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En el rincón más oscuro de esa nueva mañana, Rin yacía atrapado en los vestigios de una pesadilla implacable

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En el rincón más oscuro de esa nueva mañana, Rin yacía atrapado en los vestigios de una pesadilla implacable. Su mente se había convertido en un laberinto de tormento, donde los recuerdos dolorosos yacen en letargo, esperando la oportunidad de surgir.
Un monstruo que emergía de las profundidades de su psique, un ser que lo aplastaba con su desprecio y lo ahogaba con palabras hirientes.

La pesadilla había sido un eco de su pasado, una herida abierta que nunca había sanado. Se encontró a sí mismo atrapado en una habitación oscura, sin escapatoria, mientras su hermano, la figura de autoridad que una vez admiró, se cernía sobre él con desprecio en sus ojos.
Las palabras que su hermano profería eran dagas afiladas que perforaban su corazón.

Deseando huir de el mal sueño, envuelto en la respiración agitada, se vistió con la ropa deportiva de su pertenencia y tomando el balón desgastado que usaba hasta el agotamiento, salió de su habitación. No iba a desayunar, comer no era lo que necesitaba.

Lo que necesitaba era seguir entrenando para poder aplastar a su hermano mayor y a todos los rivales que se le pusieran en el camino. No importaba si su cuerpo era destruido en el proceso.

Mientras golpeaba el balón con fuerza, cada sonido del impacto de su empeine con el caucho, era como un latigazo de cada una de las palabras que se repetía en su memoria, que dejaba una cicatriz en su alma, una marca indeleble que había llevado consigo durante años.

El recuerdo de su hermano, la figura que alguna vez admiró y amó, convertido en un verdugo implacable, seguía atormentándolo incluso en la realidad. El mal humor y la irritabilidad se apoderaron de él, como sombras que oscurecían su espíritu.

Su corazón ardía con una furia que no podía controlar, y sus pensamientos se volvían cada vez más oscuros y caóticos.

En su mente, se formaban tormentosas tormentas de autodesprecio y desesperación. Ningún movimiento era lo suficientemente perfecto, nada de lo que hacía parecía bueno como para conseguir la aprobación que deseaba. Aprobación que incluso otros habían recibido, menos él.

La ira, la tristeza y la confusión se mezclaban en un cóctel explosivo que amenazaba con desencadenar una tormenta destructiva en su interior. Mientras la luz del amanecer continuaba extendiéndose sobre la ciudad, sus problemas de ira y sus pensamientos oscuros seguían sin tratar, una tormenta que amenazaba con consumirlo por completo.

─── ¿Tan temprano ya estás haciendo alboroto en las canchas?───la voz que menos quería escuchar, chillona que le daba dolor de cabeza. Rechinando los dientes entre sus jadeos, volteó para encontrar a la piedra en su zapato, una chica con un traje de artes marciales. Ella se aproximó a él, un grupo de botellas de agua recién cargadas en sus brazos───Hoy no hay entrenamiento matutino de fútbol, ¿Qué haces despierto? Si yo fuera tú, estaría durmiendo.

───Realmente no tienes nada mejor que hacer, ¿verdad?───hablaba, su voz era un fría. No le dirigió la palabra. Solo quería que la (c/c) desapareciera───. Pierdete───intentó continuar, ir en busca del balón y patearlo hasta que explotara si fuera necesario, pero la contraria se puso en su camino.

« Turquoise » [Itoshi Rin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora