Capítulo XXIV: Amar duele

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Capítulo XXIV: Amar duele

Dakota


—¿Dakie?

Parpadeo enfocándome de nuevo en lo que sea que Ben esté diciéndome, pero no logro retomar la conversación por lo que le pido que lo repita.

—Te preguntaba si realmente el profesor no te dejará presentar la evaluación teniendo en cuenta que te quedaste encerrada.

—No, él fue muy claro —respondo—. Dice que no dejó ningún cartel y piensa que me fui a tontear y me quedé encerrada. También me dio toda una charla sobre estar decepcionado de mí.

—Y pensamos que McCain era el peor.

—En parte lo entiendo, sin pruebas no hay delito —digo con pesar—. Es obvio que piensa que me quedé atrapada por mi culpa.

—Es raro que no estés enloqueciendo por haber perdido la evaluación.

—Vale 5 % del parcial final por lo que trato de decirme que no me afectará demasiado y ya está hecho, al menos logré salir de ese horrible lugar.

—Es una mierda el que sea que te haya jugado esa bromita de cambiar los carteles.

—Sí, igual fui la única tonta que cayó —digo con una sonrisa tensa.

Para Ben, así como para el resto de mis amigos, un grupo bien reducido, alguien hizo una broma y fui la única que cayó siendo encerrada, lo que me llevó a sufrir un ataque de pánico y ansiedad. Esa es toda la historia que manejan.

Odio los videos que circularon de mí, mayormente fueron convertidos en ediciones de burla, pero bueno, si tu novio es Jagger eso desaparece con rapidez y siendo honesta, estaba más enfocada en el hecho de que había evitado caer en una trampa en donde me harían daño, en la basura que es Eric y esforzándome en no recordar las cosas perversas que escuché porque, aunque grité mucho y me tapé las orejas, el daño estuvo hecho ¿Cómo pudieron hacerle tanto daño? Fue inhumano.

—Hay algo que quiero mostrarte —Me dice Ben, cambiando el rumbo de la conversación mientras me sonríe.

—Uh, suenas emocionado ¿Qué es? —Me entusiasmo ante la posibilidad de una conversación más entretenida y menos seria.

Busca algo en su teléfono dándome pequeños vistazos que me tienen intrigada.

—¡Vamos! Deja el dramatismo ¿De qué se trata?

—Muy bien —respira hondo—, te presento a mi bebé.

No sé cuál es mi expresión cuando frente a mí se encuentra la pantalla de su teléfono mostrándome un eco en donde creo distinguir la cabeza del bebé y sus diminutas manos, pero lo que si siento con claridad es la manera en la que se me revuelve el estómago.

Soy consciente de que mi silencio es demasiado largo mientras miro la ecografía, pero no sé exactamente qué decir. En realidad, sí sé lo que quiero decir, pero tengo miedo.

—¿No logras distinguirlo? —me pregunta sin perder su entusiasmo—. Lena tampoco lo hacía, pero déjame y te explico.

Miro de la pantalla a él mientras no escucho nada de su explicación y por mi mente ronda el recuerdo de Lena besándose con otro hombre, la intimidad que compartían y lo feliz que ella se veía.

Recuerdo las palabras de Jagger sobre el riesgo de que Ben no me creyera o se alejara de mí y el cómo los terceros siempre somos quienes salimos perjudicados, pero es mi amigo y el nudo crece a medida que sigue hablando con tanto orgullo.

Es genuinamente cruel lo que está sucediendo. El bebé puede ser suyo, pero también merece saber que hay probabilidades de que no lo sea, que Lena le está siendo infiel.

Negociaciones (#2 El Negocio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora