estremecimientos de arrepentimiento.

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SUZUKA, 10 DE OCTUBRE DEL 2021.

10:45 AM.

—Lamentamos informar que, debido a las condiciones actuales en la pista, la carrera no sucederá.

Observé las pantallas desde el garaje de Mercedes, soltando un suspiro ante las palabras del encargado de pista. Las gotas de lluvia golpeaban contra mis zapatos, infiltrándose en el garaje. En la pantalla, Max imitó mi suspiro.

Desde que rechacé a Max que el piloto había tomado distancia. Ya no recibía fotos de sus gatos, o mensajes de felicitaciones después de una buena carrera. Ahora pasaba caminando por mi lado y apartaba la mirada de mi rostro.

—El dinero de las entradas será parcialmente reembolsado. Lamentamos las molestias, pero los pilotos han decidido no correr en respeto al accidente de Fórmula 2 algunos años atrás.

Inmediatamente, sentí como mi sangre se cristalizaba. Mi vista se desenfocó por unos segundos, y mi mente sólo repetía la palabra 'accidente' una y otra vez.

Nadie a mi alrededor sabía de mi trasfondo, nadie sabía que era yo la del accidente. Aún así, sentía todas las miradas sobre mí. Sintiéndome sofocada, comencé a caminar. Las gotas de lluvia se deslizaban por mi rostro, hundiéndose en mi piel hasta llegar a mis huesos, disminuyendo el ardor en mi interior levemente. El humo a mi alrededor me prohibía ver hacia dónde me dirigía, tratando de encontrar una salida del caos.

—¿Emilia?

Me giré rápidamente, perdiendo el equilibrio. El olor a mi alrededor inundaba mis pulmones, impidiéndome respirar normalmente.

—Emilia, ¿estás bien?

Una mano tocó mi hombro.

—Max, ¿dónde está Max?

Las gotas habían desaparecido, habiendo sido reemplazadas por las cenizas a mi alrededor. Necesitaba quitármelas de encima.

—Lia, ¿me escuchas?

Una voz distinta había aparecido. La persona tomó mi mano, alejando mis uñas de mi piel.

—No tienes que hacer eso, Lia.

Sentía las cenizas dentro de mi boca, en mis pulmones, detrás de mis ojos, debajo de mis uñas. Hasta que una mano tocó mi rostro, y el olor horrible que se había apoderado de mí fue reemplazado con su perfume.

—Max.

—Hola, Li. ¿Quieres ir a caminar?

Asentí, la nube a mi alrededor disipándose. El rostro de Max apareció frente a mí, su ceño fruncido en preocupación.

Volví a sentir la lluvia cayendo sobre mí, hundiéndose en mi piel y causándome escalofríos. El calor desapareció de todo mi cuerpo, menos de la zona en la que Max me estaba tocando.

El rubio me alejó del paddock, y mi mente volvió a hundirse en recuerdos. Una explosión a nuestra derecha me hizo pegarme más a Max, pero él ni se inmutó, como si el sonido sólo hubiera llegado a mis oídos.

Mis lágrimas se mezclaban con la lluvia, lo único que me hacía notar la diferencia era el sabor a salado mezclado con el gusto a metal que recorría mi boca y las cenizas filtrándose cada vez que tomaba una bocanada de aire.

Max me llevó a su habitación en el garaje de Red Bull, sin importarle mi remera de Mercedes, la cuál estaba completamente mojada. Christian Horner levantó una ceja hacia nosotros, pero el rubio lo ignoró.

—Quédate aquí, ¿sí? Ya vengo.

Max acarició mi cabello por un segundo y yo, inmediatamente, incliné mi cabeza hacía su lado. Con su ayuda me senté en el piso de la habitación, abrazando mis piernas para tratar de mantener el poco calor dentro de mi cuerpo. Christian se acercó a la puerta.

doomsday | max verstappenWhere stories live. Discover now