon: era alto, su capa oscura con capucha no lograba ocultar la anchura de sus hombros y su complexión musculosa. Algo en su postura le resultaba vagamente familiar al rqy, pero no podía identificarlo.

¿Están muertos? —Dijo el otro encapuchado. Gemini reconoció su voz. Era Uriel.

¿Importa? —Dijo su compañero, tomando una tarjeta llave del guardia y abriendo la celda. Entró, Uriel lo siguió.

—Un momento—dijo el oficial Marrat, cambiando a otra cámara.

Esta mostraba a Dalatteya en su celda.

Estaba sentada en su cama con un sencillo uniforme de prisión, su cabello largo y exuberante contrastaba con la monotonía gris de su entorno. Estaba mirando al suelo sin expresión, con el rostro pálido y los ojos brillantes por las lágrimas.

Fourth inhaló profundamente, emanando angustia.

Gemini tomó su mano. El menor exhaló, apoyando su hombro contra el del más alto. El oficial Marrat los miró con curiosidad, pero desvió la vista cuando Gemini le dirigió una mirada inexpresiva.

En el video, la puerta de la celda se abrió y Dalatteya levantó la mirada. Su boca se abrió mientras miraba al hombre encapuchado.

Lo siento, milady —dijo Uriel rápidamente, entrando también en la celda. —¡Sé que desafié tus órdenes, pero no sabía qué más hacer! Fui perseguido por las autoridades y apenas logré llegar a la casa de seguridad. Me convenció de que podía ayudarme a liberarte.

Lentamente, Dalatteya se puso de pie. Y luego su rostro se arrugó y corrió hacia el hombre encapuchado. Él la atrapó y la abrazó con fuerza, su pequeño cuerpo desapareciendo en los pliegues de su capa oscura.

—Qué demonios... —susurró Fourth, mirando la escena con perplejidad. —¿Quién es ese?

Gemini compartió su confusión.

Pero luego se puso rígido, mirando la espalda del hombre mientras una sospecha se formaba en su mente. Parecía demasiado extravagante, pero...

—¿Hay otra vista de la cámara? —Dijo con voz ronca. — Muéstrame la cara del hombre.

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