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Christopher Vélez.

La miré marcharse, su rico aroma aún está inundando la oficina recordándome lo idiota que he sido.

¿Por qué lo hice?

Soy un idiota y está claro que lo jodí.

Recordar su rostro es algo que jode, miré el dolor plasmado en cada una de sus facciones, sus ojos llorosos derramando lágrimas de dolor.

Le prometí jamás hacerle daño, pero en cambio la dañé, le di el dolor más grande que es la traición.

La impulsividad me llevo a tumbar todo lo que se encontraba en la gran mesa de la sala de juntas, quería joderlo todo, quemar el mundo entero, la rabia que siento hacia mi propia persona no es humana, arrepentirme ahora no cambiará las cosas.

Debí hacerle caso a esa voz que me gritaba que me detuviera, que no siguiera con esa locura.

¿Por qué el hombre es tan idiota? ¿Por qué después de todo lo que hice por tener su atención aun así me empeñaba en joderlo?

Salí de la sala de juntas, di una última mirada a la sala que dejé toda tirada, las sillas que estaban cerca las había pateado, las hojas están regadas por los suelos mientras que el jarrón que estrellé contra la pared estaba todo regado en mil fragmentos.

Caminé con enojo a mi oficina, pase por el lugar donde se supone que debería estar mi secretaria, Betty, pero ella aún no se encontraba.

Abrí la puerta de la oficina encontrándome aún en su interior a la mujer que causó todo esto, la mujer que me hizo caer en la tentación, Ámbar es la última persona que quería seguir viendo.

La rabia subió a mi cuerpo, recordándome lo que había pasado hace minutos aquí.

— ¿Por qué sigues aquí? — preguntó con un tinte de enojó en mi voz.

— No pensaba irme sin terminar lo que hemos empezado, no puedes dejarme así. 

Miré como Ámbar se levantaba de la silla para subirse al gran escritorio, separando un poco sus piernas dejándome ver su coño húmedo. No pude perderme más en su atractivo, ni en su mojado coño que aún reluce, simplemente comencé a dar grandes zancadas hasta llegar cerca de ella, donde con mi mano cerré sus piernas.

— Vete de aquí Ámbar, no quiero volver a verte. — dije aún con enojo en mi voz, la tomé del mentón y apreté un poco. — Eres la culpable de esto, me acabas de joder lo que había logrado, sal de aquí ya. — demande subiendo la voz en las últimas palabras.

— No me iré hasta que sacie lo que ha empezado señor Vélez.

— ¡He dicho que te largues! — solté su rostro con agresividad.

— No es culpa mía, es culpa tuya por acceder. — dijo con una sonrisa en el rostro. — Además, ella ya se enteró, podemos terminar lo que empezamos de todos modos no va a cambiar de opinión, no la creo tan idiota como para perdonarte.

— Deja de hablar así de ella, — volví a tomar su rostro entre mis dedos, apretando con desagrado, me acerqué a ella solo para mirarla con repugnancia mientras seguía apretando su rostro. — eres una cínica, sal de una vez, ¿Cómo te atreves a pedir que continúe?, sí gracias a ti estoy jodido.

— Ya te lo dije no es culpa mía, estás jodido porque así lo quieres, podemos terminar esto, de todos modos, no es como que ella se enteré de que después no seguimos y venga corriendo a ti diciéndote que te perdona. — sonrió con malicia mientras seguía apretando su rostro. — Comienzas a hacerme daño Vélez.

Sexo 𝑠𝑖𝑛 𝐏𝐈𝐄𝐃𝐀𝐃  |Christopher Vélez| +18 ©Where stories live. Discover now