|Capitulo 16|

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Estaban conduciendo a toda velocidad, Lucero se dirigía por lugares desconocidos y para nada transitados.

Le parecía una locura de parte de la castaña, estaban llegando a un especie de mirador a lo alto de una montaña.

La fuerza de la lluvia era mucho más fuerte a medida que avanzaban, de la nada Lucero frenó haciendo rechinar las llantas.

Metros atrás Itatí frenaba con un poco de más calma, sin tiempo que esperar se bajo del auto esperando una explicación.

—. Estas loca —, grito por la lluvia —. Por poco me estrello contigo —, le gano la risa.

Lucero estaba mirando con una sonrisa bobalicona, estaba ignorando cómo en segundos estaban completamente empapadas.

—. Aún me encuentro afectada —, soltó en risas, pegando a Itatí a su cuerpo.

Estaban frías, tenían los labios amoratados y aún así querían continuar lo que aún no había iniciado.

—. ¿Qué tanto? —, dijo contra sus labios, soltando en esa frase un poco de su cálido aliento rozando los de Lucero.

No hubo respuesta, solo un par de labios atrapando los de ella, haciéndole el amor con su boca de forma lenta.

El agua se colaba entre su beso mucho más que sus ropas, el calor se estaba apoderando de todo el momento.

Poco a poco la fue desnudando, dejándola apoyada sobre el capo del auto.

—. Esta frío —, se quejo al sentir la piel de sus piernas robar el auto.

—. Lo siento —, se disculpó con una suave sonrisa, siguió besando la suave piel de la rubia, el momento era fogoso y suave, incómodo por la lluvia y el frío pero demasiado tentador para dejarlo pasar.

—. Lu —, jadeo sin aliento al sentir la boca tibia viajar desde su senos hasta su vientre, entrelazo sus dedos a los de Lucero, temblando de frío y de deseo placentero.

Lucero estaba siendo rápida, moría de frío pero también moría de ganas por la rubia.

Se incorporó usando sus dedos como único objeto de placer, itatí no tarde en responder a sus movimientos, ahora siendo también sus dedos usados para complacer a la castaña.

—. Abrazame, hace frío —, pidió acercandola a su piel resbaladiza, su cuerpo se sentía diferente pegado al suyo, el agua servía de efecto erótico en el momento tan escandalosamente extraño y caliente.

—. Lo sé —, río bajo, ocupando su boca en disfrutar del cuello húmedo de la rubia, mordió con suavidad el hombro pálido, había llegado a su punto más alto y estaba usando todo de si por no resbalarse y seguir en su trabajo por la rubia.

Itatí no tardó mucho, su estímulo eran mucho más que los dedos furicos, lo era la imagen acalorada y húmeda de Lucero.

—. Muero de frío —, rio acercándose más Lucero, recuperándose del arrebato vivido hace segundos.

—. Vístete —, le paso la ropa empapada y ahora sucio, era dificultoso vestirse de esa manera pero debían hacerlo rápido.

—. Las locuras que me haces hacer —, musito Itatí con la voz frustrada y divertida, demasiado concentrada en desenredar su blusa.

—. Déjame ayudarte —, le quito la blusa, ella ya se había vestido del todo pero la rubia por su temblor no se había vestido tan rápido —. Ven —, la jalo para colocarle la blusa de manera correcta y besarla antes de abrir la puerta del auto y hacerla subir —. Recuerda que te amo —, la beso con calma —. Ahora ve a casa —, cerro la puerta corriendo a su auto.

Itatí apoyo su cabeza sobre el volante, moría de frío y estaba hecha un desastre, sin contar el que ahora hacia dentro del auto.

Encendió la calefacción en la espera de ver el auto de Lucero dar la vuelta y seguirla de nuevo hasta la ciudad.

Lucero iba en las mismas condiciones, helada y con partes de su cuerpo entumidas.

Había sido una completa locura, pero no se arrepentía y estaba dispuesta a repetirla.

Vio el auto de Itatí pasar el suyo a alta velocidad, sabía la debilidad que tenía Lucero con el frío, misma que tenía ella.

—. ¿Pero qué te pasó? —, pregunto pregunto al verla entrar, empapada, el cabello revuelto, temblando, los labios morados y la ropa sucia, se veía realmente mal.

—. Nada malo, lo prometo —, levanto sus manos temblorosas en señal de seguridad, detuvo a Manuel con un ademán al verlo acercarse a ella.

—. Debes darte una ducha de agua tibia —, sonó más a afirmación que a sugerencia.

—. Si, voy a eso —, se fue dejando un reguero por todo el suelo, dejando a Manuel preocupado por su aspecto.

Entro a la habitación temblando, necesitaba entrar al baño y llamarla.

Cerro la puerta, sumergiéndose en la tina, odiaba hacerlo pero ahora lo veía como la mejor opción.

Abrio el grifo dejando recorrer el agua tibia, calentando su piel fría y llenándose hasta el tope.

Se fue deshaciendo de las prendas, al verse desnuda tomo el móvil que había dejando en buro alrededor de la tina.

—. Lucecita —, escucho al tercer timbre, sonrio.

—. ¿Llegaste bien? —, se acurruco en la bañera, el agua aún no alcanzaba la altura de sus pechos y esa área la tenía erizada de frío.

—. Si, justo estoy saliendo de la tina con un montón de toallas calientes envolviendo mi cuerpo —, su voz sanaba somnolienta —. ¿Tú?

—. En la tina —, estaba tiritando.

—. No suenas bien —, se preocupó —. No te sentó tan bien tu idea —, se burló, estaba llegando a la cama y aprovecho de arroparse con más de tres colchas.

—. Cállate —, río aún temblando —. Bye —, se despidió sin ganas de hacerlo, un leve susurro se escuchó atraves de la liena y luego el típico sonido de terminada la llamada.

Acurrucada dejo fluir el agua, la había llenado a tope y se sentía bien estar bajo algo tan caliente llenandola de calor.

Cerro los ojos inundandose de oscuridad, se había dormido no tomando en cuenta el grifo abierto el agua fluir por todo el suelo.

Además, ¿quien la llevaría a la cama?

¿Es un secreto? ✔️Where stories live. Discover now