Capítulo 9

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Mi mundo
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Tantas cosas por decirle y ninguna salía de su boca. Ojalá lo conociera, porque con ver a través del cristal oscuro de los lentes podría apreciar esa mirada que decía tanto.

Su corazón sangraba sin cesar desde que se fue de su vida, y cuando creyó que ya tenía el sentimiento controlado de nuevo su alma vuelve a llorar. Y recuerda cada noche en soledad pensando en él, en ese: "te perdono" que lo destrozó, ahora deseaba eso, una palabra, una referencia al pasado que compartieron, pero obtiene menos que migajas, ni siquiera las huellas de algo que estuvo ahí.

Al verlo partir reconocía la inutilidad de sus esfuerzos por olvidarse de su rostro. Olvidar ese par de estrellas a las que llama ojos, de la suavidad de sus manos y el calor de su presencia. Y qué arrepentido estaba de todo infame acto que cometió sin tacto en un inútil esfuerzo por borrarlo de su mente.

Pensar que hoy no es quien él conoció. Tener que verlo de frente y recordar el día en que lo perdió.

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Corría bajo la lluvia en busca del lugar más lejano que pudiera encontrar. Un lugar secreto y oculto donde descansó y tomó aire recobrando las fuerzas. Las yemas de sus dedos acariciaron suavemente la comisura de sus labios hinchados del color de los rosales húmedos por el rocío de la mañana. Y sintió un recuerdo, una violenta y desesperada presión sobre ellos.

El sonido de su burlona risa le hacía eco en la cabeza. Su mente se empeñaba por traer su cara sin rostro a su memoria, más no podía. El sonido de su voz estaba grabado en su mente y ese sonido se conectaba a los demás sentidos, el tacto: recordándole lo áspero de sus manos y lo frío de sus mejillas, el olfato trayéndole a la mente el aroma a notas amaderadas vibrantes que interactúan con acordes gourmand, recordándole el seco olor a alcohol de hospital; el sabor a vino de sus labios

Iba tratando de mantenerse de pie, tambaleaba con cada paso mientras posaba una mano sobre su pecho. Azirafel jamás había experimentado la muerte, y jamás lo haría, pero sintió un calambre en el corazón y un dolor en la cabeza que no podía expresar.

Estuvo en el limbo del dolor, atravesó el umbral y se mantuvo ahí hasta que su cuerpo y su alma dejaron de sufrir. Sintió un alivio doloroso y culpa y remordimiento porque sus esfuerzos por protegerlo habían sido en vano.

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Crowley volvió a la cafetería. Estaba empapado por la lluvia, nada que un chasquido no pueda solucionar.

Pudo ver a través de las ventanas que ella no estaba ahí, Maggie jugaba con Persi en donde una vez él compartió una mesa con su ángel. Dirigió su mirada a la librería y ahí estaba leyendo las portadas de los libros. Entró
al establecimiento decidiendo entre la ira y la inconsolable tristeza.

—Hola. Tardaste— dijo Saxa poniéndose de pie mientras se aproximaba a él.

—Sí. Lo siento mucho, vámonos. Trae a Persi ya no vamos

Saxa obedeció a la orden, fue a buscar a la niña y los tres partieron de regreso a la cabaña. Crowley quería estar lo más alejado de la ciudad posible. Azirafel había vuelto para poner el dedo sobre la llaga.

Lo veía como un desconocido. Tantos años de amistad se habían esfumado con su ascenso al cielo. Para Azirafel, Crowley sólo era un habitante más.

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Había estado vagando por la ciudad por un buen rato. Sus recuerdos volvieron a él de golpe, información de 6 mil años en menos de un segundo.

Había puesto un campo protector alrededor de Crowley, uno que incluso a él le afectaría, lo borró de su memoria con solo decir: "Te voy a olvidar, y no será necesario que borren tu nombre del libro de la vida, el cielo y el infierno va a mirar hacia donde antes estabas tú y encontrarán un lugar vacío, porque no significas nada", un encantamiento doloroso, pero efectivo, el cielo y el infierno miraban a dónde Crowley estaba y lo único que podían ver era un simple civil.

Elígeme a mi {Aziracrow}Where stories live. Discover now