abrazo invernal.

288 38 12
                                    


MIÉRCOLES 10 DE NOVIEMBRE.

SÃO PAULO, BRASIL.

21:45.

—Me siento en territorio enemigo.

Giré mi rostro levemente para lanzarle una sonrisa al piloto de Red Bull, infiltrado en una fiesta de Mercedes.

—Gracias por venir. Lo aprecio.

Inmediatamente, el rostro de Max se enterneció, y su mano tomó la mía bajo la mesa.

Lewis se giró a mirarnos. Sorprendentemente, la conversación con el británico sobre mi conexión con el piloto de Red Bull había salido bien. O quizás Lewis no quería hacerme enojar. —¿Por qué tu vestido es tan...cerrado? ¿No tienes calor?

Levanté los hombros, tomando un sorbo del vino.

—Cubre la cicatriz.

Max apretó mis dedos levemente. —A mi me gusta como le queda.

—En ningún momento dije que le quedara mal.

Solté un suspiro, llevando mi mano libre a mi frente. —¿No pueden estar cinco minutos sin discutir?

Al notar el tono de irritación en mi voz, ambos pilotos se mantuvieron callados por el resto de la fiesta. Obviamente, sabía que el hecho de que un piloto de Red Bull se encontrara ahí causaba tensiones en mi equipo, por lo que Max y yo decidimos irnos temprano.

Llegamos al hotel en tiempo récord, y ni siquiera nos tomamos el tiempo de prender las luces antes de tirarnos en la cama, uno al lado del otro.

Estuvimos en silencio por varios minutos, o quizás horas. El tiempo pasaba de forma distinta cuando estaba cerca del rubio.

—No sé si quiero ganar el campeonato.

Por más que el sueño se quería apoderar de mí, esas palabras me hicieron sentarme de golpe.

—¿Cuánto tomaste, Max?

Una leve risa se filtró de sus labios, y nuestros ojos se conectaron incluso en la oscuridad.

—Pareces un ángel así. La luz que entra por la ventana...

—No cambies de tema.

—Perdón, no sé ni de dónde salieron esas palabras. Supongo que cada carrera que pasa me pone más nervioso.

—Es normal estar nervioso, Max. Pero estoy segura de que sí quieres ganarlo. Y estoy segura de que te lo mereces.

Max levantó una mano, acomodándome un mechón de cabello detrás de mi oreja. —Tu también te lo mereces... supongo que Lewis también.

Tomé su mano antes de que pudiera alejarla, apoyando nuestras palmas una con la otra.

—Todo va a estar bien, Max. Nosotros vamos a estar bien.

—¿Cómo lo sabes?

Mi dedo índice recorrió las líneas de su palma, causando escalofríos en el rubio.

—Porque no voy a dejar que un campeonato nos separe.

Max se quedó en silencio por unos minutos, entrelazando nuestras manos. Giré mi vista hacia las enormes ventanas en su habitación, observando la luna.

—¿Puedo verla?

La voz del piloto volvió a sacarme de mis pensamientos. —¿La luna?

Una de las manos de Max conectó con mi espalda. —La cicatriz, Lia.

doomsday | max verstappenWhere stories live. Discover now