Pensamientos

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Severus Snape se encontraba en las mazmorras, completamente confundido y preocupado por la reacción del niño Potter. Se esperaba todas las reacciones menos esa.

Claro que estaba bastante preocupado, había jurado protegerlo, pero le estaba resultando un poco complicado, pues tenía un papel que cumplir y Dumbledore no iba a dejar acercarse a él, se aseguró y aseguraría de eso. Necesitaba hablar a solas con Potter, no podía romper esa promesa, aunque preocuparse por esa reacción no estaba dentro de la promesa, pero lo haría, lo haría por Harry.

Lo haría por James.



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La pierna de Harry rebotaba nerviosamente de arriba hacia abajo, mientras se mordía las uñas con nerviosismo, lastimándose en el proceso.

No sabía si Snape se burlaría de él en su clase, pues muy capáz era, ya lo había comprobado, aunque había sido muy diferente a esta ocasión. Neville a su lado lo miró con preocupación. La punta de sus dedos ya habían comenzado a sangrar.

Mierda.

Aún así no paró. Sentía un miedo inexplicable y sus manos comenzaban a temblar, al igual que él resto de su cuerpo. Nadie nunca había visto esa faceta suya, y cuando alguien lo vio tuvo que ser específicamente Snape ¡Genial! Ya podía escuchar sus humillaciones hacia su persona.

No sabía si podría soportarlo.

Todavía tembloroso tomó su mochila para dirigirse al aula de pociones. Inhaló y exhaló intentando relajarse, claro que fue en vano.

Entró al aule y se sentó al lado de Nev, sintiendo su corazón al mil de una no muy bonita forma, sentía que iba a vomitar lo poco que había comido y no le gustaba la sensación. No lo sentía desde aquella vez que se escondía de su tío Vernon luego de accidentalmente lastimar a Dudley. Había dolido bastante. Las suaves y a la vez bruscas pisadas de Snape lo sacaron de su ensoñación, prestando atención a su profesor.

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La clase no había sido tan mala, quitando lo molestos que podían llegar a ser los Slytherin no hubo más inconvenientes, Snape está vez ni siquiera le criticó o bajó puntos -gesto muy raro de él- simplemente en un momento mantuvo contacto visual con él por unos pocos segundos, para luego estudiar todo su rostro y voltearse a otro lado.

—Señor Potter, hágame el favor de quedarse— ordenó el pocionista. Harry se detuvo en seco y giró sobre sus talones, le indicó a Neville que lo vería en la próxima clase. Con un movimiento de varita la puerta se cerró, quedando un poco más en privacidad.

Las manos se Snape se entrelazaron entre sí, recargando sus codos en su escritorio y levantó una ceja en dirección a Harry, dejando claro que quería una explicación. Harry pensó que podía vomitar de los puros nervios y pánico.

—¿Hice algo, Profesor?— ambos se ien un silencio incómodo, antes de que la sedosa voz del mayor resonará entre las paredes.

—No. ¿Puede usted decirme que fue lo que le sucedió ayer por la noche?— se levantó de detrás de su escritorio y se colocó frente a este. Todavía estaba a mínimo cuatro metros de Harry, pero no pretendía acercarse más —No creo que esa haya sido una reacción normal— Harry balbuceó —¿Entonces?—

—Creo, señor— habló con dureza —, que yo no le debo ninguna explicación.— el miedo se había ido, siendo remplazado por enojo. ¿Por qué justo ahora se preocupaba?

La expresión de Snape se endureció aún más -si es que eso era posible-, y se acercó casi con reverencia a Harry.

—Creo que no me expliqué bien. Explíqueme la razón de esa reacción— los dientes de Harry rechinaban ante la fuerza ejercida por su mandíbula.

—No le debo ninguna explicación— habló en un tono calmado, se dio la vuelta y dio un paso, siendo retenido por una mano que sostenía con fuerza su brazo. Harry se estremeció ligeramente, pero no sé retractó.

—Creo que me veré en la obligación de usar otros métodos si usted no me dice— dijo ya perdiendo los estribos con ese mocoso. Definitivamente se parecía a James y no sabía si le gustaba del todo.

Harry todavía se negaba a decir una sola palabra al respecto y el agarre en su brazo se intensificaba, lastimándolo. No pudo evitar quejarse silenciosamente. Snape lo soltó rápidamente al notar que lo lastimaba y ahora parecía un poco... arrepentido. Está de más decir que Harry se sorprendió al notar esto.

—¿Ya me puedo retirar, Señor?— en medio de su arrepentimiento, Snape asintió. Harry salió disparado de ahí, su dolor se había visto opacado por su sorpresa al ver a su temible profesor arrepentido por lastimarlo. Sin más se dirigió a su siguiente clase, luego de eso iría con Alastor para que lo ayudara con un trabajo.



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El arrepentimiento por haber lastimado a el hijo de James no abandonaba al profesor. Se juró a sí mismo no lastimarlo nunca, estaba claro que no lo había cumplido. 

Trazó líneas invisibles con sus dedos en el escritorio que estaba recargado. Su cabeza de lado sobre su antebrazo pensando en muchas cosas, sobre todo en cierto Potter que había lastimado.

Golpeó el escritorio con un punto, sintiéndose culpable por el mocoso. Se había dejado llevar por el enojo, sin embargo todavía ni podía olvidar a eso Potter que lucía tan vulnerable.

¡Y Merlín! Tampoco podía olvidar a James.

Enterró su rostro en sus brazos que estaban recargados en el escritorio, sintiéndose un poco muy frustrado.


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Harry por otro lado rodaba por su cama. Habían pasado unas horas desde lo sucedido y todavía se sentía confundido ¿Por qué Snape se preocuparía? Y peor aún ¿Por qué se arrepentiría de haberlo lastimado?

Solo había una respuesta.

Ninguna...

Trató de distraerse leyendo, pero no hacía más que releer el mismo párrafo sin entender una sola palabra de allí.

Pasó sus manos por su cara con frustración. Severus Snape el que siempre lo había odiado se mostró preocupado y arrepentido...

¿Por qué me odias, Merlín?, se lamentó, recostándose de espaldas, mirando hacia arriba con la mente en blanco.




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