|Capitulo 22|

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—. Mi amor, por favor —, estaba desesperada, tenía minutos llamándola, buscando despertarla y nada parecía hacerla reaccionar, ni siquiera los trapos fríos que cubría su frente y ratos pasaba por sus brazos y cuello.

Desabotono su camisa, debía buscar ropa, estaba sin nada debajo como lo había notado desde el principio.

Con las lágrimas dificultando su visión, comenzó a buscar ropa interior cómoda.

Busco un pijama abrigado y fue al baño a llenar la tina.

—. Nena —, susurro acariciando su mejilla —. Vamos despierta —, volvió a suplicar en medio del llanto, estaba asustada, la rubia no reaccionaba —. Vamos, levántate, matame si lo deseas, pero por favor —, rogo —, reacciona.

Comenzó a cambiarla de ropa, estaba nerviosa y no atinaba del todo mover el cuerpo de Itatí y vestirla rápido, sus movimientos eran torpes y temblorosos.

—. Abrázame —, la escucha balbucear bajito luego de minutos, sintió alivio, estaba reaccionando.

—. Vamos al baño —, susurro de nuevo cerca de su mejilla, tocando la piel hirviente de su frente —. Vamos, amor —, pidió con una media sonrisa, debía llevarla al baño.

—. Tengo frío —, susurro con el ceño fruncido y los ojos cerrados, río, bajito pero río —. Hola, Gustavo —, estaba delirando, debía llevarla al baño.

La tomo entre sus brazos, pateó los tacones que había dejado a medio camino para caminar con más libertad, no sabia de donde estaba sacando sus fuerzas pero estaba casi corriendo con ella en brazos.

Cuidando de no resbalarse y lastimarla se metió con ella en la tina, estaba odiando el precioso vestido que Itatí había elegido para ella, pero ocupaba mucho espacio entre las dos.

Sin cuidado alguno, ragos partes de la tela para poder quitárselo con más facilidad.

—. Hace frío —, volvió a quejarse Itatí entre sus brazos, abrazándose a su cintura haciendo más difícil la tarea de quitarse el vestido.

—. Lo sé, no vida —, le susurro dejando un beso en su cabeza —. Dejame quitarme el vestido para poder abrazarte —, le pidió con dulzura a lo que Itatí solo arrugó la nariz, estaba temblando mucho más que al principio —. Parece que no quieres ayudarme —, río bajito, logrando zafar el vestido de sus caderas y al fin quitárselo del todo —. Ven —, la acerco más a ella como fuera posible.

Entrelazo sus piernas con las de Itatí, aún bajo el agua podía sentir la fuerte fiebre de la rubia.

—. Lucecita —, murmuró dibujando círculos en la piel de su pecho, soltó media risita y llevo su boca a la de Lucero.

La estaba besando, suave y con dificultad.

Lucero sonrio, estaba hecha un mar de lágrimas.

—. No tienes idea cuanto quiero odiarte y no puedo —, admitió, se sentía en una especie de sueño, sentía que todo lo que decía no era real al igual que el beso torpe que acaba de dar —. No puedo —, volvió a musitar acurrucandose en su pecho.

—. No me odies, por favor.

—. ¿Qué no entiendes que no puedo? —, la fiebre le estaba afectado, hablaba sin hablar, no sabia que era real ya que no.

—. Tienes mucha fiebre, debemos ir al médico —, explico Lucero tratando de levantarse con ella nuevamente, itatí negó agarrándose al borde la tina.

—. No quiero, déjame morir —, ahora lloraba, sin ruido ni llanto, solo lágrimas calientes.

El nudo se fortaleció en su garganta, ¿alguien podía entender su posición?

—. Por favor —, le sonrio tomando sus mejillas haciéndola mirarla a los ojos, una media sonrisa le iluminó el tormento que la destrozaba por dentro.

—. No —, negó riendo, de la nada estaba divertida.

Cerro los ojos expulsando el aire retenido, Itatí era difícil aún estando enferma, estaba perdiendo la paciencia.

Abrio la pila del agua fría dejando fluir, el agua ya estaba tibia y la rubia nada que mejoraba.

—. Ay, no —, se quejó —. Esta muy frio —, de nuevo, al borde de las lágrimas.

—. Es por tu bien —, parecía una niña y en medio de todo si le causaba gracia verla de esa manera —. Abrázame —, la acuno más a ella, itatí solo la abrazo conformándose con la tibieza de su piel y dejando el agua fría fluir en ambas.

—. ¿Por qué me cuidas? —, pregunto, sus dientes castañeaban y no sabía cómo controlarlo, su piel dolía con el mínimo roce de movimiento, se sentía fatal.

—. Porque te amo —, respondió segura, abrazandola con cuidado, la había escuchado quedarse al rozarla contra ella.

Un suspiro fue la respuesta, comenzó a verter agua sobre la cabeza de la rubia con ayuda de su mano.

La fiebre comenzaba a bajar al igual que los temblores de su cuerpo, se había quedado dormida y volvía a una temperatura normal.

—. Amor —, la llamo al pasar diez minutos dentro del agua con la temperatura deseada —. Debemos ir a la cama —, hablo bajito repartiendo besitos por su rostro, Itatí volvió  a arrugar la nariz inconforme, estaba cansada y muy cómoda como para moverse —. Vale —, musito resignada saliendo de la tina, buscando una toalla para sacarla después a ella en brazos.

Sonrio al intentar sacarla y sentir como Itatí se abrazaba a su cuello.

Llego a la habitación, la dejo sobre la cama y comezo a secarla para vestirla.

Para Itatí solo era un sueño, nada real.

Termino de vestirla y la acomodo bajo las sábanas, busco ropa para ella y al terminar fue a cerrar la puerta de la terraza.

La habitación ahora se sentía cálida y estaba más oscuro, cuatro cincuenta dictaba el reloj en la mesa de noche.

—. ¿Me abrazas? —, pregunto con inseguridad sin abrir los ojos, con media sonrisa sin abrir los labios se hizo un lado en la cama, entrando bajo las sábanas abrazandola.

—. ¿Me perdonas? —, pregunto haciendo figuras distorsionadas en las mejillas de Itatí, sabia que era una tontería hacer esas preguntas en el estado de Itatí pero una respuesta afirmativa era lo que necesitaba, no importaba si la decía en medio de una alucinación.

—. Ya no tengo fiebre, no me creas tonta —, y allí estaba de nuevo, aunque su voz sonó igual de débil la situación no cambiaba, estaba enojada —. Cuando raye el alba —, fue lo ultimo que salió de los labios de la rubia, Lucero suspiro, al menos la dejaría dormir a su lado.

¿Cuando raye el alba? Se preguntó mirando hacia el cielo por el cristal de la puerta, había dejando la cortinas abiertas y la vista era maravillosa.

—. Pronto sucederá, bonita —, susurro sin dejar de mirar al cielo, descuidando el amanecer al quedarse dormida sin notarlo.

—. Sucedio —, susurro Itatí completamente despierta, dejando un beso en la mejilla rosa de Lucero, dolia tanto, limpio sus lágrimas saliendo de entre sus brazos.

¿Es un secreto? ✔️Where stories live. Discover now