|Epílogo|

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Dos años después.

Un agrio sabor se instalaba desde su alma hasta su boca, volver a México dolía, ver aquellas calles inundadas de recuerdos dolía y sobre todo saber que ella estaba en la ciudad quemaba.

Salió del aeropuerto mirando poco a su alrededor, desde el día de su presentación no había vuelto a pisar su país natal y ahora que lo hacia por cuestiones de trabajo se quería limitar a observar lo necesario.

Tomo un taxi hasta su oficina, se quedaría en un hotel, no volvería a pisar la casa que tantos momentos dulces y amargos guardaba de su historia.

—. Buenas tardes —, saludo imponente al entrar, ninguno de sus empleados esperaba su visita, a decir verdad ni ella misma esperaba pisar esa empresa, todo había ocurrido de último momento.

Su secretaria, Susana, su fiel aliada la esperaba con una sonrisa dentro de su oficina.

—. Hola —, saludo sin siquiera mirarla, abriendo el maletín sacando los folios que necesitaba —. Aquí tienes —, lo dejo sobre el escritorio —. Adiós —, Susana la detuvo de la muñeca.

—. Al menos dime cómo estás —, se encogió de hombros, Itatí la miro sin expresiones.

—. Adiós —, murmuró soltandose, dejando a su secretaria con la palabra en la boca.

Huyendo de su empresa.

Tomo otro taxi en busca de un hotel, sabía que los mejores eran los de Grupo Turismo, pero ese sería el último lugar que pasaría estando viva.

Observó la revista a un lado de su asiento, leyendo la portada.

La reconocida empresaria y diseñadora de modas celebra el cumpleaños número uno de su hija junto a su esposo el magnate Manuel Mijares.

Dejo la revista en su lugar, sintiendo la misma operación en el pecho que no la dejaba en paz desde el día que renuncio a Lucero.

—. Al aeropuerto por favor —, indico —. No —, el taxista la miro con mala cara —. Al museo Cantoral —, susurró triste, observó las calles pasar con flash de recuerdos en cada esquina.

Todo le recordaba a ella.

Pago el taxi y bajo entrando al museo, las pinturas de aquella colección seguían allí, había decidido no venderlas.

Cruzo el pasillo escuchando el taconear de sus pasos, suspiró melancolía, el olor a pintura y a viejo le traían maravillosos momentos a su mente.

Fue tras el escenario, rompiendo su promesa de no volver a pisar el lugar donde la conoció.

Se sentó sobre la arena, dolía, sí, dolía mucho pero ya no la hacia llorar, al menos no con frecuencia.

Saco su celular y marco su número, una dulce voz aniñada contesto.

—. Toma mami —, escucho la voz aniñada y seguido la voz de Lucero, su voz seguía igual, un poco más madura pero con la misma dulzura de siempre.

—. Hola —, siguió llamando al escuchar silencio.

—. Después de tanto tiempo que ha pasado aún te espero como siempre en el mismo sitio. Aún así logro sentir tu pecho presionado con el mío y tus latidos —, aquella canción representaba cada una de sus emociones.

—. ¿Quién es? —, pregunto confundida, aquella voz le parecía familiar.

—. Y cada vez, se me hace mas difícil, cada vez. Y es que sin ti, todo se quedó por la mitad. A medio vivir, a medio sentir. Y se me pasa la vida y no encuentro salida sin ti. —, siguió entonado aquella letra tan precisa.

—. ¿Itatí? —, pronuncio en un hilo de voz.

—. ¿Quién es tati mami? —, de nuevo esa voz aniñada.

—. Llevamos mucho tiempo hablando y no te seguiré aburriendo más con mi discurso.
Solo te llamaba por saber, si por si acaso tú también necesitabas —, una lágrima cayó a su mejilla, ya había hecho suficiente.

—. No cuelgues, por favor —, tarde, ya había cortado la comunicación y había apagado el móvil.

Salió del museo rápidamente, debía irse de nuevo.

—. Te quedarás con tu papi —, informo a su bebé quien preguntaba si podía ir con ella.

Dejo a su bebé a cargo de Manuel, saliendo con la excusa de una reunión de última hora.

Manejo hasta el museo rápidamente, era ella, su voz, y por supuesto que conocía esa canción, era la tercera vez que la llamaba en esos dos años y le cantaba la misma letra.

El tráfico estaba insoportable, si tan solo hubiera mirando a su lado izquierdo al cruzar el tercero semáforo antes de llegar al museo la habría visto, con su cabellera rubia corta y su semblante serio y duro.

A dirección de la Lucero, Itatí si la había visto.

Su cabello ya no estaba oscuro, ahora era rubio y ligeros reflejos dorados.

Estaba hermosa, mucho más hermosa de lo que recordaba.

Al llegar al museo estaba vacío, no había ni una sola persona allí, pero si sabía que ella había estado en ese lugar.

Una pañoleta negra con diseños blancos estaba sobre la arena, su perfume era el mismo.

Ella había estado en México.

La busco durante semanas, dos meses después se enteró que vendió su casa y supo que no tenía intenciones de volver al país.

Nuevamente se rindió, ella seguía casada y ahora no solo era su matrimonio, era su bebé y su familia.

Itatí ya no volvería, su historia ya no renacería, todo había acabado.  

¿Es un secreto? ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora