Capitulo 21

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Rebeca:

—Así que, ¿ya encontraron departamento? —le preguntó a los tortolitos en la video-llamada.

—Sí —responde Ana.

—Oye, ¿dónde estás?, y por qué tienes traje de baño —pregunta Fred— estás en la empresa hoy, ¿verdad?

—¿Te olvidaste de que ya no trabajan los sábados? —Ana le responde— Izan lo hizo para pasar más tiempo con ellas.

—Exacto, estoy en camino a la piscina de la casa de Izan.

—De nuestra casa —Izan aparece detrás de mí con Ada en sus brazos.

—¡Tía Ana voy a nadar!

—A aprender —le corrigo.

—Eso es genial, Ada, ¿quién te enseñará? ¿Tú papá o tu mamá?

—Mi papá —Ada toma el teléfono y le pide a Izan que la baje, luego se va a sentar a una de las sillas de playa que hay cerca de la piscina.

Siento que Izan pasa un brazo por mi cintura, y reposa su cabeza en mi hombro.

—Te quiero confesar algo —me volteo al escucharlo.

—Mmm, esas palabras no son una buena señal, ¿a quién tengo que matar? —bromeo.

—Muy graciosa, ya hablando en serio, mi confesión es que nunca he estado más feliz en toda mi vida que en los últimas semanas.

—¿Y eso por qué? —pregunto, dándole un beso en la mejilla y abrazandolo.

—Porque tengo a mi hija, y a la madre de mi hija, la mujer que amo desde siempre.

Sonrío y él me da un beso corto.

—Cada día que pasa mejoras.

—¿En qué?

—Con la labia.

—Puede que sí, pero nunca dudes que cada cosa que digo, por más cursi que sea, es absolutamente cierto.

—Lo sé, amor —caminamos hacia Ada, yo me acuesto en la silla que está al lado, mientras que Ada termina la llamada, me da el teléfono y va con su padre a la piscina.

Izan le enseña a nadar y yo solo los observo, cuando Ada ya ha podido y disfruta un poco, su padre la saca de la piscina para ir por golosinas.

Los veo venir con fundas de papas, gomitas, doritos y más.

Niego con la cabeza.

—Cuando estén ambos enfermos se van a arrepentir —murmuré para mí misma.

Izan me pasa un tazón con frutas cortadas y un tenedor.

—Gracias.

—Katia y Frank van a llegar pronto —me dice—, estuvieron molestando con que no los invitabamos y no sé que más.

—Mientras no traigan más dulces o alcohol, no hay problema —le digo, comiendo un pedazo de durazno.

—Sabes que traerán las dos cosas —hago una mueca.

—Arruinas mis esperanzas —ríe dandome besos en la mejillas.

Hasta que escuchamos que llaman a la puerta.

—Deben ser ellos, yo voy, tú quédate cuidando que Ada no se meta a la piscina sola.

—Como digas.

Entro a la casa y me dirijo a la puerta, la abro y dejo pasar a los otros tortolitos.

—Hola, hermanita —Frank me da un abrazo, y luego Katia.

Seremos felices ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora