𝟗. 𝐋𝐨𝐬 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬

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En un rincón tranquilo de Rocadragón, Nettles y su hermana Visenya se encontraban sentadas en un promontorio rocoso, sus miradas fijas en el horizonte donde el vasto mar se extendía en una extensión azul y etérea. El sol dorado de la tarde pintaba destellos plateados sobre las olas danzantes, mientras la brisa marina acariciaba sus cabellos y les susurraba secretos salinos.

Con una complicidad apenas disimulada, las dos hermanas compartían risas ahogadas y miradas coquetas que dirigían a un par de guardias que protegían a la princesa Rhaenyra en la distancia. Los uniformes de los guardias se agitaban suavemente en el viento, mientras que sus atentas posturas irradiaban un sentido de deber y vigilancia. Nettles y Visenya, sin embargo, parecían encontrar entretenimiento en convertir esa solemnidad en un juego juguetón.

Los destellos traviesos en los ojos de las hermanas eran reflejos del sol que destellaba sobre el mar. Una risa escapó de sus labios mientras intercambiaban comentarios inaudibles y gestos cómplices. Aunque respetaban el papel importante de los guardias, no podían resistir la tentación de arrojar miradas furtivas y sonrisas que insinuaban travesuras.

―Ese de allá parece tímido, pero es aquel que nos observa con mayor intensidad―mencionó Visenya, cuya tez se cubrió de un rubor encantador.

―Los hombres pueden ser tímidos hasta que la pasión les envuelve. Es un fenómeno igual para las mujeres.

―Hablas con la sabiduría de un experimentado en amores. Eres mi confidente más cercano, espero ser el tuyo.

Un destello de risa suave escapó de los labios de Nettles. El día se desplegaba bajo un cielo exquisitamente soleado, y sus pies se hundían en la cálida arena en un abrazo acogedor.

―Si mis amores fueran mil, créeme que serías la primera en ser informada ―declaró la morena mientras entrelazaba su brazo con el de cabellos platinados.

―Eso me complace-musitó Visenya con una sonrisa juguetona―. Yo deseo reservar mi corazón para mi futuro esposo. Ansío que un apuesto caballero sea quien disipe mi inocencia en una noche de cálida.

―Sin embargo, eso no debe evitar que explores y experimentes esos sentimientos. Un hombre aprecia a una mujer que conoce los secretos del placer ―susurró Nettles, dejando que sus palabras se entrelazaran con la brisa marina.

La mirada de Nettles se deslizó con melancolía hacia la figura grácil de Rhaenyra, cuyo asiento junto a su pequeño hijo se convertía en un rincón efímero de felicidad bañado por los rayos dorados del sol. Como una pintura en movimiento, madre e hijo compartían risas y juegos, tejidos en la dulzura de un amor que Nettles anhelaba con intensidad. En aquel instante, la escena parecía evocar los recuerdos de su madre, su cariño perdido que ahora se reflejaba en la relación entre Rhaenyra y su hijo.

Los pensamientos de Nettles se sumergieron en los recuerdos, retrocediendo hasta el día en que llegó a Rocadragón. A diferencia de su media hermana Visenya, quien había sido siempre acogida con tratos afectuosos desde el primer encuentro, la princesa Rhaenyra parecía mantener una reserva distante con ella. Mientras Visenya parecía ser recibida como una luz , Rhaenyra la mantenía distante, como si Nettles fuera una sombra no deseada en su hogar. Las diferencias eran palpables y resonaban en la forma en que cada una la recibió, una como un bálsamo para su aislamiento y la otra como una intrusa en el santuario familiar.

Las diferencias de trato entre las dos hermanas repercutían en el corazón de Nettles como ecos dolorosos. Sentada en la arena, con la brisa marina acariciando su piel y el sonido de las risas de Rhaenyra y su hijo llegando a sus oídos, Nettles experimentaba una mezcla de emociones complejas. Aunque su posición en la familia era clara como el día, no podía evitar sentir una punzada de amargura al comparar la cálida cercanía que Rhaenyra compartía con su hijo y la frialdad que Nettles había enfrentado en su presencia.

Los murmullos de Visenya y el tintineo de las risas formaban un contraste ineludible con los pensamientos solitarios que invadían la mente de Nettles. La tristeza se tejía en sus pensamientos mientras observaba a Rhaenyra en el horizonte, deseando en lo más profundo de su ser haber tenido una figura maternal que compartiera esos momentos especiales con ella. La envidia, mezclada con la añoranza, creaba un torbellino emocional en el interior de Nettles, una tormenta silenciosa que aparecía de vez en cuando.

A pesar de las lágrimas silenciosas que amenazaban con emerger, Nettles mantenía su semblante compuesto, sus ojos oscuros fijos en el par juguetón. Sus labios se curvaban en una sonrisa leve y melancólica, una máscara que ocultaba la profunda herida de sentirse invisible en un lugar que debía haber sido su hogar.
De repente las imágenes del rey Viserys y Aemond emergían como fantasmas en su mente, como sombras que oscurecían su tranquilidad. Cada pensamiento de ellos parecía estrujar su corazón, recordándole los lazos rotos y las decepciones que había experimentado.

Con determinación, Nettles apartó esos nombres de su mente, como si pudiera alejar el dolor al negar su existencia. Sabía que pensar en ellos solo traería más tristeza y amargura a su ya complejo mundo. En su lugar, se centró en la conversación con Visenya, en las palabras que compartían y en la conexión que intentaban construir.

Mientras sus labios curvaban una sonrisa para acompañar las palabras de Visenya, Nettles hacía un esfuerzo consciente por mantener a raya las sombras del pasado. A pesar de la tormenta emocional que había en su interior, estaba decidida a encontrar un refugio en la compañía de su media hermana, en las risas y complicidades que compartían en ese momento. La conversación fluía como un arroyo tranquilo, un intento de escapar de las aguas turbulentas que amenazaban con arrastrarla hacia abajo.

―¡Vaya! Mira quién ha aparecido―Pronunció la muchacha de cabellos rubios.

Nettles desvió la mirada una vez más hacia adelante, y allí se alzaban las figuras que le eran familiares y, al mismo tiempo, misteriosas. Delante de ella estaba su padre, un hombre con una presencia que mezclaba la autoridad con la enigmática aura que lo rodeaba. A su lado, como una figura de encaje en las sombras de Daemon, se encontraba Mysaria, cuyos cabellos brillantes parecían capturar la luz en un abrazo etéreo.

Era como si Mysaria fuera una parte inseparable del hombre que tenía frente a ella, como si su esencia estuviera entrelazada con la del propio Daemon. Su presencia emanaba una belleza singular y un misterio que desafiaba cualquier intento de descifrarla por completo. Como una sombra de la noche, Mysaria se mantenía a su lado, revelando poco y ocultando mucho, una pieza del rompecabezas que Nettles aún no lograba comprender.

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Hola,capítulo nuevo!! Comenten y denle amor plis<3

Loyalty  | 𝐀𝐞𝐦𝐨𝐧𝐝 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Where stories live. Discover now