|Capitulo 58|

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Los días después de aquella noche fueron pasaban desapercibidos.

Lucero se esforzaba por lucir su mejor versión ante la rubia y no dejar florecer sus miedos.

Su matrimonio había vuelto a la monotonía, Manuel por su lado y ella por el suyo.

Itatí estaba concentrada en no ilusionarse del todo, aunque su corazón simplemente no obedeciera a las órdenes de su mente y estuviera más enamorado que nada en el mundo.

—. Hola cielo —, musitó con voz de mimo, llegaba unos minutos tarde a su comida con la rubia.

—. Hola —, sonrió con ternura, dejando un casto beso muy cerca de sus labios.

—. ¿Que tal hoy? —, pregunto mirando la carta.

—. Pedí por ambas —, informó, Lucero sonrió dejando el menú a un lado para mirar a la rubia —. Bastante productivo, ¿El tuyo?

—. Bastante relajado —, sonrió —. Huele extraño —, comento arrugando su nariz con desagrado.

—. A mí me huele a cáscara de limón —, comento sin darle mucha importancia, Lucero nego con los ojos húmedos.

—. No me gusta ese olor —, se quejo, bebiendo un poco de agua para calmar las náuseas.

—. Estás pálida, ¿Te sientes bien? —, cuestiono preocupada, Lucero solo asintió.

Pasaron los minutos rápidamente, comentando sobre su día.

—. Dios, ya no lo soporto —, se levantó hacia los aseos, estaba mareada con ese olor.

Expulsó el poco contenido de su estómago, llevaba días sin comer ni dormir bien, tal vez era el cansancio que la tenía de esa manera.

—. ¿Todo bien? —, pregunto con voz dulce al verla regresar, estaba más pálida y sus manos estaban frías.

—. Si —, respondió mirando la comida con desaprobación.

—. ¿No te gusta? —, Lucero asintió, tomando los cubiertos para comenzar a comer.

—. En una semana es tu cumpleaños —, comento, alargando las conversaciones para no comer.

—. Así es —, asintió —. La presentación de la colección —, afirmó —. Doble colección —, confesó con timidez.

Lucero sonrió.

—. ¿Doble? —, la emoción le ganaba en la voz, Itatí asintió haciendo soniditos —. ¿Me dirás al menos de que van? —, se mordió el labio inferior inconsciente, removiendo la comida sin ánimos.

—. A color —, fue lo único que comento sin dejar de mirar el labio inferior de la castaña —. Deja de hacer eso —, pidió, Lucero la miro sin entender.

Estiró su mano y saco su labio de entre sus dientes, la castaña sonrió nerviosa.

—. No lo hice adrede —, musitó con las mejillas calientes y una media sonrisa.

En aquellas tres semanas que tenía juntas Itatí había rechazado el único intento de Lucero para estar íntimamente y la castaña decidió no hacerlo más hasta sentir a Itatí totalmente preparada.

—. Manuel irá a la presentación —, comento en voz baja, Lucero palideció dejando los cubiertos a un lado, el apetito había menguado del todo con aquello.

—. ¿Por qué? —, estaba enojada.

—. Las invitaciones las había hecho hace mucho y cuando las mande a enviar olvide sacarlo —, justifico —. Además, Manuel sabe de esta presentación y me pareció muy descortés sacarlo del listado a parte de muy obvio —, razonó, Lucero asintió no muy convencida.

—. Vale.

—. No puedes enojarte por eso —, hizo puchero para convencerla que no era motivo para molestarse.

—. No estoy enojada —, respondió sin mirarla.

—. Lu, duermes con él todas las noches que vaya a la presentación no hace la gran diferencia —, se encogió de hombros.

—. Ese es el detalle, que ya no duermo con él y la mayoría del tiempo la paso contigo —, si, estaba furiosa —. Y el hecho que vaya a tu presentación es motivo suficiente para enojarme, porque mientras tú estás feliz con tu presentación yo tendré que fingir un matrimonio ideal con él —, tomo aire —. ¿Oh olvidaste que muchos de los que irán son amigos nuestros? —, tomo su bolso y dejo la tarjeta dentro del folio que el mesero le tendía.

—. Ni siquiera has terminado de comer —, apunto el plato.

—. No tengo hambre.

—. Lu, lo siento —, se disculpo tomando su mano, la castaña la alejo de inmediato.

Itatí suspiro, llenándose de paciencia, no discutiría por una tontería.

—. Buen día —, se despidió al tener su tarjeta, Itatí la siguió.

—. ¿Te irás de nuevo? —, pregunto Itatí con desilusión.

—. Estaré en la empresa —, desbloqueo la puerta del auto —. ¿Y si te refieres a si te dejare? No —, Itatí cerro la puerta del auto en un azote, interponiendose entre la puerta y Lucero —. Itatí no seas infantil —, de quejo rodando los ojos.

—. No lo seas tú, Lucero —, reclamo enojada—. Estás armando un lío solo porque Manuel irá a la presentación...

—. Presentación que me obliga a actuar como una esposa con él —, recordó —. ¿O que le diré a los chicos? No, pues, verán. Estoy de amante con Itatí y por eso estoy evitando hasta el aire que respira Manuel —, aplaudió, añadiendo más ironía a su actitud.

Itatí nego sin creer del todo el drama de Lucero.

—. Retiraré, necesito ir a la empresa —, pidió sin ánimos de seguir discutiendo, se estaba sintiendo mal.

—. Escúchame, Lucero —, pidió, la castaña solo nego.

—. No me siento bien, quiero irme —, hizo ademán de abrí la puerta pero la rubia aparto su mano.

—. Lucero —, casi suplico.

—. Lucero no se siente bien —, respondió, que la llamara por su nombre siempre iba a doler.

—. Pero... —, se apoyo en ella, estaba mareada y comenzaba a sudar frío —. Ven —, la ayudo a subir al auto —. Iremos al hospital.

—. No es para tanto —, nego —. Llévame a casa —, pidió, su vista estaba borrosa.

—. Que no —, quiso replicar pero su mundo se torno negro —. Lucecita —, llamo nerviosa, dando ligeros golpecitos en su mejilla.

Segundos después comenzó a moverse, reaccionando de a poco, estaba débil.

—. Llévame a casa, por favor —, pidió apoyándose a la ventanilla.

Sin decirle nada comenzó a manejar al hospital.

Al llegar solo pudo entrar hasta la sala de espera, pudo sentir la mirada de reproché sobre ella.

Lo hacía por su bien.

Los minutos fueron pasando lentamente, estaba ansiosa por saber algo de Lucero y su bienestar físico.

Dentro miles de cosas estaba ocurriendo, por el momento solo presentaba deshidratación y malestar.

Existían teorías sobre sus síntomas, pero solo los exámenes les darían con exactitud su estado de salud.

Espero en silencio el momento de los resultados, mirando como gota a gota iban pasando el suero por la vía en el dorso de su mano.

—. ¿Familiares de Lucero Hogaza? —, pregunto una doctora.

Itatí sin perder tiempo se acercó a ella.

—. Soy su novia —, respondió sin pensarlo, la doctora la miro sin creerlo del todo pero la dejo pasar.

¿Es un secreto? ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora