¡Moo! - [Seonghwa Harem]

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La clase de deporte en el instituto es una tortura para las personas con senos grandes (principalmente Omegas).

Ya se imaginarán el porqué.

Seonghwa es alguien muy atlético desde que tiene memoria. Siempre estuvo correteando por los grandes campos de su granja, compitiendo con las ovejas y jugando a las atrapadas con su perrito collie llamado Mandarina. Nadaba en la laguna con los cisnes, huyendo de los patos y gansos que lo atacaban hasta que llegaba el atardecer lleno de tierra a su casa.

Sin embargo, desde que ingresó en su instituto los deportes se convirtieron en un completo martirio. No le molestaba la actividad física, porque era su parte favorita de la semana, odiaba el hecho de usar una prenda blanca que hacía notar las manchas en su piel cuando ésta se humedece en sudor.

Eso significaba que más de una vez halagaron la mancha rosada casi en forma de corazón que tenía en su espalda baja.

Y la vaquita, obviamente, les daba la paliza de sus vidas para que cerraran el hocico y no lo volvieran a ver más o hacer menciones de eso.

Hoy era uno de esos días donde sentía esa mirada en su cuerpo luego de entrenar, y comenzaba a molestarle demasiado.

Su rutina de ejercicios fue pesada y aunque tratará de despegar su remera de su cuerpo para que dejara de ser tan observado, las miradas no cesaban de su anatomía.

Y aunque estuviera hablando con su compañero Omega oveja en lo que debían estirarse para irse a casa, los ojos salidos de los Alfas tratando de ver más allá terminaron con su paciencia.

– ¡¡El próximo que me volteé a ver voy a arrancarle las cuencas de sus ojos con mis dedos!! –grita interrumpiendo su conversación importándole poco la opinión de su profesor de deporte, volteando a los mencionados que habían apartado su vista fingiendo demencia– Son una bola de atrevidos sin pudor ni vergüenza. Los mataré a todos. Acabaré con todos los Alfas del planeta.

– Calmate Hwa, no van hacerte nada. –su amigo dio palmaditas en su espalda mientras lo llevaba al lavabo, ya la clase había terminado, así que solo esperaban calmarse un poco para irse a casa cada uno– Eres muy fuerte, sé que si un Alfa viniera a querer cortejarte y no te gusta le arrancarlas el pito con tu mano.

– ¡Por supuesto que lo haría! No puedo tolerar su mirada llena de morbo solo porque tengo tetas grandes y manchas. –gruñe lavando su rostro mojado de sudor, sacudiéndose luego– Ni siquiera a las cebras las ven así como a mí. Ellas también tienen manchas y cuerpos lindos, pero jamás he oído que le digan algo o se les salga la cuenca de los ojos por ver más.

La ovejita ríe asintiendo con la cabeza, la vaquita, por el contrario, suelta un largo suspiro irritado.

Él detestaba las miradas de los Alfas de su clase, las del club de fútbol a un costado de ellos y los de básquet cuando tenía que pasar por ese pasillo para irse a su casa.

Más de una vez atinó patadas a aquellos Alfas morbosos que silbaban su anatomía, o atacaba al cuello hasta que cayeran desmayados al suelo un rato sin importar qué suplicaran por piedad.

Siempre fue alguien independiente y fuerte por su cuenta.

Podía cuidarse solo, todo el mundo lo sabía. Nunca se dejaba doblegar ante nadie ni dejaría que un extraño fuera tras sus pechos con leche o morboseara su cuerpo solo por ser curvilíneo.

Al menos, así era antes de conocer a esos dolores de cabeza llamados San, Wooyoung y YeoSang.

Hongjoong no entraba entre esos dolores ya que la vaquita era un Omega como él, pero si se enlazaba con su imagen destruida de un ser intocable.