Ingrata

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Tenía la fragancia de la rosa
Y ese tierno mirar de la paloma
Era pura y gentil y más hermosa
Que el dulce Febo que en Oriente asoma.

Era tanta su gracias que una diosa
La imaginé del cielo descendida.
Me arrodillé a sus pies y en amorosa
Declaración yo le ofrecí mi vida.

Me miró, y al calor de su mirada
Mi amor formó en mi pecho hondas raíces
Y la llamé mi bien, mi dulce amada.

Pero ¡ay! cuando le dije que felices
Gozáramos de vida tan ansiada
Me pegó con la puerta en las narices.

Ambrosio A. Agustoni

Palabras prestadasWhere stories live. Discover now