|Capitulo 56|

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—. ¿Te quedarás en silencio? —, volvió a cuestionar, Lucero estaba simplemente callada.

—. ¿Cómo haz estado? —, pregunto con voz débil, quería abrazarla pero simplemente la culpa no la dejaba.

—. He tenido mejores tiempos —, confesó sin ánimos de mentir en cuanto a su estado de animo —. ¿Y tú?

—. He tenido mejores tiempos —, imitó sus palabras con una sonrisa desganada, levantó la mirada para conseguirse una mirada chocolate intensa sobre la suya.

—. Comprendo —, afirmó sin dejar de mirarla.

—. ¿Que haz hecho está semana? —, pregunto curiosa, buscando la manera correcta y el momento indicado para decirle que le fue infiel con Manuel.

Que desastre era su vida, engañaba al amor de su vida con su esposo.

—. Terminar colecciones —, confesó —. Y tratar de entenderte, aunque me la pongas difícil —, soltó una leve risita nasal —. ¿Tú?

—. Nada interesante —, comento sin ánimos, admirando el rostro poco iluminado de la rubia.

¿Acaso ella era la causante que todo su brillo se estaba arruinando?

—. Ya...

—. ¿Y anoche? —, pregunto con interés —. Te llamé y no respondiste.

Itatí rio con ironía.

—. Es ilógico esto —, comento negando —. Llevo una semana detrás de ti y tu pretendes que a la primera salga corriendo a tus pies —, la seriedad le ganó en la voz —. No soy tu maldito juego, Lucero —, su corazón bombeaba con furia, le dolía el pecho.

—. No es eso... —, quiso defenderse, Itatí la interrumpió.

—. Anoche salí a olvidarte y lo único que conseguí fue llegar a una loma con una desconocida a llorar como una idiota por ti —, comento furiosa —. Porque eso soy, una idiota. Me la paso penado en ti, planeando una vida donde eres tú mi protagonista, caminando a tu paso sin saber ya quien soy —, a este punto ya estaba derramando lágrimas —. Porque dependo de ti, como una estúpida. Esperando las sobras de tu tiempo, de tu amor, rogando al destino que tú indecisión no nos afecte y me elijas por encima de todo y todos —, se limpia las lágrimas con furia —. Peor no, de la nada la señora decide alejarse sin darme una explicación —, culmino cruzada de brazos mirando por el ventanal hacia la ciudad.

La castaña solo analizaba sus palabras, contenido el llanto.

—. Lo siento —, musitó con la voz quebrada, Itatí solo la miro de reojo por unos segundos.

—. Debo irme —, Lucero la tomo por la muñeca al verla levantarse.

—. Quédate —, pidió con los ojos húmedos —, por favor —, suplico, la rubia volvió a sentarse, era tan débil con ella.

—. No tengo mucho tiempo Lucero —, mintió, solo quería irse.

—. Por favor —, volvió a suplicar sin saber cómo retener las lágrimas.

—. No Lucero, no puedo estar el tiempo que digas y cuando lo digas —, sus palabras eran como dagas hirvientes —. Yo también tengo una vida y yo también valgo —, la voz le falló, siempre estaría para ella.

Siempre se olvidaría de si misma por estar para Lucero, pero estaba dolida, muy dolida.

—¿Puedes abrazarme? —, pidió en un murmullo, mostrándose vulnerable.

La rubia solo se acercó para entrecharla en sus brazos.

Un suspiro de añoranza escapó de los labios de Lucero, comprendiendo el error que había cometido.

Siempre era ella, su corazón siempre la elegiría a ella.

—. Te amo —, musitó aferradose a sus brazos, aspirando su aroma.

Busco sus labios con ansias, besándola lentamente.

Se detuvo al sentir a Itatí reacia, sin corresponder su beso.

—. ¿Me amas? —, pregunto uniendo su frente a la de la rubia, mirando fijamente los labios húmedos por sus besos.

Itatí la amaba profundamente, solo que sus labios no quisieron obedecer al grito desesperado de su corazón por responder.

Lo volvió a intentar, besándola aún más lento sintiendo su alma vivir al sentir los labios de Itatí abrazar los suyos.

—. ¿Me amas? —, volvió a cuestionar en medio del beso, la rubia volvió a besarla.

—. Te amo —, respondió.

—. Quiero hacerte mía —, confesó acunando sus mejillas en sus manos, la rubia se alejo rápidamente, ganándose una mirada confusa de parte de la rubia.

—. No —, nego segura, quería entregarse a Lucero, pero hacerlo le haría más daño del ya hecho.

—. ¿Po-por qué? —, balbuceó, la necesitaba.

—. Porque me haría daño y quiero evitar un dolor más grande —, Lucero guardo silencio, la estaba hiriendo y no sabía cómo remediarlo.

—. Esperaré —, afirmó, buscando un nuevo abrazo que la hiciera sentir cerca y aliviaba de la rubia.

—. Ya vuelvo —, informo la rubia antes de levantarse, pocos minutos volvió con un pack de seis cervezas.

Salieron del café, sentándose sobre la acera despejada de la carretera.

La noche estaba fría y desolada, y el cielo estaba cubierto por un manto rojizo llenos de estrellas.

—. Salud —, choco su botella a la de Lucero, sonriendo levemente.

—. ¿Por nosotras? —, sonrió buscando una afirmativa.

—. Por tu decisión —, elevó la botella y llevo a sus labios, causando un sentimiento extraño en su interior.

—. Por mi decisión —, susurro bebiendo de la botella.

—. ¿Qué tal la empresa? —, pregunto mirándola discretamente.

—. En marcha —, afirmó —. ¿Que tal las obras? —, había mucho interés en saber, la rubia casi no hablaba de sus pinturas.

—. En marcha —, rio encogiendose de hombros —. Estoy pensando en abrir una sucursal del museo fuera de México —, informo —. Claro, este sería totalmente diferente, solo sería una galería, la piezas exclusivas seguirán aquí —, explico, Lucero sonrió, era una maravillosa idea.

—. Suena perfecto —, comento con una sonrisa encantada —. El próximo mes es tu cumpleaños —, comento al aire, Itatí la miro sin entender del todo —. ¿Tienes planes? —, pregunto mirándola fijamente, Itatí asintió.

—. Tu ya los sabes —, se encogió de hombros —. La exposición —, ladeó la cabeza con una leve sonrisa.

—. Bien —, asintió —. ¿Y si nos escapamos ese día? —, cuestiono como si fuera el mejor de los planes, Itatí comenzó a toser al atorarse con la cerveza —. ¿Estás bien? —, pregunto dándole palmaditas en la espalda, Itatí asintió.

—. ¿Estás jugando? —, pregunto con la voz entrecortada, no se recuperaba del todo de su ahogo.

Lucero nego.

—. Luego de tu presentación nos iríamos a otro lugar, y ya después a lo lejos le pediría el divorcio a Manuel —, Itatí estaba emocionada, al fin Lucero estaba tomando una decisión y la estaba eligiendo a ella.

—. Prométeme que no estás jugando —, pidió con seriedad, al borde del llanto.

—. Lo juro —, dijo alzando su mano derecha, buscado su boca para besarla —. Prometo decir la verdad y nada más que la verdad —, rio para volverla a besar. 

¿Es un secreto? ✔️Where stories live. Discover now